dilluns, 30 de novembre del 2015

EL ÚLTIMO TRUCO O LA COMEDIA DE FALSET



Ayer, los medios anunciaban que la CUP había decidido en asamblea no votar la investidura de Mas… bajo ningún concepto. Hubo otras opciones, que si bajo ciertas condiciones, que si esto, que si aquello, pero ganó el NO-Mas. Hoy, en una nueva pirueta retórica que nos indica que los dirigentes de la CUP no le van a la zaga a Mas en el dominio del noble arte de la prestidigitación, y acaso tras algunos «baños» de pragmatismo, se nos dice que, bueno, que ya veremos, que no se descarta nada. Y entonces es cuando uno ya no entiende nada. ¿No era la CUP asamblearia? ¿No fue su asamblea la que decidió el no a Mas? En fin, dejemos lo de la CUP porque no tiene remedio…

Nos encontramos en el final de una sesión de ilusionismo que hasta ahora ha sido muy mala, con el público cabreado y con los tomates y los huevos podridos a punto de ser lanzados. El prestidigitador se la juega en el último truco. O le sale bien y sorprende al público, o esto acaba para él como «La comedia de Falset», que decimos por aquí -una legendaria función teatral que en dicha población de Tarragona, acabó con el público corriendo a gorrazos a los actores, que tuvieron que irse por piernas con lo puesto. ¿Pero hay último truco?

Yo creo que sí, queda el «tamayazo». Probablemente no tan a lo bruto, pero «tamayazo». Es decir, recurrir al transfuguismo inducido. Es posible que, a medio o incluso a corto plazo, tal recurso se revuelva contra sus inductores, pero es el único que le queda ahora mismo al Sr. Mas si quiere seguir como presidente de la Generalitat de Catalunya. En estos momentos la CUP está en el punto de mira, porque de abjuración depende el destino del Sr. Mas. ¿Pero ha de ser necesariamente el Tamayo catalán de la CUP? ¿No andarán buscando también pesca en otros caladeros? Cuidado con la sorpresa. Cuidado con el último truco.

En el escenario que nos estamos planteando, asumamos que la CUP le niega el voto a Mas y que el único recurso es el «tamayazo». Parece entonces que, al menos de entrada, el lugar más lógico para buscar tamayos sea entre la bancada de la CUP. Además, como el transfuguismo crematístico se revestiría de una inevitable pátina de ardor  patriótico, la cosa se presentaría incluso como una responsabilidad moral. En realidad, basta con que la CUP se abstenga y dos de los suyos voten a Mas. ¿Pero cuáles? Porque las bases pueden tomárselo a mal, habiendo votado en asamblea lo contrario. Además, la operación tendría como consecuencia no sólo la investidura de Mas, sino la fractura en la CUP; lo cual, dicho sea de paso, no sólo sería un gran consuelo para Mas, sino también, y sobre todo, para una ERC sorprendentemente agazapada en estado letárgico y sin que apenas diga esa boca es mía en todo este embrollo. 

Pero todo esto, a menos que sean tontos de baba, lo saben también los dirigentes de la CUP. El tamayazo puro y duro a lo Esperanza Aguirre tal vez no acabara con la CUP –aunque puede-, pero sería la tumba definitiva de Mas y sus mariachis; de ninguna manera podría soportar tal desprestigio y escándalo en las actuales circunstancias y acosados por las imputaciones de corrupción. Así que puede que precisamente en esto consista precisamente el truco: en que no sea el truco que nos pensamos, sino otro. Especulemos.

Supongamos que, finalmente y en un gesto de buena voluntad hacia «El Procés», la CUP decide, de acuerdo con la decisión de sus bases, no investir a Mas, pero no votando contra su investidura, sino absteniéndose. Los tamayos vendrían de otra bancada y la CUP mantendría este halo de pureza virginal que tanto se autoarroga. Basta con su abstención y que un par de tunos de otros grupos voten a Mas. ¿De qué otros grupos? Pues mejor no especular sobre ello, y aunque tenga candidatos, mejor me los callo; tamayos los hay en todas partes desde que el mundo es mundo. Y si pusiera la mano en el fuego por si ya han sido tanteados, no creo que me quemara.

¿Que seguiría siendo un escándalo? Por supuesto. Pero en el nanoplacismo que hoy impera en la política catalana, hablar de tres meses es hablar de un lustro. Porque el truco puede no servir si no se lleva a cabo antes del 20 de diciembre, ya que entonces, cabe la posibilidad que ERC hubiera superado a Mas en las generales, y que Junqueras decidiera activar su candidatura, a la cual no sería tan reacia la CUP, ni probablemente algún que otro grupo, pero entonces Mas se iría para casa. Y todo esto, no lo olvidemos, es para salvar al soldado Mas.
Así están las cosas.

diumenge, 29 de novembre del 2015

UNAS JORNADAS PROVECHOSAS


Este año el tema era «MODAS Y TENDENCIAS EDUCATIVAS». Y el balance, ya concluidas, de nota, de nota muy, muy alta. Pudimos contar con la presencia y colaboración de cualificados y auténticos expertos en la materia, como José Manuel Lacasa, Gregorio Luri, Alberto Royo… y la acogida por parte de la numerosa asistencia fue excelente. Un resultado que anima a muchas cosas, entre otras a seguir con estas jornadas ya consolidadas.

No creo que sea caer en un raptus de euforia que manifieste mi satisfacción y que podamos felicitarnos colectivamente por el éxito. Enhorabuena a los ponentes, enhorabuena a los asistentes, y a todos aquellos que con su trabajo las hicieron posibles.
Se habló de muchas cosas, relacionadas todas ellas con la temática indicada en el título, y el debate fue en todo momento muy animado y solvente, con gran participación de los asistentes. Ahora a por las siguientes, y a ver si mantenemos el nivel. Ya iremos comentando más adelante algunos de los interesantísimos temas que se abordaron.

 
 

dissabte, 21 de novembre del 2015

LA SOSPECHA METAFÍSICA: A PROPÓSITO DE «PROFESORES Y MACARRAS» (II de II)



La primera intuición que me puso sobre la pista son los textos autoría del Sr. Terricabras en sus aportaciones a la LEC, la ley de educación de Cataluña. Que no se alarme nadie, no voy a hablar del «Procés»; y al Sr. Terricabras y a su Weltangschaüng «masoverista» ya les dediqué las correspondientes entregas en su momento. No, no va de eso. Pero ya sabrán ustedes que Cataluña ha sido y es el laboratorio educativo español por excelencia, muy especialmente en lo tocante a llevar a cabo experimentos educativos nefandos. Y al fin y al cabo, lo que dijo el Sr. Terricabras no es más que la formulación emblemática de los que otros muchos están diciendo, como recientemente el Sr. Marina, por ejemplo.

Pues bien, en dicho preámbulo a la LEC, se decía explícitamente que  El docente deberá estar adscrito al constructivismo pedagógico y deberá acreditar «fiabilidad moral». Como anécdota, diré que en una reunión que sostuve con él, replicó a eso de la «fiabilidad moral» con la payasada de que estaba refiriendo a los «Moral Sciences Club’s» ingleses. Y como siento una especial debilidad por este individuo, diré también que en el transcurso de la reunión afirmó que, como en Lógica, si parto de un antecedente falso, la consecuencia será también falsa. Le repliqué que, como licenciado en Filosofía y profesor, me veía en la obligación de recordarle que en Lógica Formal no es así. Enrojeció súbita y vesánicamente aduciendo pretextos ininteligibles. Y es que Terricabras, a parte de excura y europarlamentario por ERC, es catedrático de Universidad… concretamente de Lógica. Pero vayamos al grano.

