Nunca hablo del deporte "estatal" de esa nación de naciones, ni hoy
tampoco lo haré. Debo haber asistido en toda mi vida, como mucho, a seis o
siete partidos de fútbol, un par de ellos de niño, y el último no hace menos de
treinta años. Lo que vi, o el escenario al que me tocó asistir en los tres o
cuatro que puedo recordar, fue de tal magnitud a nivel de experiencia personal
que, o me pagan la próxima vez, y muy bien, como antropólogo que
soy, para hacer un trabajo de campo, o si no fuera el caso y dándome por
perdido, alguien deseara encontrarme, que no me busque en un estadio de fútbol.
Eso sí, bien pagado, prometo cumplir las tres reglas de Lévi-Strauss para el trabajo de campo: blog de notas, observación participante y relativismo cultural (como método, claro, que te lo creas ya es otra cosa).
Nunca he podido estar de
acuerdo con las flatulencias montalbánicas sobre el fútbol y los intelectuales
«de compromiso». Aun así, respeto a cualquiera que le guste el fútbol y lo
sienta como pasión –no es ese para mí un criterio de demarcación-, sin que ello
sea óbice como para ser de la opinión que, igual que en una peli porno el
punto de vista más interesante es sin duda el de los protagonistas, y más bien patético el de los mirones, el
aficionado espectador que se gasta los cuartos que luego escatima al comedor escolar de su hijo no está, por lo general, para ver jugar al fútbol,
sino para alguna otra cosa. De lo contrario, jugaría él mismo. En fin…
Después de haber observado en
tan escasas ocasiones los efectos catárticos de «sublimefectivicación” de vayan
ustedes a saber qué –Freud no toca hoy-, que entre los espectadores sugiere tal
espectáculo, la verdad es que me quedo con
la tragedia griega, o con Tolstói, o con Kant –debería darnos vergüenza como
somos-, o hasta con Fernando Esteso, que ya es decir. Créanme.
Por eso, precisamente, y en la
connivencia que el lector ya sabrá de qué estoy hablando y a qué me estoy
refiriendo, igual que me parece ridícula la pitada inicial de la final de la
Copa del Rey, más ridícula me parece todavía la reacción, afección, difusión y entusiasmo o
indignación que, según el caso, ha suscitado la astracanada de marras en prácticamente todos los
medios de comunicación del país. Unos, los paniaguados de aquí, por lo general enfervorizadamente a favor; otros, los no menos paniaguados de allá, como si se acabara de hundir la Armada Invencible, furibundamente agraviados y exigiendo que se «tomen medidas drásticas»
contra tales insultos a la Nación. ¡Por favor! A ver si somos más serios… ¡Que estamos hablando de payasos a tiempo parcial!
El nacional/futbolismo está haciendo
estragos. Cuando yo era niño, oía decir entre los mayores que cuando había
algún problema –estábamos en el franquismo- se ponía algún partido de fútbol en
TVE para entretener al personal, o para desviarlo de lo que se suponía que
verdaderamente debería preocuparle. Era, a lo sumo, exceptuando los domingos por la tarde,
un partido cada mes, y puede que exagere. ¿Cuántos retransmiten hoy por semana?
Un país serio, y este debiera
serlo, no debería preocuparse por jerigonzas de tal jaez. Y sus medios de
comunicación, públicos o privados, interesados o desinteresados –esto último,
difícil-, si fueran mínimamente serios, tampoco. Y conste que me parece una
indignidad que el presidente de la Generalitat
estimulara su conocida mueca mandibular para simular un amago sonrisa ante el espectáculo; sobre todo porque, en su situación actual, no tiene
nada de qué reírse. Y además, es un cargo público e institucional. Vergonzante
sin "Mas".
Pero siempre, o al menos en este
país, después de lo vergonzante, surge lo grotesco. La reacción de los medios,
en general, ha sido si cabe peor. Porque le han dado importancia. Ha sido el
único tema, cuasi monotema. Y si le damos pábulo a una payasada, o somos
payasos o somos imbéciles, que no es lo mismo de ninguna manera. Eso sí, siempre espectadores; como los que pitaban…
dejémoslo correr, que en todas partes cuecen habas, y en según qué lugares, a
calderadas. «Fútbol es Fútbol», dijo el «filósofo» Johan Cruyff. Por cierto, ¿ese
Villar presidente perpetuo de la FEF no es el que le dio un puñetazo? ¿Y es
vasco? Mmmmmmm… Esto no pasaría en ningún país civilizado, por lo del puñetazo, claro, no por lo de vasco, que no se me malinterprete ahora, ni siquiera en algo
tan trivial como en una federación de fútbol, o aunque porque no lo sea tanto, sino por lo que pueda dar y da de sí en materia de solazamiento de las masas, y
precisamente por esto.
