Acertará Kant cuando nos dice
que una cosa es que actuemos como si la Historia tuviera sentido y otra muy
distinta que lo tenga. Pero tal precariedad constituyente no podía satisfacer
de ninguna manera las exigencias de génesis del Idealismo que se anunciaba como
su superación y cuyo máximo monumento es la Lógica de Hegel, proyectada a su
vez en los distintos escritos sobre Filosofía de la Historia de este autor:
"hay que entender la Historia antes
de conocerla", nos dice Hegel nada más empezar... Muy bien, muy bien
¿Pero qué es lo que hay que entender? La respuesta a dicha pregunta es la
Filosofía de la Historia de Hegel.
No es este el lugar para
comentarla, pero diremos sucintamente que toda la lógica desplegada en el
tiempo por el espíritu de la Historia, y que precisamente por lo de «Lógica»
deberíamos suponer a priori, se nos
manifiesta a los humanos, acaso con la excepción del propio Hegel, a posteriori. Hasta al mismo Hegel se le
escapa en la introducción de la Fenomenología, en su famoso párrafo sobre el vuelo
de la lechuza de Minerva al caer la noche, la inevitabilidad de que la
Filosofía llegue siempre tarde, es decir, como la policía llega siempre cuando
ya se ha producido el crimen. Visto así, la verdad es que no se distingue en
mucho del consejo kantiano de hacer "como si la Historia tuviera
sentido". Sólo, eso sí, en que en un caso parece que te lo crees, mientras
que en el otro se establece una prudente distancia, lo cual no es nada baladí.
Concluyendo, que explicamos lo
ocurrido, pero en lo tocante a predicciones, no hay Lógica que valga. Y esto no satisface a ciertos espíritus «creativos». Así que si lo que queremos
es predecir el futuro como se predice la caída de una piedra, seguimos en la
bola de cristal, las videncias, el resto de artes mánticas en general y poca
cosa más.
La cosa no cambiará mucho con
Marx. Ni con Comte. Sólo algunos neokantianos -en el uso que hace Raymond Aron
de este término- se intentará avanzar algo a la vez que manteniendo el sentido
común y unos mínimos de coherencia intelectual. Será precisamente con Rickert,
y Dilthey después, que se zanjará, al menos provisionalmente, el debate. La
física es nomotética, y su función es la descripción (Erklären). La Historia,
por su parte, es idiográfica, y su función es la comprensión (Verstehen). La
primera es el modelo de las ciencias de la naturaleza (Naturwissenschaft); la
segunda, de las ciencias del espíritu (Geisteswissenschaft).
Pero la pretensión de
reducir la Historia a un puñado de leyes de inexorable cumplimiento no se acaba
con la historia contada por un idiota, de la que se lamentaba Macbeth y se
alegraba Goethe. Al fin y al cabo, si hay leyes históricas, han de ser
cuantificables, y esto significa matematizables ¿Por qué no matematizarla
entonces? ¿O acaso no llegó a pensar un matemático como Cantor que su descubrimiento
de los conjuntos transfinitos era una demostración de la existencia de Dios y
en este sentido le escribía al Papa de Roma de turno? ¿Por qué no con la
Historia?
(CONTINUARÁ)
(CONTINUARÁ)
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