Mucha crítica sañuda he
detectado en los medios convencionales de todo pelaje por la presencia de «rastas»,
«bebés», «bikers», «perroflautas» y demás fauna indeseable, en algo tan
venerable como el Congreso de los Diputados, con motivo de la inauguración de
la temporada legislativa. Que «si se han perdido las formas…», que si «vaya charanga»
y demás lindezas. Pues bien, discrepo.
Y discrepo no porque piense
que estuviera bien que alguna diputada de buen ver, si la hubiere, cosa que
ignoro, se presentara en tan sacra cámara en negligée como única indumentaria; no, no por eso, sino por algo mucho
más prosaico: el hábito no hace al monje. Porque de monjes tunos y monjas tunas
con votos perpetuos, no por ello menos mutables, ya vamos asaz sobrados.
Además, resulta que un
servidor ha pasado sus horas en dos parlamentos, concretamente el español y el
catalán, y ha podido hacerse una cierta composición de sus actividades
fundamentales, así como de su funcionalidad (entiéndase malinowskianamente).
Vas allí por faena y te atienden, más o menos desganados, según el caso. Te
advierten que en unos cinco o diez minutos, deberán ausentarse de la reunión
para «ir a votar». La señal es el timbre que suena para convocar a los dilectos
representantes del pueblo que están, los menos, atendiendo audiencias de latosos
ciudadanos más o menos rebotados, los más, en el bar hablando de «sus» cosas.
Suena la corneta y todos al hemiciclo… a votar (¿qué y en qué sentido?: lo que
diga el jefe, ellos, ellas, ni idea). Podría contar más, pero no lo haré… para
no extenderme.
Al poco tiempo (siempre te
dejan conectado el televisor con la retransmisión de la sesión), regresan cada
uno a sus quehaceres, unos al bar, otros a la reunión con la esperanza de que
aquellos pesados se abran ya. Total, entonces, si sólo es para apretar un
botoncito ¿Por qué no lo iban a hacer el rasta o el bebé? Igual de bien, sin
duda alguna. Porque entre los de traje y las de vestido chaqueta, también se equivocan
a veces; pero no porque no les hayan dicho qué tenían que votar o disientan, no…
se equivocan de botón.
Si algún día el rasta
yerra el sentido de su voto, se dirá que iba «fumao»; si lo hace el del traje,
que se «confundió» traspuesto. Como aquella canción, creo que de Jarcha: «ese vino que al pobre emborracha y al
señorito intoxica». Pero a ver, si total ¡sólo han de apretar un botón!. Así
que, para lo que han de hacer ¿qué más da cómo vistan o a qué peluquero
frecuenten? La verdad, nada. Porque si todo es pura fachada, al menos que cada
cual vaya con la suya.
Enhorabuena por tan acertado comentario, querido Xavier. Un acierto. Cansados vamos ya muchos de comprobar que los peores delincuentes se embozan en traje y corbata, gomina y sonrisa falsa como moneda de varias caras. A mí me ha parecido muy bien que estos señores hayan ido al parlamento tal y como son, sencillamente porque durante la campaña electoral usaron exactamente los mismos vestuarios y la gente les votó por lo que eran y cómo eran. Así que ahora no deberían traicionar la confianza de quienes les votamos. No como otros que para pedir los votos se disfrazan de lo que no son (ni por lo más remoto), se humillan bailando grotescamente, hacen el payaso sobre una bici o sobre un sofá, o se suben a un globo. Lo dicho, excelente reflexión. Un saludo.
ResponEliminaEs que hay cosas que indignan. ¿A qué viene ahora tanto fingimiento con ribetes de agraviada solemnidad? Mira, cuando comparecí en el Parlamento catalán para explicar la posición del sindicato frente a la LEC -la infausta Llei d'Educació de Catalunya-,y mientras esperaba mi turno, hace de esto ya unos siete u ocho años, me dediqué a observar qué hacían los representantes del pueblo mientras Inger Enkvist, que fue la penúltima, presentaba su ponencia. Los había en estado hipnagógico, otros mandándose sms y pendientes del móvil; una diputada del PSC -la tenía justo delante- se dedicaba a enviarles a otras diputadas allí presentes las fotos de su bebé desde el portátil. Hubiera podido traerlo también y se hubiera ahorrado los envíos... En fin. De todas las visitas a parlamentos, sólo recuerdo dos casos en que fui atendido lo que yo entiendo por correctamente y sin que pareciera un simple paripé. Fue por parte de ICV -el equivalente a IU-, y del PP. ¡Ah!, y también, justo es reconocerlo, la reciente exconsejera cuando estaba en la bancada de la oposición. En el resto de ocasiones, con los mismos partidos o cualquier otro, teatrillo de aficionados. Y del Parlamento español, mejor dejarlo correr. Un saludo.
EliminaEl problema, Don Xavier, no es la rasta, ni la corbata; el problema es si debajo no hay nada. Si en realidad van desnudos.
ResponEliminaPor esta vez estamos de acuerdo, camarada Molotov. Eso hay que celebrarlo.
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