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09.450´´ N
01º
18.519 E
La mayoría de «masos» de la
zona, abandonados o no -hay unos pocos todavía habitados, como el del Mèdol o
el de la Creu, más cerca de la «civilización»- disponen de una torre fuerte o
torreón. Acabaron sirviendo de almacén
para el grano y otras funciones similares, pero la presencia de matacanes en lo
alto nos dice sobre sobre algunos dos cosas: que su función inicial fue otra y la época en
que se construirían. Respecto a la primera, no cabe duda que ejercieron una
función de refugio contra los piratas berberiscos que hasta los siglos XVII y
parte del XVIII asolaron las costas mediterráneas. En cuanto a la segunda, no
puedo manifestarme con conocimiento exhaustivo de causa, pero sus orígenes
deben perderse en la noche medieval. Creo que este es precisamente el caso del
torreón que hoy nos ocupa, cuya diferencia fundamental, a parte de su condición de inquietante, es que aquí no nos las habemos con una masía que tiene un torreón, sino con un torreón que tiene una masía.
Las únicas plazas fuertes de la zona
donde refugiarse de los ataques de los piratas si uno no tenía ganas de acabar como
esclavo sexual en Argel, en Oran o en cualquier otro lugar del Mogreb, eran
Tarragona y Tamarit -con puerto de cabotaje y fortificaciones en la misma línea
del mar. Tarragona estaba demasiado lejos, a unos 15 kilómetros, para las
comunicaciones de la época, o de las distintas épocas. Tamarit, por su parte,
era una villa por entonces mucho más extensa que el perímetro amurallado que se
conserva actualmente, con un puerto de cabotaje cuyas fortificaciones llegaban,
y llegan todavía, hasta la misma línea del mar. Estaba ciertamente mucho más
cerca que Tarragona, a unos 6 km en línea recta de nuestro torreón inquietante
y ofrecía un refugio seguro. Pero tenía un problema: estaba en contradirección.
Si desembarcaban los piratas y te dirigías hacia Tamarit para refugiarte allí,
lo más seguro es que te cruzaras con ellos en el camino. Así que Tamarit
tampoco servía.
Lo de la piratería
berberisca norteafricana merece un comentario a parte. Afectó durante casi
mil años a la práctica totalidad de los territorios cristianos del litoral
mediterráneo occidental, hasta que Inglaterra la liquidó a cañonazo limpio después
del Tratado de Utrecht, dejándola reducida a dimensiones mínimas y localizada
en las propias costas de Berbería o africanas en general. Sólo entonces,
habiendo la piratería dejado de ser un peligro, se produjo la ocupación de la
costa por parte de sus habitantes, dando lugar a algo muy típico en el Mediterráneo,
la villa o ciudad nueva está en la costa, mientras que la antigua y originaria
se encuentra más al interior. Y todas las nuevas y costeras datan de la misma época.
Quedó aún algún resto de
piratería, pero muy circunscrito. Como curiosidades, los recién independizados
Estados Unidos enviaron una misión de castigo a Trípoli en los años 1803/1804, para
vengarse del abordaje de un bajel con bandera norteamericana. También, una de
las razones de la guerra entre España y Marruecos 1859/1860 fue el ataque a
pesqueros españoles por barcos piratas marroquíes. Pero en ambos casos la
piratería ya estaba prácticamente extinguida fuera de sus propia inmediatez
geográfica. Los mil años anteriores no
había sido así. A modo de curiosidad, recuerdo que en uno de los libros
que Oriana Fallaci «dedicó» al Islam, se pregunta por qué Occidente ha de pedir
perdón al Islam por el siglo XIX, si el Islam no lo pide por los mil años
anteriores y la cantidad de antepasados nuestros que fueron capturados y
esclavizados por ellos. Una buena pregunta, sin duda, pero volvamos a lo nuestro
después de este excurso.
Desde muy antiguo, la
vigilancia contra la piratería consistía en torreones costeros fortificados que
daban el aviso por diferentes medios, según la época -señales luminosas, fuego,
ópticas...- al divisar una vela pirata aproximarse. Dichas torres de costa se
extendían a los largo de la costa mediterránea. En la zona que nos ocupa, esta
función correspondía a la llamada torre
de la Móra, cuya imagen se puede ver al fondo de la foto que sirve de cabecera
a este blog.
