El gran problema de la pedagogía
moderna supuestamente progresista, consiste en su obstinada negativa a
reconocer la naturaleza profundamente antidemocrática del conocimiento; del
conocimiento humano, claro, porque hasta hoy no sabemos de ningún otro.
Dicho carácter tan
profundamente antidemocrático del conocimiento, proviene a su vez de la
distribución igualmente antidemocrática, por arbitraria y aleatoria, de la
inteligencia entre los distintos seres humanos. Este es un factor intrínseco
que se niegan a reconocer y que, ante su recurrente reaparición en todos y cada
uno de sus experimentos, proscriben contumazmente hasta su sola mención,
cubriendo el hueco que deja, ante la evidencia de sus reiterados fracasos, con
pretextos que remiten exclusivamente a factores extrínsecos.
Dichos factores extrínsecos, ya
incidan en lo socioeconómico, en lo cultural, en lo ambiental, en lo
tecnológico o en cualesquiera otros, sirven para explicar, en todo caso,
aquello a lo que la propia locución refiere: lo extrínseco, pero nunca lo
intrínseco, proscrito de antemano por definición.
Según esto, y dependiendo de
cómo nos aproximemos a ello, estaríamos a nivel psicológico ante el más
furibundo de los conductismos; tanto que ni a los mismísimos Watson o Skinner
les cuadraba con las ratas de sus celebérrimos experimentos.
Si, por el contrario, los
sucedáneos argumentativos apuntan hacia conceptos tales como “aprender a aprender” “construye tu propio conocimiento” “aprende divirtiéndote” y otras
zarandajas por el estilo, entonces resulta que nos encontramos ante un
innatismo tan radical que ni los defensores de las interpretaciones más «reminiscentes»
del Menón se atreverían a suscribir.
O si, finalmente, lo fío todo
a la sociedad de la información y a las nuevas tecnologías, siendo ya ellas
mismas un fin como la propia información, entonces nos las tenemos con la
versión secularizada de un iluminismo que nunca existió.
Por esto sus propios
planteamientos les fuerzan a considerar la igualdad como un punto de llegada, y
no de partida. Porque no puede haber diferencias intrínsecas. Lo peor de todo es que cuando alcancen finalmente su objetivo,
no quedará nadie para darse cuenta de cuán disparatados son tales
planteamientos.
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