A este paso, quien no tenga
una foto con el pequeño Nicolás no es nadie en el PP. Una curiosa metonimia, sí,
pero a la vista del recorrido fotográfico de tan atrabiliario personaje, bien
podría entenderse así. Ánsar,
Mariano, la Esperanza, Soraya, Cañete, Botella, Rato... todo un muestrario.
Y eso sin incluir a Felipe VI, al exministro Moratinos, a Rosell (CEOE) y
Cándido Méndez (UGT)... Para qué seguir.
Lo primero que destacaría es
que en ningún caso parecen fotos de aquellas que podríamos calificar de
accidentales o provocadas al caso por algún advenedizo que quiere lucirlas
luego. Vamos, que no dan a entender que el pequeño Nicolás pasaba por allí y se
coló para aparecer en la foto de grupo con Ánsar,
en la mesa donde Cañete estaba cenando, o que la reverencia en la coronación de
Felipe VI fuera un trucaje. No. Alguien debió invitarle a cada uno de estos
eventos, a los que no se accede si no es por rigurosa y filtrada invitación, y
aun suponiendo que los descuidados peces gordos con quienes se fotografiaba no
supieran quién era -lo cual es mucho suponer-, alguien al menos sí que tenía
que saberlo: quien quiera que diera el visto bueno a la lista de invitados a los
eventos en cuestión. A todos y cada uno
de ellos.
Lo segundo que llama
poderosamente la atención es el revuelo que se ha organizado por lo que se
supone que era un pelanas metido a impostor, y las «reacciones» que ha
suscitado entre los presuntos afectados. El ostentoso dispositivo policial
movilizado para detenerle, en plena calle mientras iba en coche con chófer, que más
bien parece pensado para detener a Bin Laden. ¿Tan difícil
era detenerle discretamente en su domicilio? ¿Y qué decir de los inmediatos
desmentidos emitidos por el CNI, la Casa Real o el PP? Si un servidor
proclamara ahora mismo que trabaja para el CNI, que ha estado negociando el
rescate judicial de la infanta o que le ha pedido a Pujol información
comprometida sobre ERC... ¿Se molestarían los aludidos en desmentirme? ¿O me
tomarían por un pobre desquiciado? ¿No es sospechoso tanto desmentido y tanto
operativo, sólo por los delirios de un pobre diablo de mente más o menos febril?
Reza el dicho popular que
cuando el río suena, agua lleva. No tengo la menor duda de que los perfiles
psíquicos del pequeño Nicolás dan para unas cuantas tesis doctorales en psiquiatría,
y que sin duda estamos ante un impostor y mentiroso compulsivo. Pero eso
tampoco es garantía de que alguien no le estuviera dando cobertura y que a partir de un momento dado, el pequeño Nicolás
decidiera andar por su cuenta. Las patologías que indudablemente presenta no son
óbice para descartar esta posibilidad; estamos ante un partido y un gobierno que le encargó ni más ni
menos que a Carromero misiones parecidas en Cuba, con el estrepitoso resultado
que todos conocemos.
En los desmentidos sobre las
afirmaciones vertidas por el pequeño Nicolás, tratándolo de simple impostor y
hasta de chiflado, nadie ha puesto en duda la autenticidad del material
fotográfico que corre por internet. Pero si nadie le conocía, entonces ¿quién
le invitaba? Si llamó directamente al móvil del rey padre, según se ha admitido
¿cómo es posible que la comunicación telefónica tuviera lugar en un número que
ha de ser, por definición, restringido en la admisión de llamadas entrantes?
¿Quién le dio la tarjeta de aparcamiento de La Moncloa? ¿De dónde obtenía
los recursos para tener acceso a clubes elitistas y para sus múltiples
vehículos y desplazamientos con chófer?
Al pequeño Nicolás ahora
nadie dice reconocerle. Pero eso tampoco es tan raro. Otro ilustre prócer,
Ángel Acebes, negó hace poco ante el juez conocer a un determinado individuo
con el que se le acusaba de connivencia en quehaceres prevaricadores.
Ni se inmutó cuando tras su respuesta, se le mostraron fotografías con el
interfecto, en actitudes de evidente complicidad.
A lo mejor algo parecido
pasa con el pequeño Nicolás. Sabemos, por ejemplo, quién le abrió las puertas a
Olga, la examiga de Monago, en la ceremonia de coronación de Felipe VI ¿Pero
quién se las abrió al pequeño Nicolás? Si todo lo que se está diciendo de él es
cierto, como mínimo los fallos en cadena de los servicios de seguridad serían
de una envergadura tal que deberían haber producido ya toda una serie de ceses
fulminantes en cadena. Y... ¿ha ocurrido algo de esto?
También está el síndrome del
toco-mocho. Afecta a aquél que ha sido engañado por el mismo a quien pretendía
engañar... por eso se calla. Para no pasar por tonto a la vez que por estafador
frustrado. ¿Habrá algo de eso?
