diumenge, 31 de maig del 2015

ESA P... MANÍA DE NO DECIR LAS COSAS POR SU NOMBRE



A medida que se van conociendo nuevos detalles sobre las circunstancias del acoso y persecución que llevaron a la infeliz Arancha al suicidio, debería quedar claro que lo que falló no fueron ni los protocolos, ni la actuación de los profesores, ni la del director, ni la de los padres de la infortunada niña. Lo que falló, lo que está fallando, es un sistema educativo buenista, ineficaz y profundamente perverso, entiéndase este último calificativo en su sentido de desviado de los fines que se supone debería perseguir. Hasta que no admitamos que hay ciertos individuos que, mayores o menores de edad, no deberían estar escolarizados con los demás, todo lo que podamos decir serán meros flatus voccis.

El desempeño de ciertas funciones comporta la atribución de los medios necesarios para poderlas llevar a cabo. Cuáles hayan de ser estos medios estará en función de la naturaleza del cometido asignado. Si a uno se le exige ejercer una autoridad sin investirle para ello, estamos haciendo trampa. La realidad de nuestro sistema educativo puede gustarnos o no, pero para ello deberíamos antes admitir dicha realidad, y no maquillarla con manifiestos de buenas intenciones o deseos cuya inadecuación a la realidad es manifiesta. Nos horrorizamos ante hechos como el asesinato del profesor Martínez Oliva o el suicidio de la alumna Arancha porque rompen la idílica imagen de una Arcadia concebida como punto de partida que hemos decretado como real, cuando en realidad, de ser algo, debería ser un punto de llegada teórico que actuara como referente regulativo. Y al no ser así, cualquier anomalía o disfunción, por aciaga que sea, ha de categorizarse entonces necesariamente como una desgracia sobrevenida por algún fallo coyuntural, humano por lo general, y en este sentido, anecdótico; nunca estructural, porque lo que hay que poner a salvo por encima de todo es precisamente el sistema como modelo de referencia.

La «solución» de las autoridades educativas catalanas ante el asesinato del profesor fue la victimización del asesino; la de las autoridades educativas madrileñas parece haber ido en otra dirección, igualmente cínica: culpar al director del instituto y abrirle expediente. Dos soluciones distintas con una misma intencionalidad, distraer nuestra atención y desviarnos del verdadero problema.

Por su parte, la cháchara psicopedagógica y sindical atribuye estos «accidentes» a la escasez de orientadores, pedagogos o psicopedagogos, lo cual, dicho sea de paso, y sin que tenga la menor gracia que se reivindique como solución a quienes forman parte esencial del problema, es como pensar que, de haber más servicios de limpieza, la gente sería menos guarra porque no detectaríamos los papeles que tiran al suelo. En cualquier caso, lo que queda a salvo igualmente es el sistema, cuyas disfunciones nunca serán sistémicas, sino anecdóticas.

La pregunta a hacerse es, sin embargo, de una elementalidad sonrojante; tanto que todo el mundo se la ha hecho. El problema viene cuando no queremos afrontar la respuesta que lleva implícita y recurrimos a los subterfugios ad hoc para salvar nuestros prejuicios ideológicos o para no incurrir en la denostada incorrección política. A ver, si la niña comunicó el acoso y vejaciones a que estaba siendo sometida, si los padres lo habían puesto en conocimiento del instituto meses antes y lo habían denunciado a la policía, si el instituto aplicó los protocolos establecidos al caso y si, finalmente, se sabía quién era el hijo de puta ¿Cómo pudo entonces semejante máncer proseguir con su acoso hasta el punto de acabar provocando el suicidio de su desgraciada víctima? ¿No será porque en un sistema permisivo y garantista para con el transgresor, como el que impera en nuestro sistema educativo y en el cual la víctima se equipara al verdugo, lo cierto es que, normativa en mano, muy probablemente no se pudo hacer nada más que lo que se hizo?

Y hasta puede que se hiciera más de lo que se podía. Parece ser que el alumno acosador, ese inocente joven que ahora afirma que agredía a la chica «…porque todos lo hacían», estaba apartado de las clases y permanecía calentando una silla en el despacho del director o del jefe de estudios para evitar que, al menos durante el horario lectivo, pudiera llevar a cabo sus fechorías. Y es que más que esto, no se puede hacer. ¿Lo sabían ustedes? Pues así es.

La inicua confusión de autoritarismo con autoridad, propia de la ideología educativa de moda, ha despojado a nuestro sistema educativo de cualquier vestigio de capacidad sancionadora para con los transgresores, con la consiguiente indefensión de sus víctimas. Ante esto, lo anecdótico es precisamente atribuir el problema a la eventual escasez de personal o a los errores humanos por acción u omisión; y la categoría, un modelo educativo indigno de tal nombre, mojigato y pérfidamente buenista, que se niega obsesivamente a discriminar entre conductas normales y transgresoras, así como a establecer una gradación entre estas. Nada más nefasto que el empeño en considerar a los niños y a los adolescentes como seres buenos y bondadosos por  naturaleza; y nada más hipócrita que acusar a quien lo niegue de criminalizarlos.

Además, aceptemos que de haber más personal muy probablemente se porían detectar más casos de acoso, o antes, pero es que este no es el caso, hacía meses que se sabía y que se habían aplicado los protocoles, así que ¿Qué se hubiera hecho de más en caso de haber dispuesto de más personal? ¿Ponerle un escolta/orientador las veinticuatro horas del día al acosador? O, ya puestos, ¿por qué no se le puso a la niña un escolta experto en artes marciales que le partiera la cara al matasiete a la que se le aproximara, aunque fuera para pedirle la hora? Luego, claro, cómo no atribuirlo a la falta de personal si ahora, que al parecer lo habrá, y como es de suponer no se produce ningún suicidio más... la relación causa efecto parece obvia. Pero acaso sólo lo parezca y estemos ante una falacia del tipo post hoc ergo propter hoc. Insisto, el caso era conocido y público. Desde este punto de vista al menos, el problema no es que hubiera uno o cien orientadores, sino que el acosador siguiera campando a sus anchas. Ese es el problema y no otro. Lo demás no es sino negarse a decir las cosas por su nombre. O mirar hacia el otro lado.
Pues miren, tómenlo como quieran, y disculpen la sinceridad, pero yo sí sé perfectamente lo que haría de encontrarse en tal trance un hijo mío, y les aseguro que no sería contratarle un psicólogo al matón, ni proponerle una mediación. Bueno, algo mediaría, eso sí. Y verían qué rápido se le pasaban al acosador las ganas de acosar.

divendres, 29 de maig del 2015

POLÍTICOS DE CHARANGA



Sin que haya transcurrido todavía una semana desde las elecciones del domingo pasado, lo cierto es que el patio parece andar cada día más revuelto, y algunos políticos y políticas, acostumbrados y acostumbradas como están a dar siempre lo mejor de sí, nos están brindando un espectáculo en el mejor estilo del Monty Python's Flying Circus. Si no fuera porque estos gañanes y gañanas nos han llevado hasta dónde estamos, la cosa hasta podría hacer gracia.

