Ayer, el rotativo «La
Vanguardia» en su editorial exigía al gobierno catalán –en funciones- y, muy
especialmente, a CDC y a Artur Mas, una rectificación en toda regla, con motivo
de la declaración independentista aprobada por el Parlament. Que si se rompe con ello la Constitución, que si es una
declaración de independencia encubierta, que si vaya mensaje que se transmite a
las cancillerías europeas, que si la mayoría sólo lo es para huir hacia
adelante pero no para una gobernación coherente, que si pone en riesgo la
autonomía catalana…
Se dice textualmente
que se trata de una “… pequeña, triste y
deslavazada simulación del Sis d’Octubre de 1934” y aludía a los serios y
atribulados semblantes de la mayoría de diputados de CDC, incluido Mas, que
acababan de aprobar con su voto la antedicha declaración. A bote pronto, lo
primero que se le ocurre a uno sería preguntarle a «La Vanguardia» a qué se
pensaba que estaba jugando cuando, hasta hace pocos días, todavía glosaba la
figura de Mas hasta límites rayanos con lo «babeante», y apostaba claramente
por «El Procés», que hasta dónde a
uno le consta, era el proceso abierto hacia la independencia de Cataluña
iniciado ahora hace más o menos unos cinco años, con motivo de la conversión al
independentismo del otrora elogiado Mas, el mismo al que ayer ponía a caer de
un burro.
La pregunta puede que
sea ingenua, porque «La Vanguardia» incorpora una tradición que va mucho más
allá del Ministerio del Tiempo, y la sitúa de lleno en el Ministerio de la
Verdad, en la obscura sede gubernamental donde trabajaba Winston Smith,
manipulando y destruyendo documentos previamente manipulados que suplían otros
no menos manipulados, siempre en función de las circunstancias, siendo las
«circunstancias» lo que en cada caso convenía. Si ahora estamos en guerra con
Eurasia, nuestro aliado es Asia oriental, y siempre ha sido así. Si la guerra
es con Asia oriental, lo mismo, al revés. Nunca puede haber la menor
contradicción «histórica». Sí, claro, es el Nineteen Eighty-Four. Sólo que en este caso, puede que tales virajes
obedezcan a razones mucho más prosaicas que en la genial novela de Orwell.
Cuidado, no es que uno esté en desacuerdo con
los contenidos del editorial, no es esto, sino que no acaba de entender como ahora
se desmarca de la situación que ha contribuido tan entusiásticamente a
provocar. Algunos, sin duda con buenas dosis de sentido común y de información
atesorada, dirán que la cosa va de subvenciones, crematística pura; bien, no
digo que no haya nada de eso. Otros, que una cosa es apuntarse a un proceso,
pero sin transgredir los límites legales, es decir, todo lo que haga falta pero
entre la gente de orden, sin que se desmadre con destripaterrones y con el puente
de mando bien controlado. También puede ser. Según esto último, el anticuerpo
de la CUP son los destripaterroneros que han despertado todas las alarmas entre
ciertos órganos del poder orgánico catalán, produciéndoles un síndrome mucho
más parecido al del diecinueve de julio de 1936, que no al del seis de octubre
del treinta y cuatro que aducen como pretexto. Siempre, claro, en términos
de parodia. Porque esta es la verdad: estamos ante una parodia descomunal. Y en
la cual unos juegan a representar una farsa, pero otros están ya en el esperpento:
se han creído la parodia.
Aun así, sorprende que tan sesudos y dilectos creadores
de opinión, no hayan calculado previamente el alcance de sus propios actos,
aupando y auspiciando una parodia cuyo pábulo requería de los que se la creían
a pies juntillas. Porque más allá de ciertos escenarios, el cínico ya no puede
serlo aunque quiera. Traspasados ciertos umbrales, y se traspasaron hace
tiempo, el cínico se queda en lo que antes se llamaba calientabraguetas. Ahora,
a ver cómo se lo cuentan ahora a los «calentados».
Porque, miren, lo dicen Sabina y Serrat:
Cualquier hembra merece un buen poeta, menos las calientabraguetas. Y "La Vanguardia" es femenino. Ahí sí, género, no sexo.
Xavier, es muy buena señal que ya haya ratas abandonando el barco, y más, si son tan lustrosas y con ese grado de Rata Capitana que, como tú te encargas de recordarnos, ha ejercido con fruición La Vanguardia. Y, hablando de ratas, mira esto:
ResponEliminahttp://elpais.com/elpais/2015/11/03/opinion/1446558718_118690.html
Que una conjura de necios, fanáticos, sinvergüenzas, corruptos e irresponsables hayan llegado tan lejos en su provocación, en su engaño y en la discordia creada, y, al parecer, lo hayan hecho sin pararse ni un segundo a reflexionar sobre las consecuencias de lo que estaban haciendo, los retrata como canallas sin escrúpulos. Ya sabes que yo soy de los que siempre han pensado que esto puede acabar con cualquier final, incluidos los peores, porque ya está claro que la nave independentista es la nave de los locos, así que... Uno de estos posibles finales es que bastantes de estos señores acaben en la cárcel, y creo que sería el final más feliz, porque están haciendo méritos sobrados para acabar ahí. El otro día dijo el ministro del Interior que esto es como un golpe de Estado, y Rivera, que es la amenaza más grande desde el 23-F: estas cosas las llevo diciendo yo hace tiempo. Por lo demás, tomar como modelo la calamitosa aventura secesionista de 1934 es otro indicio de que estos señores andan mal de la cabeza. Perdona que más que un comentario te haya escrito un artículo. Un abrazo.
Nunca pensé que vería esto. La Vanguardia impartiendo doctrina con textos que parecen extraídos del ABC de veinte años atrás. Y El País, idem del lienzo. Pero Mas y su harka seguirán hasta el final. No lo dude usted, Don Xavier.
ResponEliminaEsto es, como alguien escribió hace poco, como el hundimiento del Titánic, pero con el pasaje aplaudiendo.