La segunda pista me la ha aportado la intervención en este blog  de «Carmina mismo», a propósito de la anterior entrega. Dice textualmente Carmina Mismo, a quien agradezco la intervención que tomo prestada:

Me pregunto yo si en el Registro Central de Delincuentes Sexuales entran los padres de los alumnos o los directores de los centros. Y puestos a preguntarse, si entran los propios alumnos. Pienso que de crearse tal furibundo registro sería también menester entrar a los pedagogos, con esa tendencia tan natural que presentan a "ser amigos de los niños". Menuda hipocresía social o patología psicopolítica. Enhorabuena por su artículo.”

Si el texto no es electricidad, será como mínimo conductor de ella. Lo digo por lo siguiente. Se alude a que también los pedagogos, tan proclives a ciertas aproximaciones al alumno que en cierto modo podrían propiciar condiciones indeseadas para nefandos fines inconfesables, deberían también estar debidamente registrados. Pero si a tan innegable y veleidosa proclividad, le añadimos la voluntad de comisariado igualmente explícita en la peña psicopedagógica, voluntad que se ha visto investida de facultad por las autoridades educativas, tal vez su función en todo esta urdimbre sea otra y se troque de objetos de registro sexual a sujetos registradores. Es decir, comisarios de la moral. ¡Su sueño realizado!

Y si ponemos en relación los designios terricabrianos sobre los docentes -en perfecta sintonía con los de la Comunidad de Castilla-La Mancha, por ejemplo-, con la intuición alumbrada por «Carmina mismo», puede entonces que empecemos a percibir por dónde pueden ir los tiros, y que lo que en principio podría parecer un delirio onírico, siguiera alí cuando despertemos. La pesadilla no sería el sueño, sino la vigilia. Y ojo con los sueños, que como aparezcan niños o niñas, según las variadas opciones sexuales hoy vigentes, puede que haya demonio. No, perdón, demonio no, esto lo decía la Inquisición; puede que haya pedófilo en potencia. O pedófila, claro; que también está a la diosa Eos, no la olvidemos. 

Porque se sabe cómo se empieza, pero no cómo se acaba. Y no habiendo incidencia social que justifique tal medida, no puede obedecer sino a un futuro escenario de más largo alcance. ¿Basta con no haber cometido un delito de pederastia para no ser un pedófilo? ¿Y si alguien presenta tan aberrante tendencia pero se la aguanta resistiendo cristianamente a la tentación? ¿Puede ser alguien así docente, rodeado todo el día de niños, o de adolescentes, según el sentido de sus tendencias, resistiéndose indefinidamente a tamaños objetos de tentación? ¿No sería un individuo, o «individua», de tales perfiles una amenaza potencial? Pero entonces ¿cómo lo podemos saber?

Los psicopedagogos nos lo dirán. No lo duden, Y se pondrán en ello. Lo que procede es un certificado de idoneidad emitido por los expertos, ellos, no uno policial que simplemente diga que el fulano en cuestión no ha cometido ningún delito sexual. ¡Qué sabrá la policía en comparación a un experto educativo de estos que tanto abundan! Porque, sí, puede que el sospechoso metafísico no haya cometido ningún delito hasta ahora ¿Pero asegura esto que no lo vaya a cometer? ¿Eh?

Y no se rían. Como esto alguien con poder decida tomárselo en serio, vayámonos preparando para test detectores de pedófilos y pedófilas en potencia, se aprovechará para muchos otros fines, que es de lo que se trata, no lo duden. Y entrevistas para detección precoz de la pedofilia, con la correspondiente terapia. Con algunas me reiré, lo reconozco. Por lo de enaltecimiento de la bobería que tiene la cosa. Al final será verdad lo del argumento ontológico de San Anselmo, como mínimo el principio y el final: "Dice el insensato....... y por que lo dice, es insensato"


dijous, 19 de novembre del 2015

LA SOSPECHA METAFÍSICA (I de II): A PROPÓSITO DE «PROFESORES Y MACARRAS»



Es verdad, como apunta acertadamente Guachimán en su comentario a la anterior entrega, que la ley 26/2015 sólo contempla la exigencia del certificado de «buena conducta sexual» para aquellos que accedan a la función docente o cualquier otra que implique relación con infantes o adolescentes. Como también es verdad, tal y como apunta Manolo, que algo de esto ya existe, en la medida que cada vez que se produce una sentencia condenatoria hacia un pedófilo, el juzgado está obligado a informar de ello a la empresa que le da trabajo; o, como afirma Jordi en otro comentario, también se exige para ejercer en Inglaterra, como seguramente en muchos otros países civilizados. Alberto, por su parte, y creo yo que con buen tino, apunta más bien hacia el pretexto facilitador de una posible caza de brujas.

El caso es que no parece que ciertas administraciones educativas hayan podido esperar a que exista el debido registro. Y créanme que es sintomático. Porque tampoco es menos cierto que exigen supletoriamente un certificado penal, y no sólo para los que acceden a la docencia, sino para todos aquellos que ya la están ejerciendo. Al menos según la información y los datos que aporta el diario.es, con alusiones directas a una comunidad autónoma muy concreta y declaraciones de dirigentes sindicales y juristas. La veracidad de la información me parece, pues, solvente. Y si no fuera así, que lo desmientan las instituciones y las personas referidas.

Y es que las cosas no lo son en sí, sino en contexto. Si se me permite parafrasear groseramente a Heidegger, somos «seres en el mundo», o a Ortega, somos «nosotros (yo) y nuestras (mis) circunstancias». Una cosa es que un determinado requisito se exija para acceder a algo, ora exigido desde siempre, ora a partir de un determinado momento, y otra muy distinta que se les empiece a exigir a todos los que ya están ejerciendo. Porque, en ambos casos, cabe aducir motivaciones causantes, pero son muy distintas según uno u otro. Incluso si sólo afecta a los que van a acceder a la profesión, no es lo mismo si se ha exigido desde siempre que si se empieza a exigir a partir de un determinado momento; no hay medidas estrictamente decorativas, sino que todas ellas obedecen a un hecho causante que, es de suponer, se pretende evitar. Y si la medida se impone ex nuovo, entonces es que un problema que no existía o cuya incidencia era ínfima y controlada, se ha descontrolado y ha pasado a tener una significatividad que sólo puede consistir un aumento en la frecuencia de las incidencias de tan escabroso cariz como es la pedofilia entre el profesorado.

Porque si hasta la fecha los casos de pederastia eran estadísticamente irrelevantes –no por ello menos reprobables- y a partir de ahora resulta que se exige algo que hasta ahora no se exigía, ha de ser porque han aumentado significativamente, de otro modo no se entiende, más aún si se extiende la medida a todo el colectivo. Ergo, inevitablemente, al menos desde la perspectiva de las administraciones que han impulsado la medida, debemos estar ante un aumento de las incidencias hasta el punto que está justificada la alarma social y cabe poner por ello bajo sospecha a todo un colectivo. Ya digo, de otro modo no se entiende.

¿Ha ocurrido esto? ¿Se ha detectado en los últimos tiempos un aumento de los casos de pederastia entre el profesorado –profesores y profesoras- que justifique tal alarma? ¿Han aparecido y vienen apareciendo recientemente e in crescendo noticias sobre niños y niñas o adolescentes y «adolescentas» objeto de abusos y vejaciones sexuales por parte de maestros y maestras o profesores y profesoras? ¿Existe una alarma social, real o inducida, que reclame tomar urgentemente medidas ante tales supuestas aberraciones?  La respuesta es, en todos los casos, clara y rotundamente, no. ¿Entonces, a qué viene tal medida? ¿A qué motivaciones responde? Y ahí es donde entramos, no sólo en el contexto, sino a lo que éste nos lleva: cui prodest.