Basta que unas elecciones se tuerzan para que el personal se retrate en una foto de familia tan grotesca y  estrafalaria, como reveladora. Ahora resulta que mientras a Rajoy le dicen que se mire al espejo los que hasta hace una semana le llamaban «guapo», desde Castilla y León se pide la cabeza del ministro de industria, la todavía presidenta de Navarra compara –en un auténtico alarde erudito, o eructito, quién sabe- la situación española actual con la de Alemania antes de Hitler, los barberanos falleros contadores de billetes del “caloret” sienten amenazada la «lengua» valenciana ante el pancatalanismo rampante… y, en fin, más sórdidamente, al viajero Monago le canta en twiter la destinataria de sus viajes que a todo puerco le llega su sanmartín (¡qué desagradecida!).  Pero en esta carrera del despropósito, a todos gana, por goleada, la inefable Esperanza, que se está superando a sí misma y que, me temo, aún puede dar mucho más de sí.

Conste que uno entiende la desazón causante de tales exabruptos desde el «¿Qué hay de lo mío?» de toda la vida, en un contexto en el cual las expectativas de reparto del pastel son, ante su mengua, francamente desalentadoras. Y es humano que el despecho se envuelva, así ha sido desde siempre, en la más facinerosa de las hipocresías: ahora no podrán ejercer la vocación de servicio que les había llevado hasta los lucrativos cargos que ahora pierden. Y lo peor de todo: la recolocación se antoja asaz incierta: les han llegado también los recortes. Y para los educados en la escuela filosófica zaplanista y su máxima «Estoy en política para forrarme», hay que reconocer que es duro, muy duro.

A decir verdad, de entre todos los exabruptos a que hemos asistido estos días, el que más le sorprendió a uno fue el procedente de los jerifaltes del PP en Castilla y León, por su intrigante singularidad. Resulta que no se pide la dimisión de Rajoy, ni la refundación del PP… ni siquiera se apela a la amenaza de los soviets podemitas que tenemos en ciernes. No, nada de esto. Se reclama, por el contrario, la dimisión del ministro de industria, el canario Soria. ¿Y por qué precisamente la del ministro de industria, se pregunta uno? ¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? Porque, la verdad, en un país donde se han aplicado inexorablemente recortes a la vez que lucrativas privatizaciones que empobrecían a los recortados y enriquecían a los privatizadores, atribuir la falta de subvenciones a la minería para justificar el retroceso electoral se antoja, como mínimo, ridículo.

Son verdaderamente pocos los que han sabido encajar el fracaso con dignidad, y ciertamente no figura entre ellos ni ellas la señora Aguirre Gil de Biedma, cuyas actitudes y piruetas declarativas parecen más propias de un escapista megalómano y resentido, que del personaje que ella misma se había fabricado. Uno, sin simpatizar en absoluto con ella, la tenía por más inteligente; ahora ni eso.

Tras una campaña arrogante y autocomplaciente, que ella misma decidió por su cuenta y riesgo, ha topado con una realidad que la ha traspuesto, sumiendo su orgullo aristocrático en resentimiento de esclavo mal perdedor. Toda una paradoja, que la aleja del sobrenombre “la cólera de Dios”, que a veces se le había atribuido en este blog, asimilándolo al homónimo personaje de Ramón J. Sender, el atrabiliario Don Lope de Aguirre, y que la acerca más bien a la «rabieta de una niña caprichosa», como oportunamente le ha espetado Manuela Carmena. Por cierto, que alguien como Esperanza Aguirre considere un peligro para la democracia occidental a Manuela Carmena, que se libró por los pelos de la matanza de Atocha, y de cuyo bufete era fundadora, da una idea bastante cabal sobre cuál debe ser la suya sobre la democracia que tanto ve peligrar: la que le transmitiría su abuelo, procurador en cortes por el tercio sindical, durante siete legislaturas, como empresario del sindicato nacional de combustible. Mafia pura y dura. Pero volvamos al reality show esperpéntico que ha protagonizado recientemente nuestra hoy estrella invitada.

La primera ocurrencia de Aguirre fue insinuar un nuevo tamayazo, arte en el que es una experta y que, como es sabido, consiste en sobornar a un par de políticos de la bancada rival, para que no voten a su cabeza de lista y así salgas elegido tú. Eso sí, hay que decir, en honor a la verdad, que Esperanza  sólo fue en esto una destacada discípula del insigne Zaplana, auténtico pionero en sobornos a la oposición, que practicó con prodigalidad él mismo para llegar a ser alcalde de Benidorm, cargo con el que se estrenó en su fulgurante carrera política. Es pues una injusticia histórica que quien se haya llevado la fama del tamayazo haya sido Aguirre, incluso dándole el nombre del objeto de su gesta, eclipsando a un Zaplana sin cuyo magisterio acaso nada hubiera sido como luego fue.
No sabemos quién podría ser esta vez el Tamayo de turno, ni cuál el precio. Lo que sí sabemos es que le propuso un pacto al tertuliano Carmona, también profesor universitario y alcaldable del PSOE, al que hasta entonces había ninguneado insolentemente, ofreciéndole incluso la alcaldía de Madrid; todo por el poder o, perdón, todo por detener a PODEMOS, objeto de las iras de Aguirre durante toda la campaña, para desesperación del pobre Carmona. Un regalo envenenado, el de la alcaldía con los votos del PP, al cual no sabemos si el tertuliano hubiera podido ser sensible, pero no lo fueron el profesor ni el partido. Ignoramos las distintas fases que se darían a lo largo de las sucesivas tentativas, pero conociendo la catadura de la interfecta, son relativamente fáciles de suponer; en cualquier caso, Carmona, o el PSOE, o Carmona y el PSOE, rien du tout.

Pero Esperanza, como bien indica su nombre, no es de las que desfallezcan por un par de fiascos. Y siguió porfiando. Al día siguiente, su propuesta fue la de un gobierno municipal de concentración, así, entre todos, y que si ella no podía ser la alcaldesa, pues que lo fuera Carmona, ahora calificado como el "profesor" Carmona, o la alcaldable de C’s «Sonrisas» Villacís. Eso sí, las condiciones las ponía ella, y las apuntó de inmediato. Para que se integraran la señora Carmena y su grupo en este gobierno de concentración, que no está de más recordar que eran el enemigo a combatir el día antes, calificándolos de auténtico peligro para la democracia occidental, para que se integraran, reitero, AHORA MADRID tenía que renunciar a su programa, porque Esperanza no está dispuesta a que se constituyan soviets en los distritos madrileños. La reacción de los medios, incluso la de los más cavernosos e incondicionales a su persona, fue de la estupefacción a la carcajada burlesca ante tal astracanada. Ahora dice que no se la entendió. Pues va a ser que sí.
Alguien tan lenguaraz como ella debería saber que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Todavía recuerdo aquella conversación peripatética grabada a micrófono oculto, en sus tiempos gloriosos de presidenta gracias al tamayazo, en la cual se dirigía a su máximo colaborador –hoy en la cárcel por chorizo- refiriéndose a un tercero, también del partido, claro: «Bueno, ¿y qué hacemos con este gilipollas?». Más de uno debe estar pensando ahora lo mismo de ella...

dimecres, 27 de maig del 2015

«PODEMOS» Y EL LABERINTO CATALÁN




 

No deja de tener su aquello lo de Teresa Forcades, la monja médico con veleidades esotéricas que ahora se postula para ser la candidata a la presidencia de la Generalitat de Cataluña. Sí, tal cual, al frente de una coalición que incorporaría a las mismas formaciones que la Candidatura Barcelona en Comú, que ha ganado las municipales en la capital con Ada Colau al frente, a la cual deberían añadirse ERC y las CUP.  Es decir, fuera de CDC, todo el independentismo, más PODEMOS. Y para que no se peleen entre ellos, ya está ella para encabezar la lista.