Cuando el aviso de que había
moros en la costa -de ahí viene la expresión- llegaba al personal, la gente se
refugiaba en estos torreones fortificados, y desde allí procuraba resistir. Tampoco
es cuestión de imaginarse el sitio de Zaragoza, sino algo de dimensiones mucho más
modestas: quince, veinte, a lo sumo treinta piratas en torno a un torreón donde
se guarecían acaso otros tantas personas, mujeres y niños incluidos.
Tampoco los piratas
disponían de todo el tiempo del mundo. Lo suyo eran las razzias. Y al igual que los leones cazan a la gacela coja, vieja o
enferma, los piratas preferían robar rápidamente lo que pudieran, raptar al
despistado o despistada que pillaran -mejor despistada- y largarse con viento
fresco antes de que llegaran hombres de armas de alguna de las plazas fuertes.
Se preguntarán sin duda qué tiene
de inquietante este torreón junto a un mas en ruinas. Su función defensiva y de
refugio está clara, así como lo está que algunos «masos» sin torreón son de
construcción posterior, ya en el XVIII, cuando la única piratería todavía existente por
estos pagos eran los mossos d'esquadra fundados por Felipe V. Sí, ¿no lo sabían?
Otro día hablaremos de esto; hoy no toca.
El torreón se erige soberbio
por encima de una edificación claramente posterior y en ruinas. Las
construcciones anexas, lo que sería la antigua parte habitada del mas, son de
dimensiones menores a las de muchos otros «masos» de la zona. Una edificación que en ningún caso parece haber tenido nunca nada de señorial, a diferencia de otros casos. Eso sí, eran tres
plantas. Se entra por un pórtico derruido que daba a un
patio interior, desde el cual se accedía a la edificación y a otro edificio que
sería sin duda el establo. Algo muy común a todas estas edificaciones son los edificios
anexos de obra, o que sin ser anexos, están a pocos metros. Pero nada de esto
es lo inquietante.
Toda la edificación, con el
torreón en cabeza, está construida sobre un promontorio hoy rodeado de masa
boscosa. Cabe destacar también, pues, el relativamente amplio campo visual
desde lo alto del torreón. Se distinguen perfectamente cuatro matacanes, y si
como parece ser, en otros tiempos allí no había bosque, sino acaso cultivos, su
visibilidad todavía lo haría más poderoso e imprescindible. Pero lo que se me
antoja realmente inquietante es otra cosa. A lo mejor les parece una tontería,
pero se la comento igualmente.
Todas las torres
fortificadas y torreones anexos a los «masos» de esta zona que he podido ver, y
que modestamente aseguraría que son su práctica totalidad, son de base
cuadrangular, es decir, cuadrada o algo rectangular. Absolutamente todas. Desde
las que se puede ver que en su momento ejercieron funciones de refugio y
protección, hasta las que también se puede detectar que, siendo posteriores, su
construcción obedeció desde un primer momento a otras finalidades, más
relacionadas con la actividad agrícola que con la defensa. Pero, insisto, todas
son de base cuadrangular. En realidad, también la torre medieval del arzobispo,
en las murallas de Tarragona lo es, igual que la de Minerva, romana y en estas
mismas murallas. Excepto en algunas reconstrucciones groseras llevadas a cabo
por ayuntamientos incompetentes o por millonarios ignorantes, la mayoría de
torreones y torres fortificadas de la zona son de base cuadrangular. Esta, en
cambio, es de planta circular. ¿A qué obedece tal diferencia?
En los alrededores sólo hay
otras dos torres de planta circular. Una de ellas es una torre de vigía en
el castillo de Tamarit, pero no la torre del homenaje, que es cuadrangular,
sino otra muy anterior, cerca de lo que fue el antiguo puerto de cabotaje y correspondiente
a la primera fase de construcción, datada de los siglos XI o principios del
XII. Y la torre de la Móra, claro, pero en este caso entiendo que no se trata
de nada significativo, porque estuvo en uso hasta hace poco -la guardia civil
la había utilizado para vigilar el contrabando- y ha estado sometida a
infinidad de reconstrucciones. No puedo pues saber cómo era inicialmente. Y
además, hay otra cosa que es cierta: la mayoría de torres costeras de vigía en
el mediterráneo son de planta circular. Así pues, esa no cuenta.
Pero en esta zona, las
torres interiores son cuadrangulares, todas excepto esas dos, la conocida de
Tamarit y nuestro menos conocido torreón inquietante. No sé... tengo una
explicación algo estrambótica que quizás algún día me atreva a exponer sobre
los orígenes de este torreón. Sí, ya sé que me dirán que esto es la canícula. Vale, pero de me momento prefiero imaginarlo oteando en busca de piratas y quedarme con su condición de
inquietante,
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