En un estado de derecho existe lo que se llama la presunción de inocencia. Cualquier individuo, por indeseable que nos resulte y por peor que nos caiga, en tanto que ciudadano y sujeto de derecho, no ha de acreditar que es un no-pedófilo, un no-corrupto, o un no-delincuente en general, sino que es inocente y libre de toda culpa hasta que se demuestre lo contrario. Y si se le acusa de algo, existen los mecanismos legales al caso que garantizan su derecho a defenderse. Y si es declarado culpable, se le aplica la condena que según la ley corresponda. En los casos de pederastia, dicho sea de paso, uno es de la opinión que las penas han de ser particularmente duras. Pero cuidado, porque esto es una cosa, y otra muy distinta poner a todo un colectivo bajo sospecha y con una intencionalidad muy concreta. Y esto último es precisamente lo que se está haciendo, con actitudes mucho más aviesas y de largo alcance de lo que a simple vista podría parecer.

¿Qué por qué digo esto? A ver, de entrada, porque hay un proyecto –ya en fase muy avanzada por lo que refiere a su efectuación- destinado a transformar radicalmente el sistema educativo para reconvertirlo a funciones meramente asistenciales; y las características profesionales y académicas de todavía buena parte del profesorado actual son un estorbo para este proyecto. He explicado esto, entre otros textos, en «Elogio de la Academia y crisis de laEnseñanza», «La Filosofía perdida» o «El modelo educativo ilustrado y susdetractores». Y de salida, porque dicho modelo asistencial previsto para el sistema educativo –sobre todo el público-, requiere de un nuevo perfil, no de alumno, que es a quien hay que moldear, sino de docente reconvertido a educador que lo moldee como es debido; consciente o inconscientemente, pero para ello el educador ha de haber sido a su vez previamente moldeado –podríamos decir tranquilamente «lobotomizado», pero no lo diremos- Y ciertamente se está en ello.

Supongo que quien quiera que esté leyendo esta entrega, se estará preguntando ahora mismo si estoy pretendiendo insinuar algo así como que la acreditación de la condición no-pedófila de cualquier docente está relacionada con el proyecto al que aludía. Pues bien, por más delirante que pueda parecer, sí, esto es ni más ni menos que lo que estoy afirmando. Una fase más de este proyecto, eso sí, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, pero una fase más al fin y al cabo, en el proyecto de destrucción de la Enseñanza y de la desacreditación de quienes la representan –los docentes-. Y ello no porque al 99,9999% de los actuales, los presuntos no-pederastas, la exigencia de acreditación les parezca una humillación más, con las consiguientes mermas en la autoestima del colectivo. Ni tampoco porque, casi con toda seguridad, a los que accedan de nuevo tal requisito de autoconfesión les deje indiferentes; tampoco. Igual algunos hasta se enorgullecen del certificado.

No, la cuestión se me antoja mucho más sutil, y es a partir de dos pistas que voy a correr el riesgo de incurrir en un conspiracionismo aparentemente delirante. Digamos de entrada que para que haya conspiración no es necesaria, sensu stricto, la figura de un conspirador ni la de una camarilla conspirativa iconográficamente representada por personajes siniestros, deformes y malintencionados. No, basta con la lógica del sistema; con la lógica del «monstruo amable», en palabras de Raffaele Simone, autor de la excelente obra con el mismo nombre. Luego, sí, los hay que participan de la conspiración porque les va bien así.

Las dos intuiciones que me han puesto sobre la pista de relacionar algo tan aparentemente disparatado como el certificado de no-pederastia con el proyecto de reconversión del sistema educativo a funciones meramente asistenciales, son las siguientes.
(To be continued...)

 

dimecres, 18 de novembre del 2015

PROFESORES Y MACARRAS, O TODOS BAJO SOSPECHA




Hay veces que, frente a la inquina, comporta ímprobos esfuerzos no reaccionar procazmente. Y hoy es una de estas veces. Resulta que a todos los docentes del país se nos va a exigir un certificado que acredite la falta de antecedentes por delitos sexuales. Dicha certificación, según la ley 26/2015 de  Protección a la Infancia y a la Adolescencia, deberá emitirla el Registro Central de Delincuentes Sexuales, un organismo hoy por hoy inexistente. Pero el celo, nunca mejor dicho, de ciertas administraciones educativas, parece haberles impelido a exigir ya la correspondiente certificación, que a falta de organismo que la pueda emitir, y a instancias del Ministerio de Educación, requiere supletoriamente un certificado de antecedentes penales donde, por cierto, no se especifica la naturaleza del delito en el supuesto que lo hubiera. La presunción de inocencia no parece que sea un derecho si eres docente.

Lo dicho, dan ganas de mandarlo todo a la mierda, sin más. La medida sin duda será aplaudida por una mayoría social indiscutible y el Ministerio acreditará así su preocupación y desvelos por los derechos de los infantes y los adolescentes. Y muchos de los que la aplaudirán son los mismos que, por ejemplo, montarían en cólera si se le exigiera a cualquier residente o ciudadano musulmán que acreditara por los mismos medios no estar vinculado a ningún tipo de actividad relacionada con el terrorismo yihadista; en fin, sobran ejemplos. Pero es lo que hay, y como total, se trata de profesores y maestros… pues leña al mono.

No faltarán tampoco los voceros sicofantes de siempre que incorporen argumentos añadidos sobre los saludables efectos pedagógicos que tendrá en la seguridad psíquica de los alumnos y sus positivas repercusiones en el rendimiento escolar, sabiéndose a salvo, por fin, de los desalmados y pederastas que tanto abundan, por lo visto, entre el personal docente. Porque si se empieza incluso antes de que la ley esté en condiciones de aplicarse -la agencia emisora de los certificados correspondientes no existe aún- será porque sin duda hay una auténtica alarma social y fundamentadas evidencias que aconsejan acometer expeditivamente el problema de este nido de pederastas emboscados que parece ser el colectivo docente de este país. Si no fuera así ¿por qué iban a adoptar tales medidas de urgencia? Nada, como los judíos españoles en los años de la Inquisición, todos culpables, a menos que demuestren lo contrario. Probatio diabólica, se le llama a esto.

Hasta ahora, pensaba uno que las incidencias más frecuentes eran las de acoso a alumnos por parte de otros alumnos-ante los cuales el profesorado está atado de pies y manos-; casos que desgraciadamente sólo salen a la luz cuando la víctima se suicida, la suicidan o la ingresan en urgencias por haber recibido una brutal paliza. También en urgencias hospitalarias han ingresado docentes agredidos por alumnos o por sus señores padres –uno se presentó no hace mucho con una escopeta recortada en un instituto dispuesto a hacer justicia porque habían suspendido a su hijito del alma-. Y eso por no hablar de los insultos y vejaciones verbales de que son objeto los docentes, que se han convertido en amargo pan de cada día, frente a una Administración que los desautoriza, y con los recursos de supervivencia por cuenta propia como única alternativa.