Más allá de tan pintoresca y peregrina propuesta, lo cierto es que la maniobra envolvente sobre PODEMOS, con la finalidad de asimilar a dicha formación o, en caso contrario, de satanizarla, ya está en marcha. Mientras unos califican a esta formación de lerrouxista, otros le proponen integrarse en candidaturas independentistas. De ello se infiere que, desde la óptica nacionalista, la cosa está muy clara. Si PODEMOS se integra con ICV-EUiA (los despojos del antiguo PSUC), ERC y las CUP, se les releva de la acusación de lerrouxistas, puesto que su integración en esta candidatura demostraría su buena disposición. Exactamente por las mismas razones, si se niega, sería la prueba concluyente de su auténtica naturaleza lerrouxista y profundamente anticatalana. Al menos, esta parece ser la maniobra mediante la cual el independentismo intentará asimilar o demonizar a tan molesto competidor.

Lo dije y lo reitero, una cosa es estar a favor de la legalización de las drogas, y otra muy distinta hacer uso de ellas o incentivar su consumo. No por estar a favor de la celebración de una consulta sobre la independencia de Cataluña debería inferirse que el voto habría de ser necesariamente afirmativo. Tal vez sea un matiz excesivamente complejo para los partidarios de disyuntivas maximalistas como las que hoy están tan al uso, pero uno sigue pensando que este era precisamente el planteamiento de PODEMOS: sí al referéndum, no a la independencia. Para lo primero, ganar las elecciones e iniciar un proceso constituyente que desembocara en la posibilidad de convocatoria legal del plebiscito. En lo referente a lo segundo, la propuesta de estructuración territorial del Estado según un modelo federal, y por ello el voto contrario a la independencia; porque su proyecto es otro. Al menos, esto es lo que hasta ahora había creído entender.
Excluyendo otros aspectos de su propuesta política, y visto desde la perspectiva de su posición en relación al independentismo, uno más bien piensa que el mayor error que podría cometer PODEMOS en Cataluña sería precisamente renunciar a concurrir a las próximas elecciones con su propia marca. Y da igual que sean las elecciones catalanas del próximo septiembre, que sólo tendrán lugar si se considera que la cosa está controlada, o las generales españolas previstas en principio para noviembre. Si titubean, les van a chupar la sangre.



dimarts, 26 de maig del 2015

PODEMOS CATALUÑA: ¿LAS AMISTADES PELIGROSAS? (II de II)




Porque, vamos a ver. Hasta ahora uno había entendido el discurso territorial de «PODEMOS», más o menos de la siguiente manera. Se considera a España como una «nación de naciones», es decir, como una unidad articulada compuesta por pueblos con diferencias culturales más o menos significativas como resultado de las singularidades y avatares acaecidos a lo largo de la historia. Bien, de acuerdo, si entendemos «nación» en un sentido histórico-cultural, preilustrado y no político. Y así parece que se entendía, porque a continuación, la «nación política», ahora sí en un sentido moderno, la que constituye un Estado, es España. A partir de ahí, lo lógico es que dadas sus características, el modelo de organización territorial más adecuado para este Estado, para esta «nación política» constituida por una «nación de naciones», sea el de un estado federal. Esta era más o menos la propuesta de «PODEMOS» hasta donde yo la he podido entender. Luego, si lo de federal puede ser más confederalizante o más restrictivo, ya sería otro tema...

Pero hay un problema. Sigo tal como yo entendí la propuesta podemista. Debido a los derroteros políticos por los que ha transcurrido este país, lo cierto es que hay en algunos territorios, y por parte de una porción significativa de su población, una aspiración a segregarse y constituir un estado propio, como consecuencia, dicho muy sucintamente, de las luchas por cuotas de poder entre burguesías locales, periféricas y centrales, que aúpan estos movimientos y les dan pábulo, también a partir de la percepción de estos sectores de población que se han sentido marginados y ninguneados en su identidad, bajo el modelo de un estado fuertemente centralizado bajo la égida castellana, que se la negó durante los últimos siglos. Admitamos que fue así, bien.

El resultado ha sido una suerte de identitarismo político instrumentalizado por la derecha, central o periférica, según el caso. Pero estamos de acuerdo en que el nacionalismo es de derechas; con todos los respetos, pero de derechas. Digamos a las cosas por su nombre. Y «PODEMOS» se reivindica precisamente como de izquierda y contrario a los identitarismos, en sintonía con el universalismo humanista de raíz ilustrada que se le supone. Ello, por supuesto, sin soslayar las diferencias. Lo fundamental no es si a uno le atienden en urgencias hospitalarias en catalán o en castellano, esto es en todo caso un tema secundario; lo importante es que le atiendan bien. Igualmente, de lo que se trata es de que los alumnos aprendan matemáticas; en qué lengua se les imparta, guste o no, es también una cuestión secundaria; tal vez no irrelevante, pero secundaria, y que con unos mínimos de recíproca disposición es fácilmente superable. Lo primero, lo de urgencias, es cita expresa de Pablo Iglesias; lo de aprender matemáticas lo he añadido yo.

Prosigamos. Con estos mimbres, de lo que se trata es de construir un cesto de la concordia bajo un proyecto común que incorpore todas las particularidades y su reconocimiento. De ahí la propuesta federal en la que todo el mundo se podría sentir cómodo y reconocido. Pero precisamente por esto, si un sector de estas poblaciones sigue reclamando su «derecho» a independizarse, y en aras a que nadie esté contra su voluntad en un proyecto común, pero respetando el juego democrático de mayorías y minorías, se habla de un proceso constituyente al final del cual una nueva Constitución, o la misma reformada, reconocería este derecho mediante el ejercicio de una consulta plebiscitaria con todas las garantías democráticas de rigor.

Insisto, así es como, más o menos, uno ha entendido, por un lado, las propuestas de «PODEMOS» en relación a la estructura territorial propuesta para España, que por cierto, comparto a grandes trazos, y por el otro, su posición con respecto a qué salida darles a los movimientos independentistas en aquellos territorios donde hayan llegado a niveles significativos; que también comparto, igualmente a grandes trazos. Pues bien, resulta que de lo visto en Cataluña en esta campaña municipal, o yo no he entendido nada sobre sus propuestas, o no lo han entendido la mayoría de sus candidatos, o se han metido en un berenjenal del que les será difícil salir y que compromete sus resultados en las autonómicas de septiembre –que sólo se celebrarán si se les ha neutralizado- o, finalmente, es que están infiltrados hasta la médula por el entrismo.

Puedo asumir cualquiera de las cuatro posibilidades, pero personalmente me quedo con la última, que responde al proyecto nacionalista de subsumir en las CUP a un «PODEMOS» subsidiarizado, antes de que alcancen una implantación en Cataluña que sería fatal para el proyecto independentista.