Una vez sugerí públicamente en
TVE, como respuesta a la pregunta que me hicieron, que se cerraran las
facultades de Pedagogía; no me volvieron a llamar. Nunca más. Y el debate, no es por nada, fue bueno. Dicho lo dicho
del fútbol, me temo que la audiencia de este modesto
blog disminuirá. En fin...
Hoy en día no es el «con la
iglesia hemos topado» -en minúscula «iglesia» porque era una parroquia de
pueblo, no la institución-, sino «con el Fútbol hemos topado». Y ahí sí que hay
mucha «Institución» -esa sí, mayúscula-.
Por cierto, se me da un
ardite que le piten a Felipe VI, a Mas, a Urkullu, a Rajoy o al sursuncorda,
como si le pitan los neovigilantes de la playa -ya no está Pamela Anderson, pobrecilla- al bañista díscolo que se
adentra con bandera roja mar adentro. Pero ¡por favor! Un poquito de porfavor… Sobre
todo, que esta vez los jueces no hagan el ridículo, que se inhiban ya. O
acabaremos todos siendo el pito del sereno, si no lo somos ya… Si este país no
lo es ya.
La gente en Catalunya está harta, muy harta de tanta indecencia, de que les recortasen el Estatut por la patilla, del déficit / latrocinio anual, de la intoxicación diaria contra los catalanes, de que les llamen “catalufos”, de que no les dejen convocar un referéndum como hicieron los escoceses, de los intentos de cepillarse la débil lengua catalana, y sobretodo, están hartos de pertenecer a un estado que está secuestrado desde siglos por una cohorte de cantamañanas y vividores de tres al cuarto.
ResponEliminaSilbar es pues el acto más pacifico, civil y democrático que se puede hacer, ¿o es que preferirian las bombas?
Obviedades:
ResponElimina1.- Un estado que teme los silbidos es un estado profundamente débil.
2.- Una nación donde decenas de miles de personas silban sus símbolos tiene un problema de falta de adhesión a su proyecto, si hay vida inteligente en ese estado lo suyo sería que se planteara qué está haciendo mal.
3.- El estado español históricamente ha tenido miedo de sus habitantes.
4.- El Tribunal Supremo de Estado Unidos ha reiterado que quemar la bandera de estados unidos (incluso delante de la Casa Blanca) no es delito y está protegido por la enmienda primera de la Constitución: http://elpais.com/diario/1989/06/23/internacional/614556009_850215.html
5.- Si a un pueblo no se le deja votar qué menos que expresen su descontento de forma pacífica silbando.
6.- No es serio que un estado, aunque tenga poca tradición liberal, prohíba a la gente silbar, aplaudir, gritar, erúptar o tirarse pedos.
7.-El único país de Europa donde se silba el himno de los paises extranjeros en los partidos internacionaes de futbol es España: así ha sucedido reiterádamnete en los partidos de la selección española. Y ningún miembro del Pp, tertuliano o periodista a sueldo ha denunciado los hechos al Tribunal de la Haya cuando menos.
Si lee mi nueva entrega "Iconomaquias: de himnos y banderas", podrá comprobar que, en lo esencial, estoy mucho más de acuerdo con usted de lo que su intervención da a entender. Eso sí, disiento en lo que atañe a su ardorosa defensa de la libertad de eructar o tirarse pedos, al menos si es en público. Entiéndame, tampoco interprete que soy partidario de penalizar tales actos fisiológicos; a veces la naturaleza... ya se sabe. Pero de allí a reivindicarlos va un trecho.
ResponEliminaSi España es el único país donde se silba a los himnos extranjeros en partidos internacionales, es algo que ignoro. Sí me consta, en cambio, que si el rival es español, se le silba y mucho más, ya se trate de Barcelona, Madrid o de una final municipal entre Villaconejos de Arriba F.C contra Villaconejos de Abajo F.C.