No tiene tampoco uno noticia de alumnos agredidos por profesores, ni asesinados; sí, en cambio, de lo contrario. Pero como todo esto sería muy complejo de abordar, vayamos a lo fácil y resultón: démosle pábulo a la plebe. Para ello, nada como inventar un problema donde no lo hay, o magnificar uno cuya incidencia es ínfima para crear la debida alarma social, y cargar el estigma sobre todo un colectivo. La desacreditación generalizada es definitiva entonces por imposible regeneración pública. Porque el problema no radica en que pueda haber pervertidos entre los docentes, sino en que todos tengan que demostrar que no lo son, con lo cual no sólo se pone a todos los miembros del colectivo bajo sospecha, sino mucho más allá: se sitúa a todo docente bajo una indiciaria culpabilidad que comporta una acusación de la cual se ha de redimir mediante un certificado que acredite su inocencia.

Y esto es peor que una probatio diabólica, por las consecuencias de reprobación y desprestigio social que se ciernen inevitablemente sobre todo el colectivo. Definitivamente, en el proceso inquisitorial que desde hace años se está llevando a cabo contra los docentes, esta vez los advocati diaboli han traspasado todos los límites legales y morales habidos y por haber. Son como el gran inquisidor del cuento que Dostoiewski introduce en Los Hermanos Karamazov: el ateo metido a inquisidor, el pirómano a bombero, el ladrón a policía, el delincuente a político, el pederasta a moralista…

¿Ha pensado alguien en la mortífera arma que se está poniendo en las manos de cualquier desaprensivo? ¿Ha pensado alguien en el redoblado y perverso efecto inhibidor que tendrá incluso sólo la potencial amenaza de una denuncia falsa por acoso sexual en un conflicto entre profesor y alumno? ¿Son quiénes han pergeñado tal perversidad conscientes del aberrante escenario que están propiciando? Sí, claro que lo son, por supuesto que lo son.

Pero hay que tener siempre a mano víctimas propiciatorias a las que colgarles el sanbenito, para que expíen los pecados y  los demonios de una sociedad enferma, de una opinión pública narcotizada, de unos políticos zafios y corruptos... Y nos ha tocado a los docentes. Somos los modernos cabezas de turco, o los judíos de la posmodernidad. Así lo ha decidido quien decide.
Algo huele a podrido en todo esto, que diría Hamlet, el maestro de la duda. Y tal vez sea ya la hora que los docentes disipemos las nuestras y caigamos en la cuenta de que van por nosotros y, o reaccionamos, o estamos acabados. Sólo nos queda, frente a tanto cabronazo, la esperanza de la Eneida: una salus victis, nullam sperare salutem. Empecemos a hablar claro de una vez.

dilluns, 16 de novembre del 2015

ACUERDOS Y DESACUERDOS



Se exclama el consejero en funciones Mas Colell contra la CUP. Por cierto ¿A qué esta manía de poner el guioncito entre Mas y Colell, si por más que uno busque sea imposible encontrar otro segundo apellido? Si no lo hay, entonces es que su padre se apellidaba Mas y su madre Colell, con lo cual, o hay que escribirlo «Mas Colell» o, también opcionalmente, «Mas i Colell». Pero no, se insiste en «Mas-Colell». ¿O sólo tiene un apellido? ¿Será para no confundirlo con el otro? Vale que sea por esto, pero entonces el guioncito ¿qué función desempeña? En fin, y lo digo sin segundas, ¿Alguien sabe cómo se apellida o apellidaba su madre en el supuesto de que «Mas-Colell» sea un apellido compuesto?

El caso es que al Senyor Andreu no parece que le gusten las propuestas de la CUP y carga contra ellas. Vale, de acuerdo, a mí puede que tampoco me gusten. Pero este es uno de los casos en que se hace manifiesto que coincidir en un rechazo  no implica nada más que esto. Y aquí se acaban las coincidencias. Porque a continuación, el flamante economista nos explica por qué no le gustan las propuestas de la CUP, y esto ya es harina de otro costal.

Resulta que, en sus diatribas contra la CUP y reivindicando el buen hacer de los gobiernos de Mas en cuyas filas figura, Andreu Mas esgrime entre tan grandes logros, dos de los que la CUP exige revocar, el proyecto «Visc+salut», una gañanería bajo cuyo nombre se oculta la privatización obsesiva y lucrativa de la Sanidad pública catalana, y ni más ni menos que «El decret de plantillas», que no es otra cosa que la penúltima pata en forma de decreto de la «LLei d’Educació de Catalunya», es decir, la máxima expresión del masoverismo  como modelo de gestión de los centros de enseñanza públicos mediante la legalización de la arbitrariedad, el clientelismo, el nepotismo y la autocracia en las escuelas e institutos catalanes.
Pues no, Mas Colell, va a ser que no. Que no cuela y con vuestro pan os lo comáis… el marrón que ahora tenéis.

EL IRRECONOCIMIENTO CULPABLE



Se cuenta de la época de los maquis una anécdota que viene muy a cuento con lo que está pasando actualmente en Europa occidental con respecto al yihadismo y al integrismo islámico. Igual es apócrifa, pero no por ello menos significativa.

Eran los años cuarenta, uno de los jefes de partida más conocidos y temido era Massana, cuya astucia traía de cabeza a la Guardia Civil. Era una noche cerrada de invierno –y sin embargo nevaba, que decía aquél- y en el bar de un pueblo de montaña la concurrencia trataba de entrar en calor a base de carajillos y pelotazos. Entre la clientela se encontraba el comandante de puesto de la Guardia Civil, asiduo al lugar, acompañado de un número. En eso que entran tres forasteros, abrigados y con el aspecto descuidado propio de haber pasado un buen tiempo a la intemperie, que se apalancan en la barra y piden unas copas. Se hace el silencio en el bar.

Mi sargento, mi sargento, que me parece que es él! Le susurra el número a su superior, refiriéndose a uno de los recién llegados. “¿Pero quién, hombre, quién?” le replica el otro. “El del cartel de la recompensa que está aquí mismo colgado, mi sargento, fíjese, ¡es el Massana!”. “¡Pero qué dice, hombre! Vaya cosas que se le ocurren”, le replica estridentemente el sargento. ¡Pero hombre! ¿Es que no ve que no se parecen en nada? ¡Venga, venga! ¡que le está dando más de la cuenta a la ratafía!”.

Y cuando el supuesto Massana se llevó un cigarro a los labios, se levanta el sargento y se dirige hacia él para darle lumbre, a la vez que anuncia que su cuenta está pagada, “… para que disculpen el error de mi subordinado, que les ha confundido con la partida del Massana”, “Anden con Dios!. Al cabo de un rato, los forasteros se fueron, y aquí paz y allá gloria.

¿Era Massana? Según se cuenta, sí, claro que lo era. El número de la Guardia Civil lo había distinguido… y el sargento también; y precisamente porque lo había reconocido estaba cagado de miedo y actuó como actuó.
Esto, con el añadido de incorporaciones buenistas a las que el sargento era con toda seguridad absolutamente ajeno, es lo que nos está ocurriendo con el yihadismo. Quien por miedo se niega a reconocer lo que sabe, es culpable además de cobarde. Pero también, como ya dijo Jefferson, los pueblos que por seguridad, renuncian a la libertad, acaban perdiendo lo uno y lo otro.

diumenge, 15 de novembre del 2015

PARÍS Y EL ÚLTIMO BANQUETE DE LOS GIRONDINOS

                                                                 Monvoisin, "El último banquete de los Girondinos"



El auténtico problema de la guerra no es que no guste. A nadie, salvo a los psicópatas, le gusta verse metido en ninguna. Y es normal que así sea desde siempre. Pero éste es, en todo caso, un problema secundario si ya te la han declarado. Porque entonces, la cuestión no es si te gusta o no; ni siquiera que reconozcas o no que la haya, sino si asumes que, a pesar de todo ello, estás dispuesto a admitir lo que significa y representa que te la hayan declarado. Y éste es, creo yo, el gran problema de Occidente, muy especialmente de Europa occidental: no querer admitir que le han declarado la guerra, por su incapacidad para reaccionar en consecuencia.

