Se va Monedero de la dirección
de PODEMOS, anunciando primero su decepción por la deriva del partido que
fundó, ahora empecinado en mirarse al espejo de la casta y más preocupado por
las tertulias mediáticas que por los problemas de la gente, después suavizando
los términos deshaciéndose en elogios de su «amigo» Pablo Iglesias. Una voz
autorizada me comenta que le ha perdido su soberbia. Sí, no lo dudo, pero entonces
sería su soberbia la que le habría llevado a meter la pata en la que para mí es
la piedra angular de todo este galimatías: el tema económico, ante el cual
reaccionó públicamente en tono claramente desafiante, altivo y proclamando su
absoluta inocencia… para entrar al día siguiente una declaración complementaria
por si las moscas.
Ya advirtió Gregorio Morán
hace un tiempo que a los de PODEMOS les iban a mirar con microscopio hasta si
tenían un tatuaje en el culo. Y como acostumbra, tenía razón. Lo que me
pregunto es si no se lo imaginaban. A lo mejor lo que no se imaginaban es haber
llegado tan lejos en las encuestas.
PODEMOS ha sido, en cualquier
caso, algo más que un fenómeno puramente mediático. Lo que está por ver ahora
es si superará esta fase. Al pairo del 15-M, el laboratorio politológico de la
Complutense diseñó un discurso que incorporaba todo un espectro iba desde los
movimientos alternativos antisistema y antiglobalización del tipo Eugene (Oregón)
o Portoalegre (Brasil) y tesis a lo Paul Zerzan, pasando por el bolivarismo
venezolano por entonces de nuevo cuño, hasta los naufragios de la izquierda
sociológica que no había quedado integrada o asimilada por el sistema; mucha, sí,
pero también caracterizada por su heteroclicidad constitutiva. Con estos
mimbres, y la crisis, se construyó el cesto de PODEMOS. La vis mediática de Pablo Iglesias hizo el resto. No en vano, la
papeleta de voto en las elecciones europeas llevaba su imagen grabada como su
fuera el logo.
Luego empezaron a aparecer los
«segundos» de Iglesias. Tuvieron sus dimes y diretes, pero seguían mimados por
los medios. Se trataba de erosionar al PSOE y a la inane Izquierda Unida. Pese
a la crisis, el crecimiento de la izquierda -lo de izquierda es un decir- se podía contener fragmentándola. Por
la derecha, el PP en el poder sólo temía por su extrema ídem, y silenciando a
VOX, pensaron, todo arreglado. No contaban con C’s, pero esta es otra historia.
El caso es que del mimo mediático, se pasó al acoso mediático a PODEMOS.
Bastaron dos factores: que empezaran a dispararse en las encuestas muy por encima
de lo que se había previsto, y que aparecieran sus primeras propuestas de
programa político y electoral. Que si sería el desastre, que si se estaban
moderando, que si socialdemócratas, que si dogmáticos extremistas… Todo vale. Agresiones
externas y problemas internos derivados de un crecimiento exponencial
ingestionable. Y que si la financiación externa, encima venezolana, claro. Ya
sólo faltaba un defraudador a la patriótica hacienda española como para
presentar a algún podemista como émulo de Bárcenas, Pujol, Correa u otros
tantos pringados hasta el corvejón por una corrupción que, nos dicen, es sistémica.
¿Sistémica? ¡Qué risa, tía Felisa! ¡No me digan! Hacienda somos todos, se trate
de Rato o de Monedero ¡Claro! Anunciaban Montoro y su sardónica sonrisa mientras
nos ofrecían, ambos, sólo durante un ratito, la cabeza de Rato.
Y pillaron a Monedero, que se
lo tomó mal, muy mal. Sobre todo por su internacionalismo. Porque, vamos a ser
claros. Aquí, todos los politicastros que trincan, lo hacen en sus feudos. Ni
uno ha conseguido matutear en el extranjero. Sí, claro, han cobrado de ellos,
pero en plan colonial y donde la colonia somos nosotros con el cacique
trincando y los demás pringando. Todo provenía de lo que se iba a obtener por
aquí con las prebendas que el politicastro les garantizaba conseguir, ya sean
inversiones fraudulentas, cultivos de lino en tierra de secano o
deslocalizaciones. Y todo a Suiza o Andorra. Siempre vampirizando a los súbditos propios.
Por eso digo que a Monedero le
perdió su internacionalismo. De ser como Rato, se hubiera jactado de haberles
tomado el pelo a los chavistas. Porque, eso sí, si alguien se toma en serio que
Monedero y compañía son la quinta columna al servicio de los designios del
bolivarismo que pretende convertir la península en colonia sudamericana, pues
que se lo haga mirar. Pero no por un psiquiatra, sino por un exorcista.
El problema de Monedero fue el
renuncio en que le pillaron por su actitud tan chulescamente gallarda cuando se
tiró el farol. Fíjense, en cambio, en la altivez propia del calavera de buen
tono exhibida por Rato. Y esto es lo que no supo hacer Monedero. Pero eso sí, acostumbrados
a políticos que sólo saben robar a los propios, Monedero merece, dentro del
gremio de los trincones, el mismo premio al que sería acreedora una empresa
nacional exportadora de alta tecnología. Algo inédito.
De haber hecho como Rato, de
haberse mantenido impertérrito como él, ahora sería un héroe. Porque aun
admitiendo que hubiera robado por estafa o engaño a los bolivaristas
venezolanos, él no les robó a sus compatriotas. Parecerá broma, y lo es, pero a
ver qué otro lo ha conseguido.
Hace ya muchos años, cuando
estaba estallando la Tangentopoli italiana, un gran periodista, Indro Montanelli, justificó a Monedero avant la lettre. Montanelli, como hombre
culto que era, les recordaba a los italianos que todos sus líderes, empezando
por Julio César, habían sido unos corruptos obsesivos. Del botín que aportó
César al erario romano por su conquista de las Galias, nos recordaba, distrajo
para sí como el 40% del total. Y tantos otros no le fueron a la zaga. Cierto,
eran corruptos, nos decía Montanelli, pero aportaron riqueza a Roma; los
políticos actuales, en cambio, no aportan nada y sólo roban.
Al menos desde esta perspectiva,
Monedero merecería un reconocimiento de todo el pueblo español. Engañó a Hacienda,
pero no les robó a los suyos. Y eso, hoy, es un hecho diferencial. Además, ha
dimitido.
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