Porque si el contexto sigue
siendo adverso ¿es que entonces confían los líderes independentistas en su
capacidad de subvertirlo mediante una política de hechos consumados que
dejarían sin capacidad de reacción al Estado y paralizados, o en el mejor los
casos indiferentes, a los países de nuestro entorno?
¿O por el contrario, y aun
conscientes de la irresolubilidad del problema contextual, como mínimo a corto
y medio plazo, siguen adelante porque no pueden hacer otra cosa, atrapados en una
corriente tan poderosa que impide cualquier cambio de rumbo, aunque sepan que lleva
directamente al maelstrom?
No figura entre las limitadas
capacidades de uno la de la profecía, ni la de leer en las mentes ajenas.
De modo que a lo único que nos podemos
atener es a los hechos y tratar de entenderlos. De modo que, o los dirigentes
secesionistas son conscientes del contexto adverso y están tratando de aplacar
a las masas que ellos mismos enfervorizaron prometiéndoles el cielo
independiente para el Sant Jordi del
2015, o, por el contrario, minimizan la dimensión real de tal contexto y
piensan que una política de hechos consumados, como la del recorrido que
describe Jorge, bien puede llevar a la Arcadia independiente hacia la cual
manifiestan explícitamente y sin tapujos que están determinados a dirigirse a cualquier
precio.
Porque, de otro modo ¿Cómo
entender el anuncio de la creación de estructuras de estado en un escenario
donde tales estructuras serían manifiestamente ilegales y, de una u otra forma,
forzarían la intervención directa del Estado? ¿Cálculo o desesperación?
Una antinomia desde luego
difícil de dilucidar ahora mismo y a la vista de los hechos. Cierto, de puertas
afuera se actúa como si nada ocurriera, y sigue adelante el proceso de
hagiografización de Mas frente a un Junqueras debilitado, que tal vez haya
perdido ya su oportunidad. Pero se trataría en definitiva de la disputa de un
voto que funciona a la manera de vasos comunicantes entre CIU y ERC, y no tiene
tampoco porque debilitar necesariamente el «procés»,
sino, en todo caso, definir quién va a liderarlo. Podría ser, y desde luego que
no digo que no, pero también cree uno advertir ciertos síntomas de agotamiento
y de reflujo que, acaso sean sólo apariencia, pero acaso no. Veamos.
Partiendo de la base que el
secesionismo explícito comienza con el viraje de la CDC de Mas el 11 de
septiembre de 2012, lo cierto es que desde entonces no parece que el
independentismo haya incorporado demasiado componente ciudadano no
nacionalista. Sí se produjo un recalentamiento interno del nacionalismo catalán
que le llevó a explicitarse como independentista. Y puede que este fuera el
error de Mas al anticipar elecciones y perder una docena de diputados que
fueron a parar a ERC. Desde entonces, ERC dio su absoluto apoyo al gobierno de
Mas, transigió con sus corruptelas y avaló sus desmanes a cambio de una
progresiva radicalización independentista que intensificara un «procés» cuyo punto álgido se dio entre
el 11 de septiembre de 2014 y el 9 de noviembre, en que tuvo lugar el
referéndum barbacoa de Mas. En clave interna nacionalista, el resultado de la
payasada fue el relanzamiento de la figura de Mas –gracias a los favores del Estado-
y el inicio del declive de ERC, cuyo máximo momento fue el 11 de septiembre.
Hasta entonces, todos los sondeos anunciaban el ascenso imparable de ERC y el
naufragio de CIU. El día después de la seudoconsulta, esta tendencia empezó a
invertirse.
Es innegable que Mas supo
recuperar la iniciativa y que, en mi opinión al menos, ERC se vio superada por
los acontecimientos y no supo reaccionar. Discrepo en esto de Jorge: no creo
que el problema de ERC sea sólo de falta de cuadros, sino que también carece de
políticos de talla mínimamente aceptable. Es cierto que Mas tuvo a su favor
todo el aparato mediático y a los quintacolumnistas, y que a ERC se le presentó
un escenario para el cual no estaba preparada, por más previsible que fuera. Y
quizás la razón de su incapacidad se encuentre en su torpe política de sumisión
a los dictados de Mas durante los dos últimos años cuando, creyendo que el
viento soplaba a su favor, cuando en realidad
Mas sólo esperaba su oportunidad. Y cuando la tuvo, la aprovechó… para
asombro de Junqueras.
Parto de la base que,
personalizando en sus líderes, a Mas le interesa sobre todo el poder, mientras
que para Junqueras –sollozos incluidos-, el objetivo primordial es la
independencia. CDC es un partido de poder y dispone de una red clientelar
poderosísima en Cataluña, tejida a los largo de más de treinta años, que abarca
todas y cada una de las distintas esferas y órdenes de la sociedad. El papel de
ERC en todo este montaje, y para el cual se la diseñó desde el pujolismo, fue
el de avanzadilla de combate para aquellos frentes en los a CIU no le convenía
estratégicamente intervenir, presentándose como se presentaba por entonces como
un partido de gobierno y de orden. En el pesebre nacionalista, CIU era el seny y ERC la rauxa –Iniciativa y, las
CUP, a su vez, los bufones-. Y a cada
cual lo suyo: unos a gobernar y a ganar dinero; los otros a pringar y a comerse
los restos del banquete. La subordinación de ERC a CIU es de orden más
psicológico que político. Por eso nunca ha sabido ni podido aprovechar sus
oportunidades, si de arrebatarle la hegemonía a CIU se trataba.
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