Me van a disculpar, pero la actitud generalizada de la sociedad europea occidental ante la amenaza innombrable, se me antoja similar al banquete de despedida de los girondinos, que tuvo lugar en la prisión de la Conciergerie de París, pocas horas antes de ser pasados por la hoja de la guillotina. Pero con una diferencia.
En el caso de los girondinos, era la serena actitud de los hombres libres hacia lo inevitable por haber sido vencidos; hoy es el miedo a defender la libertad que sabes que te van a arrebatar. Una libertad que, entre otros muchos gracias a ellos, hemos podido disfrutar, con más o menos quebrantos, hasta hoy.

divendres, 13 de novembre del 2015

APORÍAS CUPeras



La CUP ha convocado una asamblea general para debatir y validar qué hace con Mas. Hasta aquí nada de anormal en una formación asamblearia. Lo que sí sorprende es que la propuesta de acuerdo global requerida antes de votar en el Parlament a un candidato, que se supone que será el que pilotará el proceso final hacia la independencia de Cataluña, incluya también la convocatoria de asambleas en otros territorios donde existe la CUP, concretamente Valencia, Mallorca y Perpiñán. Sí, ya sé, son los Països Catalans, y si no está el Alguer será porque allí no existe la CUP, ya que de otro modo sin duda estaría. Pero, oigan ¿no es esto una contradicción? 

Porque si la CUP para tomar su decisión incluye las asambleas de otros territorios, con ello no hace sino avalar las tesis marianistas y de tantos otros que se niegan a contemplar la convocatoria de un referéndum en Cataluña, ni siquiera ad calendas graecas, previa reforma de la Constitución, porque consideran que la decisión incumbe a todos los españoles, amparándose en el actual redactado de dicha constitución.

Se pregunta uno entonces por qué algunos valencianos, mallorquines o franceses de la Catalunya Nord, por el hecho de ser de la CUP, sí pueden decidir sobre el futuro de Cataluña, mientras que el resto de valencianos, mallorquines o franceses, no. De acuerdo, es sin duda una manera de verlo, arbitraria sin duda, pero una manera de verlo al fin y al cabo y se corresponderá con sus estatutos. Pero lo que no es de recibo entonces es que no se admita que la dirección de Podemos impusiera un criterio a sus parlamentarios catalanes, o que los españolistas insistan en que se trata de algo que atañe a todos los ciudadanos los españoles, o lo que, en fin, se le ocurra a cualquiera como criterio de demarcación. Dejo de lado el olvido de sus propias declaraciones en el sentido que el referéndum se había perdido y que, con ello, quedaba excluida por sentido democrático la declaración unilateral de independencia... que anteayer mismo aprobaron.
Lo último será un olvido, sospechoso pero olvido; bien, admitámoslo. Pero lo otro se parece mucho a una aporía, es decir, un enunciado que expresa una inviabilidad de orden racional. En este caso más bien de orden ético, en la medida que se arroga unilateralmente y en exclusiva la legitimidad del propio criterio de demarcación, con el consiguiente rechazo de cualquier reciprocidad. A lo mejor es el pensamiento crítico en versión CUP, a saber… Pero coherente, lo que se dice coherente, no lo es.

CALIENTABRAGUETAS



Ayer, el rotativo «La Vanguardia» en su editorial exigía al gobierno catalán –en funciones- y, muy especialmente, a CDC y a Artur Mas, una rectificación en toda regla, con motivo de la declaración independentista aprobada por el Parlament. Que si se rompe con ello la Constitución, que si es una declaración de independencia encubierta, que si vaya mensaje que se transmite a las cancillerías europeas, que si la mayoría sólo lo es para huir hacia adelante pero no para una gobernación coherente, que si pone en riesgo la autonomía catalana…

Se dice textualmente que se trata de una “… pequeña, triste y deslavazada simulación del Sis d’Octubre de 1934” y aludía a los serios y atribulados semblantes de la mayoría de diputados de CDC, incluido Mas, que acababan de aprobar con su voto la antedicha declaración. A bote pronto, lo primero que se le ocurre a uno sería preguntarle a «La Vanguardia» a qué se pensaba que estaba jugando cuando, hasta hace pocos días, todavía glosaba la figura de Mas hasta límites rayanos con lo «babeante», y apostaba claramente por «El Procés», que hasta dónde a uno le consta, era el proceso abierto hacia la independencia de Cataluña iniciado ahora hace más o menos unos cinco años, con motivo de la conversión al independentismo del otrora elogiado Mas, el mismo al que ayer ponía a caer de un burro.

La pregunta puede que sea ingenua, porque «La Vanguardia» incorpora una tradición que va mucho más allá del Ministerio del Tiempo, y la sitúa de lleno en el Ministerio de la Verdad, en la obscura sede gubernamental donde trabajaba Winston Smith, manipulando y destruyendo documentos previamente manipulados que suplían otros no menos manipulados, siempre en función de las circunstancias, siendo las «circunstancias» lo que en cada caso convenía. Si ahora estamos en guerra con Eurasia, nuestro aliado es Asia oriental, y siempre ha sido así. Si la guerra es con Asia oriental, lo mismo, al revés. Nunca puede haber la menor contradicción «histórica». Sí, claro, es el Nineteen Eighty-Four. Sólo que en este caso, puede que tales virajes obedezcan a razones mucho más prosaicas que en la genial novela de Orwell.

Cuidado, no es que uno esté en desacuerdo con los contenidos del editorial, no es esto, sino que no acaba de entender como ahora se desmarca de la situación que ha contribuido tan entusiásticamente a provocar. Algunos, sin duda con buenas dosis de sentido común y de información atesorada, dirán que la cosa va de subvenciones, crematística pura; bien, no digo que no haya nada de eso. Otros, que una cosa es apuntarse a un proceso, pero sin transgredir los límites legales, es decir, todo lo que haga falta pero entre la gente de orden, sin que se desmadre con destripaterrones y con el puente de mando bien controlado. También puede ser. Según esto último, el anticuerpo de la CUP son los destripaterroneros que han despertado todas las alarmas entre ciertos órganos del poder orgánico catalán, produciéndoles un síndrome mucho más parecido al del diecinueve de julio de 1936, que no al del seis de octubre del treinta y cuatro que aducen como pretexto. Siempre, claro, en términos de parodia. Porque esta es la verdad: estamos ante una parodia descomunal. Y en la cual unos juegan a representar una farsa, pero otros están ya en el esperpento: se han creído la parodia.

Aun así, sorprende que tan sesudos y dilectos creadores de opinión, no hayan calculado previamente el alcance de sus propios actos, aupando y auspiciando una parodia cuyo pábulo requería de los que se la creían a pies juntillas. Porque más allá de ciertos escenarios, el cínico ya no puede serlo aunque quiera. Traspasados ciertos umbrales, y se traspasaron hace tiempo, el cínico se queda en lo que antes se llamaba calientabraguetas. Ahora, a ver cómo se lo cuentan ahora a los «calentados».
Porque, miren, lo dicen Sabina y Serrat: Cualquier hembra merece un buen poeta, menos las calientabraguetas. Y "La Vanguardia" es femenino. Ahí sí, género, no sexo.

dilluns, 9 de novembre del 2015

IRREALIDAD Y FICCIÓN



Se pregunta uno ante la declaración aprobada hoy por el Parlament, si detrás de la anunciada desconexión con España no hay una anterior desconexión con la realidad. En el Psicoanálisis clásico, el principio del placer y el principio de realidad se complementan en la medida que el segundo es el contrapeso del primero. Frente a la ciega pulsión de obtención inmediata del placer, el principio de realidad lo vehicula basándose en la experiencia personal y en el conocimiento e información disponibles para adecuarlo a las posibilidades reales de obtenerlo.

