El sentido del humor se perdió hace tiempo por estos pagos, si alguna vez lo hubo. Tampoco hay humoristas de talla, se morirían de hambre; yo diría que el último fue Eugenio. Lo que hoy se considera humor más bien consiste en una jerigonza entre chabacana y mojigata, además por el corsé inquisidor de la implacable corrección política. Un menester, este, para el que nunca han faltado voluntarios.
En cualquier caso,
siempre ha habido en todo chiste dosis implícitas de crueldad. Los hay más
elegantes, donde el recurso consiste en poner situaciones cotidianas al límite
de lo absurdo, y los hay más ramplones. Pero en definitiva, el sujeto
destinatario del relato chistoso siempre es algún infeliz, substancial o
accidental, víctima de algún infortunio mundano, que de acuerdo con los tópicos
culturales al uso, adolece de algo a partir de lo cual es convertido por el
relato chistoso en objeto de chanza para regodeo del personal, que se jacta así
simbólicamente de no padecer la desgracia objeto de mofa, o sublima su miedo a
padecerla. Cornudos, homosexuales, prostitutas, puteros, feos, lisiados,
tontos, avaros, listillos, cobardes, fantasmones… la lista es interminable,
pero acotada. Como el conjunto de los números primos, que es infinito, pero aun
así menor (?) que el de los números naturales, los posibles sujetos de chiste
lo son también, pero han de ser primos, o como mínimo, ser vistos como tales.
También hay chistes
sobre grupos determinados, razas, etnias o «géneros», sobre los que se carga
como característico del colectivo cualquiera de los “atributos” citados en el
párrafo anterior. En nuestro caso hay chistes de gallegos, de catalanes, de
andaluces, de madrileños… y también de negros, de belgas o de judíos. Estos
últimos, los de judíos, y contra lo que se piensa, son por lo general de
importación y provenientes del norte germánico, así como los de negros tienen
sus raíces en los EEUU –quién no recuerda el del cadáver de un negro con 87
puñaladas, que le sugiere al sheriff de Alabama el caso más extraño de suicidio
que jamás había visto- o la Gran Bretaña, sólo superados en este
caso por los de irlandeses. Todos ellos, por lo general, crueles sin más.
Y malos.
No puede uno dejar de
recordar una velada, debe hacer más de treinta años, entre unos cuantos ingleses,
un alemán y un servidor. El alemán, a la sazón hijo de un ex SS, de lo cual se
jactaba sin el menor rubor, empezó contando los conocidos chistes que hacen
referencia a la supuesta cobardía de los italianos y a su inutilidad para
quehaceres bélicos, entre la complacencia general -son muy propios de alemanes
y británicos-. Tal vez animado por el éxito, y algo «cargado» -todo hay que
decirlo-, el alemán prosiguió con chistes de judíos, entre los cuales
recuerdo el del judío que, recién llegado al campo de exterminio, pide
desesperadamente un vaso de agua, y el «cortés» oficial de las SS le responde “¿Con gas o sin gas?”. Digno de
Ohlendorf, vamos. El otro chiste de judíos que recuerdo que contó, fue ni más ni menos que el que acaba
de meter en un brete al «gracioso»
Zapata, ese recién estrenado concejal de cultura de Madrid, que lo
colgó en twiter hace tres o cuatro años. Sí, el del cenicero del coche y todo
eso.
No sé nada de este tal
Zapata. Lo único que puedo asegurar es que hay que ser muy imbécil para colgar
algo así en twiter. No es ningún secreto que los alemanes siguen hoy en día, en
círculos «íntimos», contando esos chistes. Igual que los americanos siguen con
los suyos, aunque en este caso, y tal vez más irónicos por influencia inglesa,
en sus chistes de negros hay también algo más que sutiles críticas a los
blancos sureños. La diferencia tal vez sea que ninguno de todos estos sería tan
cretino como para colgarlo en twiter. Y al que lo haga, lo crujen. Nunca
sabremos si por racista o por idiota –no son en absoluto términos excluyentes-,
pero el caso es que lo crujen.
Porque una cosa es la
esfera de lo privado, y otra la de lo público. Y twiter, o Facebook, o un blog,
o una web, pertenecen a la de lo público. Por lo visto, el bueno
de Zapata, eso, no lo sabía. Además, y al menos tal como se ha publicado
el twit, está contado sin el
menor comentario, es decir, para hacerse el gracioso. Pero no nos cebemos ahora
con Zapata y concedámosle el beneficio de la duda. Total, sólo quería hacerse
el gracioso. Y a fe que lo ha conseguido.
Vayamos pues todos por
la senda de lo gracioso, yo el primero, y dejemos a un lado lo deleznable,
siniestro y aborrecible del objeto «humorístico» de este concejal de
izquierdas, candidatura «AHORA MADRID», por nombre Guillermo Zapata.
Seamos, pues, todos graciosos y riámosle la gracia poniéndolo como sujeto del
chiste de «tontos» que ha protagonizado. A él, claro. Ya que nos quería hacer
reír…
A uno, ese Zapata le
recuerda al zote del coronel Erhardt de las SS, en la inolvidable obra maestra
de Lubitch «To be or not to be» (1942).
Porque sólo en una obra maestra como aquella, puede el humor llegar a tal nivel
de magistralidad y grandeza como para hacer que caiga gracioso un coronel de
las SS, asesino cruel y despiadado, a la vez que cenutrio y grotesco, que tiene
arrestos para reconocer que el actor polaco protagonista hace con Shakespeare
lo mismo que ellos están haciendo con Polonia y que, en privado, cuenta chistes
sobre el Führer.
Lo de Lübitch es una
obra de arte, lo de Zapata, en cambio, pura y simple basura. Una grotesca
parodia de Erhardt. Porque es la misma izquierda orate a la que pertenece
Zapata la que ha castrado el sentido del humor con su obsesiva persecución de
lo políticamente incorrecto, pero que, por lo visto, luego en privado, así como
el coronel Erhardt contaba chistes del Führer, él los cuenta de judíos… y de
otras cosas, según parece ser. El chiste está en que sea tan tonto que se la
vaya la mano y lo cuelgue en twiter. Porque se trata ni más ni menos de un
chiste de tontos, donde el tonto es él.
El chiste es él. Y por tonto:
¡PREMIO BABERO DE ORO!
Al menos, su breve paso por la regiduría le ha servido para algo.
De menuda basura descerebrada de concejal de Cultura y Juventud...de Cultura y Juventud repito, nos hemos librado en Madrid, menudo ojo tienes...Carmena.
ResponEliminaFantástico, Xavier. De haberlo leído antes me habría ahorrado escribir sobre el interfecto. Era tan sencillo como endilgarle el babero de oro. Qué bien que hayas retomado este serie.
ResponElimina