Porque una cosa es reconocer que, por cualesquiera atávicas o recientes razones, hay un problema y ha de dársele una salida. Y hay independentismo en Cataluña, suficientemente significativo y arraigado, aunque no sea mayoritario, pero sí hegemónico todavía hoy por hoy, como para tomarse el problema en serio. Y esa salida es que la nueva constitución prevea algún tipo de consulta con todas las garantías democráticas y de ponderación. Y otra muy distinta es que «mi» modelo no pase por aquí, sino por otra forma de estructuración del estado, sea federal, confederal o la que fuere…

Dicho en otras palabras, «mis» coincidencias con el independentismo empiezan y acaban en el reconocimiento de garantías constitucionales que prevean un referéndum en que la población decida libremente si quiere largarse o no de España. Un referéndum que, en mi opinión, hablo ahora a título personal, ignoro la posición de «PODEMOS» sobre este respecto, debería requerir un mínimo de participación de los dos tercios del electorado, y un voto afirmativo de tres quintos, o cuatro séptimos, de los votantes.  Pero ni «yo» -vuelvo impersonalmente a «PODEMOS»- promoveré este referéndum, eso sería cosa del independentismo, ni, por supuesto, iba a votar «sí» a la independencia en ningún caso. Porque «yo» ya tengo mi modelo, y no coincide con el suyo. Estar a favor de despenalización del consumo de drogas no implica consumirlas, ni incentivar su uso.

Paradójicamente, y para perplejidad de muchos, el discurso territorial de «PODEMOS» que proviene de Madrid es el que tendría más aceptación en Cataluña, entre un amplísimo sector no-nacionalista harto de las milongas de la (supuesta) izquierda «nacional», pero sin voz articulada. Y con independencia de sus propuestas en otros órdenes, es lo que más coadyuvaría por aquí a los resultados que arrojaban las encuestas de hace sólo unos meses. Pero su discurso en Cataluña, al menos el de los visibles bajos perfiles de sus dirigentes, es curiosamente otro que va por derroteros opuestos, al menos por ahora. Y lleva a la subsidiarización y al más de lo mismo.  
Ya veremos qué pasa a medida que se acerquen las autonómicas y las generales. Si «PODEMOS» recupera su discurso territorial originario, sin complejos, ya les aseguro que no habrá autonómicas y saltaríamos directamente a las generales.

dilluns, 25 de maig del 2015

DESVARÍOS POST-ELECCIONES



1)    Para bien o para mal, las grandes ciudades marcan la tendencia. Madrid y Barcelona, básicamente, con Colau y Carmena como estrellas triunfadoras, pero también Valencia, y no tanto Sevilla. En las municipales era de esperar un mayor mantenimiento de los partidos clásicos, y ha sido así, pero no exactamente. Si a ello le añadimos la entrada de PODEMOS en los parlamentos autonómicos, sus expectativas para las generales son aún mayores de lo esperado… si consiguen no meter la pata mientras tanto, allí donde tengan responsabilidades de gobierno.

 
2)   El PSOE sólo consigue rentabilizar parcialmente el hundimiento del PP, la magnitud de cuyo desastre es total, ya que además de perder la mayoría absoluta en la mayor parte de sus feudos tradicionales, no podrá configurarla tampoco con C’s, excepto, acaso, en la Comunidad de Madrid.
 

3)   En Cataluña, el soberanismo sufre un correctivo, sobre todo, también, en las capitales. El naufragio de CIU en Barcelona, pero también, y peor, en Tarragona, amenaza con ser premonitorio. ERC, por su parte, no consigue incorporar el voto fugado del pujolismo; los vasos comunicantes del nacionalismo parecen estar algo atascados. A su vez, el PSC se salva en sus caladeros del cinturón, pero se hunde sin remedio en la capital. Y sólo eran municipales. No parece que vaya a haber elecciones catalanas anticipadas en septiembre, a la vista de estos resultados.

 
4)   Tampoco sirve decir que CIU+ERC+CUP, el bloque soberanista, ha obtenido más votos que en las municipales de hace cuatro años. Visto en perspectiva, más bien parece que haya tocado techo y que esté a la baja. Por otro lado, lo urbano y lo rural parecen ir por caminos distintos. Habrá que ver si aquí también la gran ciudad marca tendencia.

 
5)   Carmena lo tiene en Madrid más fácil que Colau en Barcelona. Mientras a una le basta con el apoyo del PSOE, la otra lo tendrá bastante más crudo para articular una mayoría.

 
6)   El bipartidismo parece tener los días contados. Al menos hasta las próximas generales.

 
7)   Como siempre después de unas elecciones, parece que todo el mundo haya ganado, a juzgar por sus declaraciones. Con la excepción de la UPyD de Rosa Díez.



 



diumenge, 24 de maig del 2015

OTRO CASO AISLADO...



Sin duda será un nuevo caso aislado sobre el que se intentará poner tierra de por medio. Una adolescente discapacitada, víctima de acoso por parte de un alumno del mismo instituto de Madrid en que estudiaba, decidió poner fin a su vida arrojándose de un sexto piso, con resultado de muerte, incapaz de seguir sufriendo el infierno al que estaba siendo sometida. Parece ser, ello no obstante, que por esa vez podemos estar tranquilos, ya que los protocolos al caso se habían activado debidamente, lo cual, dicho sea de paso, es altamente ilustrativo sobre su eficacia; desde el instituto se habían puesto en contacto con la familia del acosador, hemos de suponer que para iniciar los procedimientos de mediación que deberían convencer al acosador de su actitud poco correcta hacia la compañera que había elegido como víctima de sus frustraciones e incomprensiones. Ya no hará falta.

Supongo que los «amigos» de CGT me acusarán de nuevo de estar criminalizando al alumno acosador, y que atribuirán sus acosos al sistema socioeconómico tan profundamente injusto que nos toca vivir. Los equipos psicopedagógicos, por su parte, es muy posible que, profundizando con su habitual maestría en los repliegues psíquicos del «niño», den con una frustración motivada por la incomprensión, ante la cual sus actitudes acosadoras no serían sino una reacción inducida cuya finalidad no era otra que la de llamar la atención en busca del reconocimiento que todos nos merecemos.

Claro que también cabría pensar, siendo de natural malpensados como somos, que si se habían iniciado los protocolos, se había contactado con la familia del alumno acosador, y hasta los padres de la infortunada joven habían denunciado el caso a la policía desde hacía un mes, y al instituto reiteradas veces desde hacía dos, todo lo que se hizo al respecto no sirvió para nada. Hasta es muy posible que la denuncia, y con ella la publicitación del caso, tuviera como efecto un incremento en la intensidad del acoso, aumentando el tormento vital de la víctima. Se despidió de sus amigos por whatsapp, anunciándoles que estaba cansada de vivir.

No es difícil suponer la horrible sensación de indefensión que la pobre niña debió sentir ante la impunidad con que debió actuar el acosador incluso después de haber puesto los hechos en conocimiento del instituto y de la policía. También se dirá ahora que no había suficientes orientadores en el instituto, y tampoco parece nada claro que se hubiera advertido a inspección del caso. A uno, la verdad, no se le ocurre en qué hubiera cambiado nada de haber habido más orientadores ¿Más mediación, quizás, mientras la niña tenía que trabajar para poder pagarle al tuno el dinero que le reclamaba? Era un caso público y notorio… Y nadie hizo nada. Nada que realmente evitara que un hijo de puta siguiera torturando a una infeliz niña delante de todo el mundo.