Todo indica que el principio de realidad es el gran ausente de todo es proceso independista y que hoy se ha soltado el último asidero que lo amarraba a la realidad. Y si se renuncia a la realidad, sólo queda la ficción, el delirio de confundir los deseos con la realidad que se ha abandonado, consciente o inconscientemente, porque se contraviene con dichos deseos. El independentismo no es hoy más fuerte que ayer, aunque probablemente lo sea menos que mañana, pero prosigue con su huida hacia adelante empeñado en forzar la única situación en la que tendría alguna posibilidad: una reacción violenta del Estado, en el sobreentendido que cualquier acción destinada a impedir la realización sus designios, se tomará como violenta y desmesurada.

Hay sin duda mucho déficit democrático en las recientes actuaciones del independentismo, cuyo providencialismo parece justificar cualquier medio para alcanzar la meta. Y no es solamente que se esté haciendo trampas a sí mismo jugando al solitario, sino que se ha confundido de juego; cree estar jugando un solitario cuando en realidad es una partida con muchos jugadores.

Es verdad que el gobierno español, haciendo gala de una torpeza proverbial, se ha cerrado en banda ante cualquier posibilidad de consulta plebiscitaria que permitiera conocer la opinión del pueblo catalán. Lo jurídico ha de estar al servicio de lo político, y el independentismo es un problema político que no se ha sabido tratar sino con despropósitos que le han ido dando pábulo hasta llegar a la actual situación. Ya he dicho en otras ocasiones que lo más sensato hubiera sido patrocinar un referéndum después de un proceso constituyente que abriera tal posibilidad, y con unas garantías democráticas de mayoría cualificada, que situaría en el requisito de un mínimo de dos tercios de participación –un 66%- y de tres quintas partes de votos favorables a la independencia –un 60%-. Y ello no porque bajo estas condiciones sea más o menos difícil que el independentismo alcanzara su objetivo, sino porque la trascendencia del tema que se está ventilando y su irreversibilidad requieren de esta mayoría cualificada. No es lo mismo aprobar por referéndum una ley de divorcio o del aborto que la independencia. Y pienso sinceramente que quien no lo vea así es porque no lo quiere ver y antepone sus deseos a la realidad. Ahora ya es probablemente demasiado tarde: el independentismo ya no está para referéndums; sabe que lo perdería.

Porque de la realidad es de lo que estamos tratando al fin y al cabo, y ésta no es precisamente favorable a la independencia de Cataluña. Y si como ya he dicho, es cierto que la actitud cerril del gobierno español al negarse siquiera a tratar el tema le ha regalado al independentismo una cierta carga de legitimidad moral, no lo es menos que, desde entonces, ha conseguido perderla toda con sus despropósitos, destinados a forzar una situación límite sin posible retorno en la cual tiene depositadas sus últimas probabilidades y esperanzas. Desde la prohibición del referéndum, el independentismo no ha cesado de deslegitimarse, hasta acabar llegando a mostrar hoy su faz más antidemocrática. No es el triunfo de la voluntad, sino el fracaso de la razón y el abandono de la realidad.

El independentismo no consiguió superar el cincuenta por ciento en las elecciones plebiscitarias del 27-S. Y digo «plebiscitarias» porque así las plantearon al convocarlas. Es verdad que en lugar de una relación 47,7%/52,3% del sí frente al no, fuera la inversa, la situación tampoco cambiaría substancialmente, porque seguiría no habiendo una mayoría clara. Pero también lo es que hay que guardar las formas y que el desprecio por los resultados electorales y su manipulación ha ido in crescendo. No son lo mismo unas elecciones para elegir al Parlamento de donde surgirá un gobierno, que un referéndum. Las elecciones al parlamento las ganó el independentismo al obtener una mayoría absoluta de escaños, pero el referéndum lo perdió. Y al tomar lo uno por lo otro, se está haciendo trampa. Por cierto, me pregunto que habrá hecho cambiar de idea a la CUP, que anunció la misma noche electoral que el referéndum se había perdido y que esto impedía la declaración unilateral de independencia por mayoría parlamentaria, y que hoy, sin embargo, ha votado a favor de dicha declaración unilateral.

Pero lo peor no es esto. Porque el mayor contratiempo del independentismo no es su incapacidad para alcanzar siquiera una ínfima mayoría del 50,01%, aunque ciertamente le debilita, sino su soledad en un escenario marcado por una correlación de fuerzas que le es claramente desfavorable. Y no me refiero sólo a la torpe reacción del gobierno español, sino a su aislamiento en el contexto europeo e internacional. Siendo este último aspecto determinante y decisivo.

En una nueva ocurrencia, el Sr. Mas ha comparado recientemente a Cataluña con Kosovo, entendiendo que la analogía se sostiene en el hecho de que el parlamento kosovar también declaró unilateralmente su independencia de Serbia. Una comparación no sólo desafortunada por las implicaciones que connota, sino muy especialmente porque denotan, o el más redomado y abyecto de los cinismos, o una ignorancia política sin parangón. Se «olvida» de que a dicha declaración siguió una guerra que acabó con intervención extranjera. La independencia de Kosovo, como la de Eslovenia, Croacia y Montenegro, la de Chequia y Eslovaquia o la de las repúblicas bálticas, se produjo en un contexto internacional con una correlación de fuerzas favorable, marcada por la caída de la Unión Soviética y el desmoronamiento del bloque del este, y con todos los aliados de la OTAN no sólo reconociendo dichas independencias por la vía de los hechos, sino auspiciándolas y provocándolas abiertamente. Y ése no es el caso de Cataluña, que no tiene un solo aliado internacional, ni relevante ni irrelevante. Todo ello dejando de lado que Kosovo es actualmente un estado fallido y que no ha conseguido entrar todavía ni en la ONU. Así que vaya con el ejemplo…
Pero ahí sigue el independentismo, empecinado en una huida hacia delante que provoque una situación sin posible punto de retorno, a cualquier precio. No es la desconexión con España, es la desconexión con la realidad.

diumenge, 8 de novembre del 2015

UN ESPECTÁCULO MUY «ESPAÑOL»



El empecinamiento de la CUP en negarse a investir a Mas para hacerle presidente, corre parejo con su porfía y la de los suyos para serlo. Y mientras tanto, algunos de los hasta ahora figurantes en la candidatura de «Junts x Mas» empiezan a cobijar en sus adentros la posibilidad de que en medio de la vorágine generada por una trama tan truculenta, un inesperado giro de los acontecimientos les coloque ante la tesitura de ser el candidato aceptado por la CUP y proponerse para la codiciada plaza de presidente de la Generalitat, aunque fuera sólo por unos días. Aquí ya nadie se fía de nadie, y algunos extras de la película codician la ilusión de convertirse en protagonistas. Sobran los nombres: salen todos los días en los titulares del «Catalonia Show», nueva versión ampliada del antiguo «Celtiberia Show» del genial Forges. Aunque a uno la situación le evoca más la imagen satírica de la revista «La Flaca», de 1873, que sirve de encabezamiento.

