Con Ettore Scola se va el
último de los grandes directores italianos y uno de mis favoritos. De la generación
posterior a los Fellini, Antonioni, Rosellini, de Sicca y Visconti, todas y cada una de
sus películas tenían un especial encanto e interés... que sólo un gran
maestro sabe incitar. Se va con él también una forma de entender y hacer cine;
un cine crítico e inteligente, que sabía establecer con el espectador complicidades
sólo en apariencia facilonas y construidas sobre la base de las cosas bien
hechas. Algo que cada vez se echa más en falta.
De su filmografía recuerdo
especialmente Le Bal (1983), el
recorrido por una sala de baile parisina a lo largo de medio siglo, o La Familia (1987), pero sobre todo, su impresionante La Nuit
de Varennes (1982) - Mondo Nuovo,
en su versión italiana-, para mí, sin duda la mejor. Una película en la cual,
bajo el formato de La Diligencia
(1939) –Stagecoach-, de John Ford, nos
sitúa a personajes históricos viajando de París a Varennes en verano de 1791, tras
los pasos de un prófugo Luis XVI, en uno de los momentos más cruciales de la Revolución
Francesa, que había huido de las Tullerías para reunirse con los ejércitos
austroprusianos y, bajo su protección, marchar sobre París y restaurar el absolutismo.
Fue detenido con su familia en Varennes, disfrazado y viajando de un incógnito que no supo
disimular, reconocido por un palafrenero gracias a su parecido con la silueta de una moneda, y detenido por el alcalde de este pueblo al que tales hechos hicieron pasar a la historia. Su captura y vuelta a París marcó su sentencia de muerte.
Durante el trayecto en
diligencia (...)
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