No queda bien, lo sé, pero quiero manifestar que no siento la menor lástima por el acosador, y que no le deseo precisamente lo mejor para su futuro. Un acosador que, como todos los acosadores, el buenismo hipócrita que prevalece en nuestro sistema educativo sitúa también como «víctimas», pero sin que ninguno de ellos vuelva nunca a su casa con la cara partida por haberse equivocado en la elección de la víctima y haber intentado acosar a otro más fuerte o con más mala leche que él.
Descanse en paz, la pobre víctima. Ya no volverán a molestarla.

divendres, 22 de maig del 2015

PODEMOS CATALUÑA: ¿SECUESTRO POR ENTRISMO? (I de II)




El mayor problema de «PODEMOS» en Cataluña no es la improvisación de candidaturas que hubieran debido realizarse bajo unas mínimos requisitos de implantación orgánica previa en el territorio, algo que también les ocurre en el resto de España y que afecta igualmente a C’s, aunque en otro sentido. Tampoco, aunque algo más, el perfil bajo acreditado por sus dirigentes catalanes. No, el gran reto de «PODEMOS» en Cataluña, el mayor peligro que afronta ahora mismo esta formación es, en la mejor tradición trotskista, el entrismo por parte del independentismo radical, que puede acabar desdibujando su discurso en torno a este tema, y vampirizarlo hasta el punto de relegarlo a mera anécdota entre las miasmas de las CUP y la izquierda oficial catalana que abreva en los corrales nacional/independentistas. Las acusaciones de lerrouxismo por un lado, y el entrismo decidido a combatirlo poniendo el hecho nacional por delante, por el otro, convergen en un proyecto destinado a neutralizar un discurso federalista y superador que, como no podía ser de otra manera, es el peor enemigo del nacionalismo catalán, en cuyo universo sólo encaja una España excluyente que justifique la necesidad de la inevitable secesión.

En principio, la decisión de no presentarse con sus siglas a las elecciones municipales fue un acierto. «PODEMOS» se constituyó, como mínimo después de su puesta de largo en las elecciones europeas de ahora hace un año, como una marca con votos y al alza, pero sin estructura para metabolizarlos en tan procelosos océanos como los de unas elecciones municipales. Estaban en condiciones de afrontar unas elecciones autonómicas y, por supuesto, unas generales, pero no unas municipales. La renuncia a participar en ellas me pareció, pues, una opción táctica de inteligencia política poco habitual.

El problema, en mi opinión, es que la renuncia fue a participar directamente con su marca, pero no que los círculos, asambleas, células, colectivos o como se le llame, que iban surgiendo de «PODEMOS» en los distintos territorios, renunciaran a participar también bajo otras coberturas electorales. Este ha sido, creo yo, el gran error, sobre todo en el caso de Cataluña, dado el particular enrarecimiento de su atmósfera política. También han tenido problemas en Madrid, aunque allí, al estar más arraigados, también en el tiempo, lo han sabido reconducir con algo más de tino. No así en el caso de Cataluña. Porque aquí, el discurso de «PODEMOS», se mire como se mire, choca frontalmente con el independentismo, y ello no sólo porque pueda arrebatarle amplios sectores de independentistas sobrevenidos, sino también porque en el plano teórico del discurso político, para el independentismo «PODEMOS» es su mayor enemigo.

Porque el hecho es que, al no haber aquí elecciones autonómicas,  sólo municipales, los distintos grupúsculos que deberían haber constituido la base –y la semilla- de «PODEMOS» en Cataluña, se han integrado en candidaturas de «unidad» en las que han quedado diluidos como formación, con discursos demasiado frecuentemente contradictorios con el que, al menos, parecía el discurso oficial podemista con respecto a la llamada cuestión nacional catalana; ello con el añadido que, a la vez que abducidos en los más variopintas candidaturas, tal abducción contribuye a la vez a aupar candidatos y formaciones cuyo discurso es claramente independentista. Y ello no sólo genera confusión, sino que hipoteca el futuro de «PODEMOS» en Cataluña y amenaza convertirlo en subsidiario de ICV o las CUP, adscritas al independentismo más descerebrado, cuando no hace mucho las encuestas le auguraban ser la primera o segunda fuerza más votada en unas generales, y la segunda o tercera en unas autonómicas.

Hay muchos casos que podría citar, pero vayamos al que, quizás sin ser el más grave, es ello no obstante el más emblemático y significativo: Barcelona. En la capital catalana, «PODEMOS», aunque aquí no participe con las CUP, como en otras localidades, sí lo hace con ICV-EUA, donde, muy especialmente en las primeras siglas, anida la izquierda oficial independentista y empesebrada, amén de otras formaciones ideológicamente heteróclitas. Es decir, una candidatura de la izquierda «nacional» a la izquierda del PSC.

La número uno y candidata a la alcaldía de Barcelona por esta coalición –Barcelona en Comú, Guanyem Barcelona-, es ni más ni menos que la ínclita Ada Colau. Para muestra, un botón. La señora Ada Colau proclama que no es nacionalista ni independentista, pero a continuación afirma que en el referéndum/barbacoa del 9-N votó Sí-Sí. ¿Se puede entender esto?
Vaya por delante que me parece tan respetable un sí-sí, como un sí-no, un no-no y hasta, si lo hubo, un no-sí (aunque sea un atentado contra la lógica). Pero lo mínimo que se le puede exigir a alguien es que sea coherente en sus afirmaciones. Y Colau no lo es. Porque no se puede votar sí-sí, es decir, votar a favor de la independencia, y a continuación manifestarse como no-nacionalista y no-independentista. Y si eso resulta que lo entiende un niño de teta, pues que me traigan al niño de teta. O que se lo lleven a la señora Colau.
(Continuarà...)

dimecres, 20 de maig del 2015

PONGA UNA MONJA EN SU MESA



Cuando la realidad se degrada, aparece la farsa, y cuando la farsa se convierte ella misma en la realidad, entonces surge el esperpento. Y en ésas estamos. Se dice, medio en broma medio en serio, que al rumbo en castellano se le llama derrota por la cantidad de veces que los barcos españoles han sido derrotados. Se non è vero, è ben trobato, que se dice… Y parece que la derrota trazada en la hoja de ruta del «procés» va camino, no de Ítaca, sino del esperpento.

Leo con estupefacción que la monja Forcades está dispuesta a pedir una excedencia para exclaustrarse y concurrir como candidata a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, al parecer, bajo las siglas de un partido o movimiento que ella misma ha contribuido a pergeñar y del cual parece ser su más destacado activo. ¿Excedencia ha dicho? Uno pensaba que esto eran cosas mundanas, de funcionarios. Pues parece que no. ¿Se acuerdan? Teresa Forcades, la monja médico que se opuso a la vacuna contra la gripe A, y a la cual pillaron poco después en un congreso de ufología o algo así. Pues no va en broma, porque además afirma, como se puede ver en el enlace, que no pertenece a ninguna orden y que para los benedictinos y benedictinas –su «orden», es de suponer- cada monasterio es autónomo. O sea, que a ella no le manda ni Dios y que aquí paz y allá gloria. Debe ser cosa de «vocación». No se lo pierdan, de izquierdas, independentista y monja de Montserrat. Ahí queda eso. ¡Si Marx levantara la cabeza!