Si la CUP sigue haciéndose la estrecha y se niega a «prestar» los dos votos que Mas necesita para ser presidente, sólo hay tres alternativas: buscar para presidente a otra persona que predisponga a la CUP con mejor ánimo, convocar elecciones anticipadas o recurrir al «tamayazo». Y las tres son complicadamente endemoniadas para el independentismo.

La primera la rechazan de plano, cómo no, el propio Mas y sus fieles, o sea, lo que queda de Convergència –unos veintiocho diputados, de los 62 que tenía hace cinco años-. Dicho rechazo puede matizarse y modularse según se precipiten los acontecimientos. Convergència no es el PNV, y aquí no se puede mandar a Mas su casa como se hizo con Ibarretxe, pero la silla es la silla y llegado el caso, ciertas lealtades pueden entibiarse. No olvidemos la reunión en la que seis consejeros se le rebotaron al President, y que trascendió por algún consejero o consejera que se fue de la boca. En cualquier caso, si CDC accediera a cambiar de candidato, está acabada, y lo saben; sólo que con Mas, saben que también. Por ahora, al menos de puertas afuera, siguen prietas las filas. Pero la CUP también se mantiene en sus trece, de modo que por ahí, al menos hasta ahora, no parece que Mas vaya a salirse con la suya.

La segunda, disolver el Parlament y convocar elecciones anticipadas, genera auténtico pánico no sólo en CDC, sino en toda la candidatura de «Junts x Mas», incluida una cada vez más abducida ERC. Ciertamente, la convocatoria de elecciones anticipadas supone el reconocimiento explícito del fracaso del gran «éxito» electoral del 27-S, donde el independentismo puso toda la carne en el asador. Cómo reaccionaría el electorado es algo que se me antoja incierto, pero desde luego, no es descartable que la imposibilidad de haberse puesto de acuerdo redundara en perjuicio de todos los implicados en «Junts x Mas». También estaría por ver si la participación de los no-independentistas iba a mantenerse, a reducirse o a incrementarse, con los consiguientes escenarios que, en función de esta variable, podrían surgir. También es bastante probable que la convocatoria de nuevas elecciones suscitara una cierta desazón entre el electorado independentista. No me cabe la menor duda de que si las encuestas vaticinaran un aumento del independentismo de Mas –no el de la CUP-, las reticencias a unas nuevas elecciones serían mucho más tenues. En cualquier caso, sería muy difícil vender las nuevas elecciones como la superación de una nueva piedra en el camino a la tierra prometida: la imagen de fracaso sería insoslayable.

Queda el «tamayazo», recurrir al soborno para conseguir los dos votos necesarios para la investidura de Mas. Mucho me temo que no faltan en las distintas bancadas del Parlament actual individuos susceptibles de ser sumamente receptivos a dicha tentación. Pero a estas alturas del «procés», sería el golpe de gracia. La única posibilidad sería que el tal «tamayazo» pasara desapercibido, que se vistiera de forma que no trascendiera. Pero esto, estando como está Cataluña en estos momentos en el punto de mira, es prácticamente imposible. Tal como están las cosas, un «tamayazo» que posibilitara la investidura de Mas acabaría de deslegitimarlo sin punto de retorno ante cualquier posible instancia. Sin mayoría refrendaria, acosados por la corrupción y sin aliados externos,  el «tamayazo» sería la ya imposible huida hacia adelante; el último y malogrado truco, donde en lugar de un conejo, saldrían de la chistera vídeos con los Tamayos arrambando  con fajos de billetes de quinientos euros o con improvisadas regalías… Muy probablemente sería el final.
Y luego, hay un último aspecto: la penosa imagen de un supuestamente monolítico movimiento nacional incapaz, no sólo de obtener la mayoría, sino también de ponerse de acuerdo sobre quién ha de dirigirlo. Porque esto es lo que tienen los «movimientos», que los ha de dirigir siempre alguien. En fin, que “tot plegat, un espectacle molt espanyol”.

divendres, 6 de novembre del 2015

EL PROFESOR MARINA O LOS ATRIBUTOS DEL PRETEXTO



En cierta ocasión, durante un debate en Segovia –eran los tiempos de la non nata LOCE-, uno de los contertulios entró a sacco proclamando que la cultura del esfuerzo era un concepto de derechas. Le repliqué inquiriéndole si su idea de «derechas» incluía a Karl Marx, un autor en cuya obra la cultura del esfuerzo está presente en todo momento, no sólo implícita, sino también explícitamente. Se quedó algo sorprendido y me respondió que no, que estaba pensando en el profesor Marina. El tal contertulio era por entonces secretario general de un importante sindicato, prosiguió con su carrera política y desempeñó posteriormente varios cargos educativos, entre ellos el de director general con el innombrable Tete Maragall como consejero. Actualmente le he perdido la pista; creo que es concejal de algún ayuntamiento del cinturón barcelonés, o algo así.

En fin, viene esta anécdota a cuento por las recientes y mediáticas declaraciones del señor Marina, a quien, por cierto, le da hoy un repaso en toda regla nuestro compañero y amigo Alberto Royo. Dichas declaraciones versaban sobre la necesidad de que sea el director del centro el que contrate a los profesores, los evalúe y determine su sueldo en función de su competencia profesional. Vaya también por delante mi enhorabuena a Alberto por su contundente réplica.

Personalmente, Marina es un tipo que nunca me ha interesado. Filosóficamente me parece muy flojo, y pedagógicamente un mercenario. Más allá de esto, diría que su único atributo es carecer por completo de ellos. Y muy probablemente, no es a pesar de, sino gracias a esto, que se desenvuelve tan bien en el circo mediático organizado en torno a la educación. Porque el eco de sus declaraciones se debe a que ha dicho lo que se quería que dijese. Lo que tocaba. Así pues, vayamos tomando nota.

Para empezar, deberíamos dejar bien claro que la tenacidad humana para la incompetencia es de una universalidad que trasciende en mucho al gremio docente. Incompetentes los hay bien repartidos en todas partes y en todos los sectores sujetos a la servidumbre del factor humano. Dicho esto, una cosa es que se adopten medidas para intentar corregir tal propensión hasta donde sea humanamente posible, y otra muy distinta la intencionalidad que dichas medidas incorporen. Y este segundo aspecto es el verdaderamente preocupante, porque el concepto que se tenga de «incompetencia», ni siquiera éste, nunca es neutro. Y si en lugar de evitar la incompetencia, la estoy auspiciando ¿qué cabe pensar entonces?

No creo que haga falta entrar en teorías conspirativas para sospechar que hay organizada, desde hace años, una vasta operación destinada a provocar que alguien como el señor Marina, pueda ahora sugerir la solución que propone a un problema, real o imaginado, pero creado ex profeso para que se le pueda aplicar precisamente una «solución» muy concreta. Y ello es especialmente grave porque, de ser así, el «problema» es el pretexto para que un determinado proyecto pueda venderse como solución, cuando en realidad era el objetivo perseguido. Será muy conspiranoico, pero a ver… Ya que de la calidad del profesorado hablamos, pues hablemos.

El sistema de acceso a la función pública docente viene tradicionalmente marcado por lo que se conoce como «oposiciones». Un procedimiento selectivo sin duda imperfecto, pero que, a la vez que ajusta la oferta de trabajo a la demanda bajo ciertas condiciones de objetividad, que no se dan en otro tipo de procedimientos, permite, como mínimo asegurar, si no que los que las superen sean siempre los mejores –hay factores de aleatoriedad irreductibles-, sí, como mínimo, que no serán los más incompetentes. Y esto ya es algo. Pero es que eso es precisamente lo que Marina se propone eliminar.

