¿Se consuma el souflée? ¿Pausa para tomar carrerilla
con redoblada intensidad? ¿Desencanto y desmovilización? ¿Un paso adelante, dos
pasos hacia atrás? ¿Administración racional del resuello?...
Se ha oído prácticamente de
todo desde que empezó el linchamiento mediático de Oriol Junqueras, llevado a
cabo por los medios afines al President,
es decir, todos los de Cataluña, sin distinción de públicos o privados. Unos
piensan que el procés ha entrado en reflujo, otros que sigue su
hoja de ruta y que, en todo caso, está haciendo acopio de fuerzas, pero que muy
pronto pasará de nuevo a la ofensiva.
De entre las páginas seguidas
desde Vora la platja, me permito destacar las interesantes observaciones de
Jorge cuando hace especial hincapié en, por decirlo así, el irredentismo como
característica constitutiva del nacionalismo y su condición de inasequibilidad
al desaliento. El movimiento secesionista, nos dice,
“(…) ha repostado y ha recibido suficiente
combustible para proseguir su marcha. Cierto es que no es una gasolina de
primera calidad, sin impurezas, pero puede seguir adelante. Muchos
secesionistas han recibido el acuerdo entre CiU y ERC con poco entusiasmo,
frialdad e incluso con desconfianza como anotaba,preocupado, mi Jiménez Losantos particular. Pero de ahí a que el movimiento
haya descarrilado o que las luchas intestinas auguren su final va mucho. Es
más, ERC, que demuestra que aunque le falten cuadros para dirigir eficazmente
un estado tiene políticos de mayor categoría que CiU, aunque igualmente
ignorantes de la coyuntura internacional y de la capacidad del Estado español,
se ha apercibido - tras el simulacro del 9N - de que los independentistas
podrían perder un referéndum y que, de hecho, el apoyo a la ruptura con España
está empezando a rechinar y a haber un cierto riesgo de que una buena parte de
los secesionistas de aluvión decidan dar marcha atrás si las puertas del cielo
prometido no se abren ya. Por ello considera que con las elecciones del 27S hay
suficiente y que es preferible, como sostenían los sondeos, concurrir en listas
separadas: con el sistema electoral catalán vigente y la atomización del voto
unionista y españolista, la mayoría absoluta de los secesionistas en escaños es
casi segura. Da igual que no lo sea en votos: se toman como un plebiscito,
confundiendo planos de representación, y se empieza a redactar una Constitución
que, con el terreno abonado, difícilmente recibirá un "no". Y en el
caso de que lo obtuviera, se podría interpretar como un rechazo de
"una" Constitución catalana que no de la independencia de Catalunya,
con lo cual a redactar otra. Mientras, a seguir "ejerciendo" la
independencia (…).”
Un análisis ciertamente interesante,
y muy en la línea del lúcido pesimista que es, Jorge apunta hacia las tripas
del «procés», o hacia la cocina desde
donde se está reconduciendo, acaso con unas dosis de pragmatismo y de cálculo que,
de ser cierto, comporta una inteligente administración de las pasiones bajo los
dictados del cálculo político que, hasta ahora, no se les presumían a los dirigentes
independentistas. De ser así, nos estaríamos dirigiendo hacia escenarios mucho
más inquietantes que los de hasta ahora, muy particularmente si desde las filas
unionistas y españolistas, se está oficiando un funeral sin difunto. Eso sí, la
reticente ignorancia sobre la coyuntura internacional y la capacidad de reacción
del Estado sigue ahí, sobre el tapete, como formando parte del ADN nacionalista
sin posible solución de continuidad.
Claro que, si esto es
así, y si a la vez presumimos una cierta inteligencia política en el diseño de una
hoja de ruta que ahora tantos anuncian como descarrilada, el supuesto talón de
Aquiles de la ignorancia contextual y autorreferencial del independentismo pasa
a ser entonces no su punto débil, sino incluso la mismísima condición de la
posibilidad de que el «procés» siga
adelante. ¿Pero hacia dónde y hasta cuándo?
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