Pero como hay que estar en todo, de eso sabe mucho la Iglesia, tampoco le falta el brazo espiritual a la derecha, a la independentista en este caso –Rouco debe estar al borde de un ataque de apoplejía-. Sor Lucía Caram es una dominica paisana de Bergoglio, actualmente conocido como El Papa Francisco, convertida a la causa independentista. Ha apoyado públicamente a Mas y a Trías, y ha participado activamente en actos públicos de CIU. Entre las perlas que nos está soltando esta nueva monja mediática, cabe destacar sus elogios de la política social de Artur Mas –hace falta mucho valor, o mucha fe-, su rotunda afirmación de que ella «no hace política», sino de monja cojonera, y el anatema lanzado contra los despreocupados: «Es pecado quejarse y no ir a votar». Así que alerta los frivolones que mucho protestar, pero luego, a la hora de la verdad, el domingo de elecciones se quedan durmiendo la resaca o dándole a la molicie tomándose birras mientras ven las películas que se bajaron por la noche. Por cierto ¿No tienen sección femenina los trapenses? Son los que tienen prohibido hablar...

La cosa no acaba aquí. Para mi perplejidad, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se nos informa que de los 129 presidentes de la Generalitat de Cataluña que ha habido hasta hoy, 120 de los 122 que hubo hasta el año 1714, eran eclesiásticos. Un porcentaje nada desdeñable ¿no les parece?; así que nada que pueda sorprendernos y mucho ojito, que esto aquí ha sido «siempre» de lo más normal. Y si de lo que se trata es de volver a las esencias... Luego hay gente que se escandaliza de mis afirmaciones sobre el «masoverismo» de los Terricabras y Junqueras, por cierto, ambos también exclaustrados –como los Carod, Colom, Prenafeta y tantos otros exdirigentes independentistas desertores de la hostia… No, mejor no me tiren de la lengua-. Y resulta que me quedaba corto ¿Masoveros decía? En siervos de la gleba es en lo que nos van a reconvertir como no nos andemos con ojo… De momento ya sabemos que el que no vote, que no se queje porque es pecado. De ahí a pecar no votando a quien se debe, va nada.

Si es que se veía venir. A la ramplona estética neocarlistoide le faltaba un brazo auténticamente espiritual, ya lo tenemos, y a derecha e izquierda. A partir de ahora, el político que no tenga una monja que exhibir no será nadie. «Ponga una monja en su mesa», podría ser el nuevo mantra. ¡Ay, Berlanga! ¿Por qué nos dejaste, con la falta que nos estás haciendo?
Eso sí, parece que el Vaticano ha llamado a capítulo a ese par de hermanas metidas en política. Debe ser cosa del gobierno español y sus arteras maniobras. Pero ellas ya han dicho que nanai, la una y la otra. Que todo por el procés. Dijo Marx que el cielo se tomaba al asalto. Ellas, mucho más prosaicas, y como el cielo ya se lo han ganado rezando, o por si acaso, han decidido traernos su paraíso particular a la tierra. O al menos a Cataluña. Y como les digas que no, eres un pecador. Con la Iglesia hemos topado. O tempora o mores…

dimarts, 19 de maig del 2015

PEDAGOGÍA AD HOMINEM



No es extraño que la Lógica haya desaparecido de los programas de estudios de Bachillerato. De lo contrario, tal vez resultaría más fácil detectar las falacias de ciertos discursos que, como el pedagógico actual, consisten en descalificar previamente a cualquier posible adversario mediante la utilización del conocido argumento ad hominem. Es decir, desacreditar de entrada a cualquier posible adversario mediante el procedimiento de desautorizarle por ser quien es, donde ese «quien es» presupone unas características que le deslegitiman para el debate. Una vez efectuada esta desacreditación, el despliegue del propio discurso acostumbra a transcurrir por la falacia ad verecundiam (o magister dixit), consistente en la autoreivindicación de la propia autoridad, eso sí, con las más de las veces impostadas alusiones a supuestas verdades incontestables, a las que se recurre como fundamento de validez definitivo de la verdad que se está exponiendo.

No hace mucho ironizaba Gregorio Luri sobre el manido recurso al mantra «La neurociencia ha demostrado que…», y hoy precisamente hallo en el blog de Alberto dicha locución textualmente citada a propósito de uno más de tantos innovadores pedagógicos. La verdad es que tanta alusión recuerda de muy cerca aquella frase que se atribuye a Disraeli sobre la mentira. Hay tres formas de mentir, decía, a saber, decir todo lo contrario de la verdad, decir sólo parte de verdad y, finalmente, dar una estadística. Más llanamente, aquello de “está estadísticamente demostrado que…”. Pero, en fin, dejemos por ahora estas modalidades de argumento ad verecundiam y volvamos al argumento ad hominem.

En su modalidad más clásica, la falacia pedagógica ha consistido en estigmatizar al profesorado con todas las posibles connotaciones peyorativas propias de los sistemas de enseñanza, digámoslo así, «tradicionales». Desde el autoritarismo jerarquizado inherente al anacrónico binomio docente/discente, hasta el carácter obsoleto de los métodos de aprendizaje impropios de un sistema educativo inscrito una sociedad democrática y altamente tecnologizada, donde la información prima sobre una formación que, al parecer, se adquiere mediante el desarrollo ex nihilo de la creatividad, de la emotividad y de las potencialidades de la inteligencia múltiple que, como todos sabemos, está también científicamente demostrada. Añádase a todo esto la proscripción del esfuerzo, de la memoria y del saber compartimentado en materias que no se corresponden con la complejidad de los problemas prácticos que se nos presentan, y el cóctel está servido. Eso sí, agítese antes de usarse.

En román paladino ¿De qué me sirve haber aprendido derivadas si luego, las únicas con que habré topado en mi vida serán las que me forzaron a aprender en la escuela, o en el peor de los casos las realizará el ordenador? ¿Para qué el inútil ejercicio de memorizar las preposiciones? ¿Qué utilidad tiene una lengua como el latín, que hoy no habla nadie? ¿Para qué sirve estudiar las categorías que un tal Aristóteles estableció hace dos mil quinientos años? ¿Qué me importa a mí quién fue Euclides? ¿O por qué explicar el principio de Arquímedes si, como les prometo que me espetó la presidenta de los MRP de Cataluña, “eso los niños lo aprenden solos? Y sobre todo ¿por qué he de estudiar todo esto si no me interesa? Porque, claro, a mi lo que me interesa es ser feliz, y nada de eso me lo garantiza, sino más bien lo contrario en la medida que me exige un esfuerzo que no me compensa para nada.

Entre la inutilidad práctica y el «inteligente» desinterés que los «niños» manifiestan ante estos aprendizajes, ya hemos conseguido cargarnos literalmente lo que, antes dignamente y hoy peyorativamente, se conoce como «saberes académicos». Y mucho ojo, porque hay más. Si uno protesta, es porque está defendiendo su statu quo corporativo.

