En estas mismas horas, un
profesor faltará hoy a clase. Y aunque todos piensen en él, nadie preguntará
por él; todos saben, sabemos, por qué. No asistirá porque ayer lo asesinaron
mientras estaba trabajando. Y no merecerá ni siquiera las inquietudes mediáticas
que el asesino está mereciendo. Un número, un profesor, una víctima. Nada…
porque de él nadie habla. ¿Tenía mujer o novia, padre, madre, hijos…? Nada. Un
simple substituto al que igual todavía ni se le conocía. Quien no haya sido
substituto que tire la primera piedra.
Pero todo el mundo se pregunta,
con inquieta afección, qué será del monstruito, qué van a hacer con el que ya
va camino de convertirse en mito para tarados como él; sus aficiones, sus afecciones, sus filias, sus fobias… sí, muchas fobias. Todo está en la prensa y en la red, menos su
nombre, por ahora. ¿Por qué?... es menor, claro. Consulten la red y ya verán.
Yo, por higiene moral, no pongo los links. ¿Menor? De edad legal sí, pero
suficientemente mayor como para asesinar. Eso también.
Pero nadie se pregunta qué
será de Abel, porque todos saben que ya no es. Ni de la gente que le quería y acaso dependiese de sus escasos ingresos como substituto. Por eso
nadie preguntará mañana por qué no acudió. Sólo espero que los que todavía tenemos memoria,
le recordemos como se merece: como un profesor.
¡Dios
mío! ¡Qué solos se quedan los muertos! (Bécquer)
Para Abel, a quien no
conocí, con admiración.
Estimado Xavier, comparto tus sentimientos y, como compañero, te agradezco la reflexión.
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