Y cuando CIU se pegó el batacazo
electoral, ERC, aportó las muletas que el renqueante Mas necesitaba para seguir
en el poder. La verdad es que su sumisión a CIU estos dos últimos años ha sido
antológica y digna de, como mínimo, dos récord Guiness, en torpeza y en ingenuidad políticas. Para empezar, propició
un escenario inédito en la historia del parlamentarismo occidental: el
principal partido de la oposición era el que daba apoyo al gobierno y le
permitía gobernar en minoría. Esto podía suponer de entrada una nada desdeñable
capacidad de control y hasta chantaje.
Pero no hizo nada de esto. A
cambio del compromiso de convocatoria del referéndum por parte de Mas, ERC
tragó con la corrupción endémica en CIU y con las privatizaciones, con los
recortes y el desmantelamiento de la estructura pública catalana, con el caso
Pujol… Como oposición, o como partido que da apoyo al gobierno, su papel ha
sido el de un dontancredismo servil, sórdido y cómplice… todo a cambio de la
promesa del referéndum.
El cálculo de ERC, de haber
algún cálculo, era que mientras CIU se desgastaba con medidas impopulares, escándalos
de corrupción y desgobierno, cayendo en picado en las encuestas, el partido de
Junqueras subía incesantemente y alcanzaba el sorpasso que le iba a poner en bandeja la hegemonía dentro del
movimiento secesionista y que le colocaba como primer partido catalán. Si
además, Más acababa arrugándose con el referéndum, la apoteosis de Junqueras y
su ERC estaba servida.
Pero aunque Mas no pasará a la
historia como un genio político ni como el estadista que cree ser, tampoco es
un tontolaba integral. Y mientras Junqueras se regodeaba con las encuestas,
convencido de la idoneidad de la política que estaba siguiendo, Mas empezó a
mover sus piezas a la espera que llegara su oportunidad y Junqueras cayera en
la celada que le estaba tendiendo. Mintiéndole insultantemente, por cierto,
cada vez que ello se ajustaba a su fin primordial: mantenerse en el poder y
recuperar la iniciativa. Sin duda Mas se comportó muy astutamente, pero el
objeto de su astucia no era Rajoy –nadie es tan tonto como para confesar su
astucia frente a su antagonista en plena refriega-, sino el bueno de Junqueras.
Tras un sinfín de dimes y
diretes, dilaciones, evasivas, payasadas sobre los términos de las preguntas y
los consiguientes sollozos y montadas en cólera de Junqueras, finalmente Mas
convocó el referéndum. Un referéndum que se iba a celebrar sí o sí, según sus
propias palabras. Pero va el TC y, a instancias del gobierno español, lo
prohíbe.
Aparentemente, Mas se echa
para atrás ante la interdicción, para escarnio de Junqueras, que amenaza con
abrir la caja de los truenos. Pero al poco, convoca la parodia de consulta/barbacoa.
Aparentemente, Mas está acabado; le están lloviendo chuzos de punta y hasta un
miembro de la comisión nombrada el día antes, dimite alegando que aquello ni en
Guinea. Pero la astucia de Mas se basaba en la ingenuidad de ERC y en un inapreciable
regalo que le llegó de Madrid: la prohibición de la barbacoa. Y Junqueras
mordió el anzuelo.
El resto es de sobras
conocido. Mas chupando cámara todo el día durante el 9-N y Junqueras de
interventor vigilando la barbacoa y cuidando que no se queme la carne. Poco
después, Mas saca pecho y se autoinculpa como responsable del referéndum. La
proverbial torpeza española le brinda otro regalo: la fiscalía, escándalo
incluido, decide procesarle. A partir de este punto, la estrella de Junqueras
empezará a menguar sin solución de continuidad. Había caído en la trampa. La
propuesta de lista única independentista en unas elecciones anticipadas es el
aldabonazo que acaba por descolocarle definitivamente. Porque con todos los
medios, aparato y los quintacolumnistas a su favor, el inconsecuente parece ser
Junqueras, que pasará ahora a ser el megalómano dispuesto a sacrificar el
sagrado objetivo de la independencia de Cataluña en el altar de sus ambiciones
personales.
Hasta que ha acabado
cediendo en todo, menos en la lista. Mas ha convocado unas elecciones para
cuando le ha parecido más acorde a sus fines, y con plazo suficiente para
seguir ganando tiempo. Incluirá en su lista a las heroínas prefabricadas y no
necesitará ni prohibirle a Junqueras que no incluya independientes en la suya.
Mientras tanto, Junqueras le aprueba los presupuestos y sigue bloqueando la
investigación sobre el caso Pujol y otros muchos que afectan hasta al propio
Mas. ¿Se puede pedir más?
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