Hay otra modalidad más reciente de utilización del argumento ad hominem por parte de los pedagogos que, incorporando en su acerbo la falacia original, está mucho más elaborada y, en cierto modo, es su superación dialéctica. Prueba de su mayor nivel de sofisticación es que está resultando mortíferamente más efectiva, hasta el punto de que ha arraigado en el imaginario colectivo como un auténtico mantra, incluso ante la incontestable evidencia del estrepitoso fracaso que ha resultado de la aplicación del modelo en la práctica. Surge, precisamente, como legitimación y superación discursiva de este fracaso, no precisamente asumiéndolo, sino negándolo a la vez que atribuyéndolo a un culpable. Sí, como antes, pero con un añadido más que significativo.

Si el paraíso pedagógico no ha llegado, a la vez que se afirma estar objetivamente en él, es porque hay un culpable. La culpabilización estaba también implícita en el anterior argumento, pero esta vez la elaboración será mucho más sutil. Algo así como aquello de Marcuse y las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución. Las condiciones objetivas para la revolución, decía Marcuse, se daban ya en las sociedades occidentales de los años sesenta ¿Por qué no se producía entonces la revolución de una vez? Porque no se daban todavía las condiciones subjetivas. He ahí el problema. Pues bien, el planteamiento pedagógico superador parece ir en una línea parecida. Estamos, objetivamente, en el mejor de los sistema educativos posibles. Esto se toma como una verdad axiomática que no admite réplica. ¿Por qué, entonces, siguen produciéndose molestas disfunciones que nos dejan en ridículo, por ejemplo, en PISA, o tantas otras que cada vez es más difícil negar?

Dicho sea de paso que uno más bien tiene la sospecha que a pedagogos, autoridades educativas y políticos, tan maravillosamente conchavados, les pasa lo que a aquel general que citaba Larra, y al cual aludía hace unos días. Habiendo recibido el aviso de que se divisaba al enemigo, ordenó que se les lanzara un cañonazo, y al objetarle su edecán que estaba fuera de alcance, ordenó que en lugar de uno, fueran dos cañonazos. Pero claro, no es este un análisis –la perseverancia en el error- al que sean muy sensibles los antecitados, de modo que sigamos con la interpretación «marcusiana». Si estamos objetivamente en el mejor de los sistemas educativos posibles, sus disfunciones han de ser necesariamente de origen subjetivo. ¡Claro! El profesorado que defiende modelos anacrónicos, pero ahora a la culpabilización se le añade un elemento mucho más sofisticado: carece de preparación para llevar a cabo las tareas que tiene encomendadas.

Y con ello llegamos a la auténtica piedra de toque de esta reformulación del argumento ad hominem, la afirmación a priori según la cual «el profesorado necesita más formación». Una modalidad sofisticada de falacia que presupone a su vez la atribución de autoridad a quien la profiere, argumento ad verecundiam, es decir, una suerte de argumento de autoridad previo que faculta para argumentar ad hominem descalificando de entrada cualquier posible objeción, entre otras cosas acaso porque el que objete, si no está lo suficientemente formado, no sólo carezca de enjundia suficiente para contra argumentar, sino que muy probablemente, como es el caso, ni tan sólo sea consciente de su falta de formación, una característica, ésta, que como es bien sabido, forma parte de los atributos de la condición de ignorante.

No será sin duda un argumento muy respetuoso para con el potencial oponente, pero es sin duda efectivo si se consigue que así sea percibido, no sólo por parte de los «espectadores», sino incluso en ocasiones por los mismos aludidos. Efectivamente, si de entrada afirmo que alguien necesita formarse, así, sin más, estoy diciendo que no está formado y, en consecuencia, que muy probablemente no entenderá nada de lo que tenga que decirle hasta que no esté debidamente formado bajo mi dilecto magisterio.

Siempre, y por encima de todo, lo que hay que eludir es el debate sobre el modelo. Porque claro, es el mejor de los modelos educativos posibles, sólo que seguimos empeñándonos en enseñar y ahora la cosa ya no va de esto.
Algunos, más que necesidad de formación diríamos de deformación, pero claro, si de entrada te han dicho que no estás formado, estás desautorizado para replicar, y con ello estamos otra vez al cabo de la calle. Eso es lo que hay. A los profesores franceses, hoy en huelga, no parece que les entusiasme tampoco la idea, ni a sus sindicatos, a diferencia de la mayoría de los de aquí. Claro, como comenta irónicamente Jorge en su blog, es que son reaccionarios. ¿A quién se le ocurre pretender explicar física a chavales de banlieue? Parece evidente, sólo a un reaccionario.

dilluns, 18 de maig del 2015

REFLUJO Y CANTO DEL CISNE(?)



Como era de prever, el reflujo del «procés» tiene como correlato un aumento inversamente proporcional en su agresividad a la pérdida de masa crítica que experimenta, sobre todo por la indignación de los sectores más activos y enfervorizados. Una masa crítica que socialmente acaso nunca llegó a alcanzar, pero que unos medios de comunicación en exclusiva a su servicio permitieron que se percibiera, para quien así quisiera percibirlo, como algo más que un espejismo: como una realidad a tocar.

Queda mucho por ver todavía, pero, efectivamente, no resulta muy difícil detectar este aumento de agresividad, rapsódicamente asincopado con el inevitable tono de reproche acusador propio del que siente agraviado a la vez que perdiendo fuelle. Tal vez la única oportunidad que tuvo el independentismo de materializar políticamente su hegemonía mediática fue cuando el referéndum/barbacoa del 9N. Porque aunque fuera una mojiganga, no lo vivió así el independentismo, ni el abducido ni el abductor, sino como un éxito en toda regla.

No podemos saber qué hubiera ocurrido de haberse convocado elecciones catalanas para un par de meses después, con una candidatura independentista única que incorporara, como mínimo, a CIU y a ERC, y hasta acaso con las CUP ejerciendo de comparsa. Pero lo cierto es que ahora, y de cara a la inmediata cita electoral municipal del próximo domingo, las encuestas más bien auguran un retroceso global del independentismo en conjunto. Un retroceso que coincide con otros sondeos según los cuales el independentismo perdería un referéndum sobre la independencia, más o menos por un 55% contra un 45%. Como en Escocia. Ítaca no parece pues al alcance de la mano, sino que más bien recupera su condición de metáfora, ora literaria, ora existencial, ora terminal.

Y de ahí la progresiva crispación que se traduce en esta intensificación de la agresividad. Ha de haber un culpable, y no basta con España -eso ya se sabía- cuyo gobierno ha tenido un papel en todo esto más bien dontancredista, al menos aparentemente. No, el culpable es el propio pueblo, que no ha sabido entender los designios de sus líderes naturales, o mejor, la parte de este pueblo que, aun sin ser «españolista» -un concepto que para el independentismo engloba a todo aquél que no sea partidario de la independencia de Cataluña, sin matices-, ha tenido una actitud tibia, reservada o indiferente hacia el «procés». Esos son los verdaderos culpables.

La cosa no se acaba aquí, lo he dicho en otras ocasiones, pero, de momento, hemos entrado ya en la fase de los agravios y los reproches. Algo de esto ocurrió ya con el jurista de ICV que se desmarcó de la comisión parlamentaria sobre la consulta/chirigota, afirmando que aquello ni en Guinea. Ahora están apareciendo muchos más casos, en una nueva escalada de la tensión que requiere todo sentimiento de agravio. Hay mucho botifler, claro.

