El embalse de Gaià (desde la presa) y el río en su desmbocadura
Hasta hace muy poco, y desde
el año 1975, del río Gaià podía
decirse que nacía en las sierras de Queralt
y la Brufaganya, y moría en el embalse que lleva su nombre. Sí, tal vez lo de «río» sea algo pretencioso para
un caudal medio de 0.57m3/s a lo largo de 59km que, si descontamos
los 11km que van del embalse hasta su desembocadura originaria, en Tamarit, se
quedan en cuarenta y ocho. Ello no obstante, hay a lo largo todo de su recorrido, con caudal y si él,
parajes realmente maravillosos e interesantes, tanto desde el punto de vista
natural como de la actividad humana a lo largo de la historia, que lo hacen un
entorno ideal para las más variadas rutas en BTT.
Que un río, por menor que sea,
pero de caudal constante, muera en un pantano después del cual sólo queda un
cauce seco, se le antoja a uno una salvajada aberrante, inédita hasta donde le
consta, sin que sea preciso para tal consideración ser ningún ecologista
furibundo. La presa de Gaià, situada
a unos cuatro kilómetros arriba de la población del Catllar, la construyó ENPETROL –Empresa
Nacional de Petróleos, hoy REPSOL- para cubrir las necesidades de agua de la
refinería que por entonces empezó a entrar en servicio en las proximidades de
Tarragona. Afortunadamente, la arrogancia tecnocrática tuvo su contrapunto, ya
que las filtraciones debidas a las características del terreno –según me
comentó un ingeniero compañero mío en el instituto donde trabajaba por
entonces- impidieron que el pantano supere el 30% de su capacidad teórica, gracias a lo cual los
acuíferos de la zona no se secarao completamente.
Tiene uno también la impresión, tal vez errónea,
que la presa está a mayor altitud que los máximos niveles de la cuenca, y esta sería
otra razón por la cual nunca acaba de llenarse. Aunque tal extremo, con las aguas desbordándose por laterales, nunca se ha dado. En realidad, el nivel del agua nunca ha llegado, ni de lejos, al de las compuertas. La vez que lo he visto al nivel
más alto fue después de unas semanas de intensas lluvias torrenciales en los noventa. El
agua llegó a anegar completamente los pinares circundantes, pero las compuertas
de la presa seguían viéndose muy a lo alto. Como anécdota, guardo la sensación,
a la par de horror y de perplejidad, de los domingueros y su prole bañándose y
con colchones de playa sorteando las copas de los pinos que asomaban.
Ignorancia y temeridad van parejas con frecuencia.
Las tenaces y perseverantes
protestas de grupos ecologistas consiguieron que, finalmente y al cabo de
treinta y cinco años, se mantuviera el caudal ecológico del río, que llega hoy
hasta un par de kilómetros más allá del Catllar, y que tras los trabajos de
limpieza del cauce seco –muy deteriorado- que se están llevando lentamente a
cabo, acabará volviendo a desembocar donde siempre, en Tamarit. Agua, ya digo,
no es que baje mucha, pero, sobre todo en las zonas donde se acumula, da
paisajes verdaderamente pintorescos. Sobre todo porque el agua, en zona seca como esta, es siempre agradable de ver, y codiciada.
Distintas imágenes del curso del Gaia: El Catllar y Vespella de Gaià
Como decía, el nacimiento
oficial del Gaià se sitúa en Santa
Coloma de Queralt, donde se configura con las aguas que bajan de las sierras de
Queralt y la Brufaganya, este último
un hermoso donde la tradición sitúa el retiro del anacoreta Sant Magí, a la sazón copatrón de
Tarragona y cuya festividad se celebra precisamente hoy, 19 de agosto. En su curso alto, circula forma
bonitos meandros circulando a través de gargantas cuya frondosidad hace que con
frecuencia su escaso caudal no sea visible a simple vista. Su curso está
rodeado de castillos; fue frontera de hecho durante la Alta Edad Media,
marcando los límites de la expansión cristiana, tras la cual se extendía una
especie de terra nulius hasta las
cercanías de Tortosa, unos cien kilómetros al sudoeste, donde empezaban los
dominios musulmanes. Unos no poblaban la zona, probablemente por falta de
demografía, sobre todo después de las incursiones de Almazor, y los otros
porque su época expansiva ya había pasado.