Desde luego, no puedo
creerme ninguna de las dos versiones maniqueas que se están dando. Ni que sea
cierto todo lo que cuenta este gañancito, ni que todo sea pura invención de un
listillo. Creo más bien que ejercía de conseguidor por cuenta ajena, y que se
le fue la mano o la cabeza. La pregunta es a quién servía. Lo dicho, cuando el
río suena, agua lleva. El sonido del río es aquí la galería de fotos.
Con la autoridad que me da haber leído casi todas las novelas de John Le Carre, la gente que trabaja para los servicios de inteligencia no siempre sabe que lo está haciendo (no saben para quien trabaja quien les ha pedido a ellos que hagan algo), y casi nunca sabe del todo lo que está haciendo (porque a veces está haciendo sólo parte). En cuanto a lo que está haciendo -la cosa en sí- a veces hace lo que hace para despistar, aunque él no lo sepa. Y a veces sólo desempeña una verdadera misión, pero para ello lleva a cabo varias actuaciones aparentemente similares.
ResponEliminaDicho eso, me pareció curioso que el chico de 20 años, a las horas de haber salido del calabozo, contestase durante hora y pico a supuestamente avezados periodistas, todos los cuales dirían luego, eso sí, que no les cabe duda de que es un megalómano que se inventa el 90%, sin que se le pillase en un renuncio.
En cuanto a los desmentidos, no los recuerdo tan rápidos; no cabe duda de que hay quien se lo ha tomado todo bastante en serio.
ResponEliminaLo único que está claro es que le dedicarán una falla. Una película o una serie no sé, supongo que para eso tendría que pasar un tiempo.
Desde el principio no he entendido por qué a un tío de 20 años le llaman el pequeño. Hace un par de días, en un documental sobre la segunda guerra mundial, se mencionaba lo que el soldado tal o el teniente cual habían escrito en sus cartas desde el frente. Estos combatientes, alguno de los cuales había matado o habría de morir, tenían 18 ó 19 años.
Es peor lo del New York Times ¿baby-faced?. Lo que a estos peliculeros les llama la la atención es la cara del tío. Decía Uslar Pietri que su cara de pendejo era su mayor capital político.
Cuando hubo varios accidentes de aviación que se asociaron a alguna deficiencia de serie de los DC 10 decían en Estados Unidos "puedo creer que los cerdos y los DC 10 puedan volar, pero no puedo creer que Ronald Reagan sea presidente".
A mi desde que el gobierno socialista de Felipe González, como ejemplo del avance de la sociedad, puso al frente de la guardia civil por primera vez a un civil, y éste, de nombre Luis Roldán, resultó ser un robaperas con curriculum inventado, al tiempo que el que mandaba en el Banco de España, Mariano Rubio, entraba en la cárcel por malversación, cosas como las de D. Francisco Nicolás no me sorprenden mucho. ¿No nos acordamos de Mario Conde, modelo para la juventud española, amigo del rey, paradigma del hombre trabajador que por mérito llega a lo más alto?. La cosa es así, y no sólo en estos pagos. Bill Cosby, aquel señor tan gracioso, acumula hoy demandas por nada menos que violación. Strauss-Kahn, no exactamente un mindundi, ni un cateto, parecido. Kurt Walheim presidió la ONU durante años y luego su país, Austria; resultó haber sido un poco de las SS, como Günter Grass, conciencia de la Alemania de postguerra. Señoras del tercer mundo premiadas que son puro fraude, como el superviviente de Austwich que era completamente falso. Jefes de la patronal en el trullo por fraudes varios. Sindicalistos que se lo llevaban calentito. Ministro de Portugal que impuso gran austeridad a su pueblo pero era más indulgente consigo mismo.
Volviendo a D. Francisco, para medrar en la corte hay que ser un echao p'alante y arrimarse a los buenos; luego, si tienes suerte, que Dios nos asista. En los buenos viejos tiempos, al menos al que pillaban, o el que perdía el favor del rey o valido de turno (e.g., D. Rodrigo Calderón, hombre de confianza del Duque de Lerma, degollado en la plaza pública en Valladolid, a donde su señor había llevado la corte tras haberse hecho con gran cantidad de fincas urbanas allí, verdadero pionero del pelotazo urbanístico), se lo trincaban; hoy, época menos bárbara, le escribirán un libro.
ResponEliminaPor decir algo en serio: la culpa de todo la tiene la prensa supuestamente libre, que no dice nada hasta que la cosa es imparable. Luego se dice "todo el mundo sabía...". Así con Pujol, Corina, los ERE, las tramas de comisiones pagadas por empresarios a políticos...
Pues si todos los enterados lo sabían ¿Por qué no lo contabais?
Pues yo creo que deber ser por lo del síndrome del toco-mocho. No vas a decir que un chaval de 20 años te la dio con queso cuando pensabas dársela tú. Al menos algo de esto hay. Y lo de la prensa, pues bueno, lo de siempre...
Elimina