Hace apenas una semana, una candidata al Ayuntamiento de Girona por ICV-EUA, tuvo que renunciar a estar en las listas ante el aluvión de críticas, insultos y amenazas que recibió por afirmar que “La derechona catalufa em fa fàstic” (La derechona catalufa me da asco). Lo denunciaba Gregorio Morán en su Sabatina de esta última semana. Algo muy digno de reflexión para quien todavía albergue dudas sobre la auténtica naturaleza reaccionaria y carlistoide de esos supuestos movimientos que se llaman de izquierda, pero que son nacionalistas e independentistas por encima de todo.

Se puede hablar de la derechona (española, claro), en Cataluña y en el resto de España ¡cómo no!; de españolazos derechosos, españolones facciosos, carpetovetónicos montaraces, mesetarios irredentos; de gandules que nos chupan la sangre y, me temo, hasta los genes  etc. Y los hay, qué duda cabe; pero a los de aquí, ni mentarlos. Por eso debe ser que no se puede hablar de «derechona catalufa» en Cataluña, al menos sin que te caigan chuzos de punta. ¿No la hay acaso? ¿No hay derechona en Cataluña y no la podemos llamar como nos salga de los "güelfos"?

A ver, y más allá de la utilización del término catalufo, un peyorativo utilizado más bien por los sectores anticatalanes más irredentos, tan casposos como los antagonistas a los que insultan ¿Es que no hay «derechona» catalana en Cataluña? ¿No la hay españolista y/o catalanista, respectivamente y según les convenga? ¿Por qué no se puede calificar de «derechona catalufa» a Millet, por ejemplo? ¿O al muy honorable evasor de impuestos? ¿No es el peyorativo una categorización que los sitúa donde merecen? Pues por lo visto, no. Quien todavía no lo entienda, no creo que llegue a entenderlo nunca…

Y otro ejemplo –nada de anécdota- que ya no sé si considerar al mismo nivel o, si cabe, peor, que el caso que acabo de citar. Se trata de un mensaje de whatsapp que está circulando por las redes. Yo lo he recibido, de remitente conocido y, supongo, convencido británicamente impertérrito. Dice así: “(xxx): Demanem que es publiquen els noms de les 6 families que han obligat a la resta de catalans a sacrificar la seva llengua. Passa-ho. Si ets independent, envia aixo a 5 contactes”.

Me he permitido resaltar en rojo las faltas de ortografía o de sintaxis.   La traducción sobra: se piden los nombres de las seis familias que, supongo, pidieron la escolarización de sus hijos en castellano y que, si no me equivoco, obtuvieron una sentencia que obligaba a impartir el 25% del currículo en castellano.

Vamos a dejar de lado que el 25% del currículo equivale a dos materias, incluida la de lengua castellana, y que en la mayoría de centros catalanes esto ya ocurre –como precisamente es el caso del centro «denunciado»- incluso en más del 25%, les guste o no a las autoridades educativas catalanas, por más que lo nieguen en aras al pesebre virtual que se han montado. Y vamos a dejar de lado también la nauseabunda polémica que sobre tal cuestión se acostumbra a producir, tanto por parte de tirios como de troyanos. Volviendo a lo nuestro, aquí lo que interesa resaltar son dos cosas.

La primera, que estamos -perdón, están- pidiendo nombres… ¿Para qué? ¿Con qué objetivo? ¿Para someter a esta gente a un escrache? ¿Para boicotearlos? ¿Pero esto qué es? Y cuando la ocasión lo requiera ¿Se exigirá una lista de comunistas, de ateos, de quienes no visitan con regularidad Montserrat o de los que no fueron a votar el 9-N (esta ya la tienen)? ¿De qué tipo de regímenes políticos son propias estas iniciativas?

La segunda, una comparación que no puedo evitar. Frente al asesinato del profesor Abel Martínez Oliva el pasado 20 de abril en el instituto Joan Fuster de Barcelona, se decretó la más absoluta opacidad sobre el alumno asesino, dada su condición de menor de 14 años y su consiguiente inimputabilidad, y sobre su familia, incluidos nombres y apellidos y domicilios. No se sabe nada de ellos. O no se puede decir públicamente nada de ellos, a menos que esté uno pidiendo a gritos que lo empapelen. Aquí, en cambio, se exige luz, taquígrafos, nombres, apellidos, y puede que domicilios… en gran parte por muchos de los mismos que minimizaron el homicidio calificándolo de «hecho desgraciado» cuya mayor víctima es el asesino. ¿Nos hemos vuelto locos?

En la fase del reproche y del agravio en la que acabamos de entrar, prima la caza de brujas. Y parafraseando a Himmler cuando aseguró protección al profesor universitario judío de Rudolf Hess, ellos deciden quién es bruja. Está claro quién se ha decidido que lo es y quién no. Todo por la patria.

No sé si será el canto del cisne, me temo que no. Pero puede que se le parezca. Y puede también que el próximo domingo no arroje unos resultados excesivamente sorprendentes, aquí en Cataluña, dado que sólo son municipales. Pero ellos saben que aun así, se trataría de un «éxito» como el de Susana Díaz en Andalucía. Luego vienen las elecciones catalanas que no se convocarán, y después las generales, es decir, la catástrofe. De ahí su progresivo nerviosismo.

Tal faràs, tal trobaràs...

dissabte, 16 de maig del 2015

RECOMENDANDO: ABSTENERSE TIMORATOS Y/O HIPÓCRITAS (16-05.2015)


Dice hoy Manuel Cruz en el artículo "Hasta el monstruo es una víctima", en "El Confidencial" (16/05/2015). El artículo, por cierto, es un auténtico alivio: ¡no soy el único!


(...) " Algo parecido ocurría poco después en Barcelona. Como señaló Mercé Ivars en un magnífico artículo (“La víctima es Abel Martínez”, El País, 07/05/2015), cuando un joven estudiante apuñaló a un profesor en el instituto Joan Fuster de Barcelona, la consellera Irene Rigau se apresuró a señalar que la víctima era el chico, lo que, de manera casi automática, convertía el apuñalamiento en un “desgraciado hecho”, “trágica agresión”, “triste suceso” o cualquier otro eufemismo con el que quedaba desactivada la auténtica carga de lo sucedido, mientras que, por su parte, el fallecido era relegado a la mera condición de “el maestro difunto”, sin más.

Aunque no llegara a tales extremos, análogo bloqueo mental, perplejidad teórica o confusión conceptual parecía detectarse en los redactores de la convocatoria que hizo pública CCOO, titulado “Rebutgem i ens oposem a qualsevol tipus de violència”, llamando a una concentración silenciosa de rechazo ese mismo día. ¿A qué aludía ese puntilloso “cualquier tipo de violencia”? ¿Qué reproche temían los autores del escrito? ¿Acaso cuando se denuncia una violación o un episodio de mal trato, de género o infantil, tanto da, alguien añade a continuación la misma puntualización? ¿No se puede condenar un caso de violencia sin, a renglón seguido, condenar “todas las demás”? (...)

El artículo completo AQUÍ.

(Se lo recomiendo encarecidamente a los "compañeros"(!) de CGT-Ensenyament, que se ha permitido citarme explícitamente, en un hediondo pasquín, como ejemplo de criminalización del "pobre" alumno homicida.