Los contrarios a las oposiciones, que acostumbran ser con frecuencia los que no las superaron, suelen argumentar que se trata de un método selectivo intrínsecamente injusto porque son una lotería. Bien, pero se trata de una metáfora que «olvida» un pequeño detalle, y es que si no adquieres el boleto, no te puede tocar el premio. Y si en la lotería esto lo entiende todo el mundo, en oposiciones, en cambio, no siempre se entiende así. 

En cualquier caso, éste era el sistema cuando la enseñanza pública gozaba de buena salud y todo el mundo quería ir a la pública. Los profesores, porque estaban mejor pagados y con mejores condiciones laborales y profesionales que, por ejemplo, en la privada. Los alumnos y sus familias, porque se sabía que en la pública había mejores profesores y se impartía una enseñanza de mejor calidad. La privada lo estaba pasando verdaderamente mal. Hasta que vino la LOGSE en su ayuda. ¿Qué pasó desde entones?

A lo largo de los últimos treinta años, el proceso de oposiciones se ha ido desvirtuando a la vez que administrando cada vez más con cuentagotas. Los criterios de selección académicos se han ido sustituyendo por clientelismos ideológicos en forma de doctrinarismos pedagógicos que han degradado el sistema educativo público hasta dejarlo como está en la actualidad. Y ahora, el señor Marina, que se queja de que hay profesores incompetentes, no propone como solución reforzar un sistema de acceso selectivo en condiciones de publicidad, mérito y capacidad, sino todo lo contrario, un procedimiento idéntico al de la privada. ¡Qué curioso! ¿Es realmente la competencia profesional docente lo que le preocupa al señor Marina? Para mí la respuesta es muy clara: NO.

En este sentido, la propuesta del señor Marina no es sino la operación final de acoso y derribo contra el sistema público de enseñanza, cuya desarticulación se proyectó con la LOGSE, y al cual se han atenido fielmente todas sus secuelas. El problema de fondo es la mercantilización de la educación, que no puede coexistir con una enseñanza pública de calidad, gratuita y a la cual accedan los mejores profesionales a través de un mecanismo de selección objetivo basado en los principios de publicidad, mérito y capacidad. Lo demás, pretextos con finalidades inconfesables.

Hay además algo en lo que el señor Marina quizás no haya reparado. La lógica de la empresa privada no es, por definición, la misma que la de la pública. Lo que en una funciona, puede que no sirva para la otra; y viceversa. Esto, que es una verdad de Perogrullo, parece que lo ignoran también nuestros políticos y gestores educativos, por boca de los cuales sospecho que habla el señor Marina. Y si no les presumimos ignorancia, entonces no queda más remedio que atribuirles perversidad.

Si soy el director de un centro privado y me dedico a contratar amiguetes o pobres diablos que sé que me serán sumisos porque de mí depende su sustento, lo más probable es que el centro decaiga, me quede sin matrícula y el consejo de administración, con cuyos dineros estoy jugando, me eche a la calle. En un centro público, en cambio, eso no funciona así, sino que se le llama clientelismo, porque estoy jugando con el dinero público para montarme mi chiringuito sin otras medidas de control que la fidelidad ideológica al político de turno. Sí, cierto, de haber exámenes externos y otros mecanismos de control, ambos chiringuitos pueden irse al garete, pero eso ya se ha cuidado el sistema de enmendarlo proscribiendo tales prácticas.

Y es que, como decía Alberto en su pregunta inicial  ¿Cómo tasamos la calidad de los profesores? Pues muy fácil, como la de un arquitecto, un médico o un carpintero: por la calidad del producto resultante. Pero para eso, lo primero es que te dejen hacer tu trabajo, que es precisamente lo que la urdimbre de intereses constituidos alrededor del sistema se empeña en impedir. Luego, claro, resulta que somos unos incompetentes.
Lo dicho, si no es ignorancia, entonces es perversidad.

dimarts, 3 de novembre del 2015

EL «TORRENTE» DE LA IZQUIERDA

 



Las franquicias se compran y se venden, siempre al mejor postor. El gran error de «Podemos» ha sido su «franquicialismo», acaso para parecer lo que son: posmodernos insulsos. Habrán leído mucho a Gramsci, pero mucho menos a Lenin –sin el cual no se puede entender a Gramsci-. O si lo leyeron, les quedó para septiembre. Me refiero al leninismo orgánico, no al político; me refiero al leninismo que sí entendieron y practicaron, o practican, desde Copito de Nieve o Ansar, hasta Mariano o Pujol: el de la coherencia de la formación. Ellos sí que sabían de qué iba esto; aunque no hubieran leído a Lenin… Y es que hay cosas que no hace falta haber leído a Lenin para entender a la primera.

Los chavales de «Podemos», en cambio, andan cojos de esta pierna. Ellos le llamarán pluralismo, sí, pero una jaula de grillos también es plural(ista), pero no jaula, como mínimo teleológicamente. Dice Pablito que su modelo de partido, y en el que le hubiera gustado poder militar, es el antiguo PSUC –no sé en qué época-, pero a mí me parece más bien que se está confundiendo con la CNT-FAI. Una confusión que le lleva a compartir con Primo de Rivera “junior” cierta fascinación por el fenómeno anarquista –éste hasta plagió los colores para su facción-, aunque es de suponer que por razones diferentes. El segundo porque, siendo anarquistas, serían más fáciles de domeñar, o de escabechinar, que de todo hubo; el primero porque, simplemente, se confunde.

Como se confundió aquí, primero al venderle la franquicia, sin tan siquiera su nombre -que era lo que más vendía-, a Ada Colau y sus mariachis, y luego con el refrito de aceite de colza «Catalunya sí que es pot». Los números cantan. De las encuestas a las municipales, menos de la mitad; en las autonómicas, una cuarta parte de las municipales. Sí, las encuestas tienen mucho de ficción especulativa e interesada, pero es hay también errores de manual. En fin, no seré yo quien los instruya sobre ellos, profesores universitarios como son, pero los hechos son los hechos. Y Rabell es el «Torrente» de la izquierda catalana. Hasta ahora, con ICV, teníamos a los curas y a las monjas, ahora ya tenemos hasta a Torrente. No nos podemos quejar.

Incluyo al final del post la imagen del primer formato de carnets del PSUC emitidos en el interior después de la guerra civil; en 1976, para ser exactos, cuando ya no te fusilaban por tenerlo. Basta con echarle un vistazo al texto del reverso: sólo un Torrente cualquiera puede apelar a esta formación y a la vez justificar su voto –encima gratuito-, entre balbuceos de jugador de dominó algo cargadito de carajillos, a una furibunda nacionalista, excluyente y sectaria, como Carme Forcadell, y ése es Rabell. Y hasta sin haberlo pensado, me salió un pareado.

Claro que Rabell nunca fue del PSUC, sino del PORE -¿Alguien se acuerda?- Y no estoy hablando de ningún pecado de juventud: 44 tacos y candidato del PORE por Tarragona. Una edad a la que ya se le supone a uno lo que antes se llamaba «uso de razón».
Por eso estoy por concederle el «Babero de oro», no a Rabell, que no lo necesita, ya tiene la camisa o el jersey, sino a Pablo Iglesias, por su perspicacia y talento político, acreditada y acreditado, en su gestión de Podemos en Cataluña. Peor imposible.
 
 

A lo mejor es que uno es anticuado y vota partidos; no movimientos nacionales. Da igual de qué calaña sea el «movimiento», todos son de la misma. Aquí el carnet, léanlo ustedes mismos.