Imágenes del alto Gaia: meandros entre Santes Creus y Aigua Múrcia, y cerca del Pont d'Armentera
El Gaià, en blanco y negro, a su paso por Vilabella (Els set ponts), bajo el puente del ferrocarril
Como cauce fluvial, queda
configurado claramente a partir del Pont
d’Armentera, donde hay abundantes restos del acueducto romano que
suministraba agua potable a la Tarraco romana. Las mismas aguas que, ya en las
cercanías de Tarragona, pasaban por el famoso acueducto del Pont del Diable. Al profano puede
parecerle un contrasentido que, pasando el río Francolí a un kilómetro del
acueducto, y siendo de mayor caudal que el Gaià
–aunque tampoco vayamos a imaginarnos ahora el Amazonas-, los romanos trajeran
el agua del Gaià, y de tan lejos. Simplemente no eran tontos. Aunque el Pont del Diable no esté en la cuenca del Gaià, llevaba sus aguas, por estolo incluimos aquí.
En su ruta hacia el pantano –o
hacia el mar- el Gaià transcurre
después por las poblaciones de Santes
Creus –con su monasterio cisterciense-, Vila
Rodona, Aigua Múrcia, Vilabella, Vespella de Gaià… Después del pantano,
pasa, actualmente ya con caudal constante, por El Catllar, ya en el tramo denominado del bajo Gaià. Entre esta última población y Ardenya,
a unos cuatro o cinco kilómetros, pierde su caudal a medio camino entre
ambos. Luego La Riera de Gaià, La Nou de
Gaià y, finalmente, Tamarit, en cuya playa desemboca.
El castillo de Tamarit
El tramo de cauce seco, actualmente
entre Ardenya y Tamarit, tiene algún espacio húmedo. Especial mención merece La Resclosa, situada poco después de La Riera; una esclusa cuyos orígenes
deben ser probablemente medievales, que recoge la aguas sobrantes de la
comunidad de regantes de la población. Se extiende, entre antes y después de la
pequeña presa, unos trescientos metros, y constituye un espacio húmedo con
permanente presencia de patos, culebras de agua, tortugas de río autóctonas,
carpas…
La resclosa
Más allá de una poza en el
cauce de unos cinco metros de diámetro, situada entre Ferrán y el castillo de
Montoliu –quedan cuatro piedras en lo alto de la cima, circundada por una urbanización-,
el siguiente, y último espacio húmedo de aguas freáticas que se encuentra en el
último tramo hasta la desembocadura, de unos cuatrocientos metros, con
abundante fauna autóctona, aunque de vez en cuando se observa alguna tortuga de
Florida –Traquemis scripta elegans- abandonada
allí a su suerte por sus desprensivos propietarios.
El tramo final del Gaià
A pocos metros de la antigua
estación de Tamarit –hoy en desuso-, se encuentran los interesantes restos de
una antigua canalización por el método del sifón. Se trataba de
recoger el agua del río por el margen derecho, para desviarla mediante un
pequeño puentecillo al margen izquierdo para regadío. La canalización superior
ha desaparecido, pero la construcción que desviaba el agua en la orilla
derecha, no.
El sifón
Se supone que las aguas
recogidas se utilizaban para regar las huertas que se crearon sobre la antigua
laguna de Tamarit, que fue desecada a finales del siglo XVIII con el objetivo
de convertirla en terrenos cultivables. Lógicamente,la fecha de construcción
del suministro de regadío es coetánea a la desecación de la laguna y su conversión en huertas.
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