Diga lo que diga el Sr.
Garicano, a cuyas afirmaciones aludíamos en la anterior entrega, de la
formación que uno tenga dependerá lo que pueda aportarle el acceso a una
determinada información. Podemos decir que de ella dependerá el procesamiento que se haga de los nuevos datos al
enmarcarlos en contexto, o la digestión intelectual que haga de ellos.
Digámoslo en el registro que nos dé la gana: cualquier información tiene
significado en la medida que pueda incorporarse al conocimiento que uno tenga,
ya sea de una materia concreta en particular, o de cuestiones más generales o
abstractas; o para cuestionar lo que pensábamos acerca de algo.
En definitiva, hay una
condición necesaria sin la cual carece de objeto cualquier ulterior
disquisición sobre el aprendizaje, ya sea de lo más interesante y solvente, o
pura charlatanería: sólo podemos entender aquello con respecto a lo cual
disponemos de un cierto conocimiento que viene dado por una previa
formación. Y esta formación previa ha de haberse adquirido de forma
sistematizada, porque el conocimiento humano es un saber sistematizado.
Discutir esto, o cuestionarlo, como tan de moda está de un tiempo a esta parte,
es negar la circularidad del círculo o la cuadratura del cuadrado.
Entiendo que en íntima
relación con el tema, Gregorio Luri explicitaba hace poco como “Pensar es fácil, pero pensar bien no”. Y proseguía más adelante: “Existe una
jerarquía en el conocimiento. La supuesta horizontalidad de las relaciones en
Internet hay que tomarla con precaución, al menos mientras siga habiendo una
jerarquía notable entre cualquier cuarteto de cuerdas de Beethoven y las obras
completas de Georgie Dann. (…) en la edad de la sobreabundancia de información,
precisamente porque hay mucha, la información vale muy poco. Lo que vale, y
valdrá cada vez más, es el conocimiento relevante (…)”.
En la misma línea, doy con una excelente entrevista a Inger Enkvist en Magisterio,
que no puedo enlazar por ser de acceso restringido, en la cual a propósito de este
idólatra culto a la información, y subsiguiente desdén, cuando no proscripción,
de la formación y el conocimiento, nos describe un experimento realizado con alumnos norteamericanos. Transcribo
textualmente esta parte de la entrevista:
“Se hizo en un grupo
de adolescentes, como los de la ESO españoles, y se les dio a leer un texto de
unas ocho líneas en el que se les decía que “los generales Lee y Grant”… Luego
un espacio vacío y luego la palabra “negociación”. Los estudiantes tenían que
averiguar cuál era el sentido de ese texto.
Los más rezagados pensaron que era
algo militar. Los más avanzados pensaron: “Ah, Lee y Grant… Debe ser algo de la
Guerra de Secesión. Eso es más o menos en 1860. Si se menciona la palabra “negociación”
será que el texto se refiere al final de la guerra en 1865; y las últimas
batallas se dieron en Virginia. Si los alumnos flojos hubieran tenido un
ordenador, habrían buscado “Lee” y les habrían salido muchos “Lee”; lo mismo
habría ocurrido buscando el apellido “Grant”. Si hubieran sido más listos,
habrían puesto general Lee o general Grant. Pero lo que tenían que buscar es
Lee y Grant juntos porque son una pareja de adversarios en la historia. Claro,
eso lo sabemos los que sabemos quiénes son. El grupo avanzado entendía cosas
que no estaban en el texto porque tenían conocimientos previos. Y así es casi
toda la comprensión lectora; hay cosas que se sobreentienden en un texto porque
tenemos conocimiento de ellas.
Por ello, eso de que no necesitamos leer porque
ahora tenemos internet es falso, falso, falso. A los alumnos rezagados no les
sirve de mucho un ordenador. A la tecnología debemos dedicarle el tiempo
necesario para saber usarla, pero nada más. La tarea de la escuela es dar a los
niños ese conocimiento y ese vocabulario necesarios para la vida adulta (…)”.
Y una tercera referencia,
resultado de mis actuales relecturas de Isaac Asimov. En un mundo futuro
hipertecnologizado, un programador de alto rango descubre casualmente a un
técnico que conoce algo así como lo que hoy (todavía) llamamos las tablas de
multiplicar: 3 x 9 = 27. Al principio piensa que hay algún truco; 7 x 8 = 56…
Bueno, piensa el programador, después de todo, es posible que se haya dedicado
a la absurda tarea de memorizar algunos resultados viendo los que arroja el
ordenador si se le ordena hacer esta operación, pero no llegará a operaciones
más complejas porque es imposible. ¿24 x 35? Y entonces se queda literalmente
atolondrado cuando ve que el hombre coge un papel, un lápiz, y empieza a
dibujar extraños signos, después de los cuales anuncia: 840. Y descubre que
puede hacer lo mismo con divisiones: 136/4 = 34. Y hasta divisiones cuyo
cociente no es entero… ¡con decimales!
El programador lleva al técnico
ante el estado mayor para una demostración. Tras el escepticismo inicial, se
cae en la cuenta de la extraordinaria importancia del «descubrimiento». Resulta
que el cerebro humano puede ser capaz de realizar todas y cada una de las
operaciones que hace un ordenador. Con más tiempo, eso sí, y a veces con mucho,
muchísimo más tiempo. Pero eso no importaba: iba a permitir prescindir de los
ordenadores para cierto tipo de operaciones. A esta nueva ciencia se decide
llamarla «grafítica», y se crea un proyecto generosamente dotado para
desarrollarla, al frente del cual están el programador y el técnico.
Por razones que corresponden
al desarrollo del relato y que ahora no vienen al caso, el técnico descubre que
los objetivos que el poder perseguía con el desarrollo de la grafítica eran de
moralidad más que dudosa. Abyectos, en una palabra. Lo que para él había sido
un simple pasatiempo, se había convertido en una cuestión de estado. Y cuando
el proyecto estaba ya consiguiendo realizar manualmente raíces cuadradas, el
técnico decide quitarse la vida. Así concluye el relato:
“Todos rodeaban la
tumba del pequeño técnico, rindiendo tributo a su grandioso descubrimiento.
El programador
Shuman mantenía la cabeza inclinada (…) –Nueve por siete son sesenta y tres- se
dijo Shuman, con honda satisfacción-, y maldita la falta que me hace una
computadora para saberlo. ¡Tengo una computadora en la cabeza!
Y era sorprendente
la sensación de poder que eso le producía.”
El relato de Asimov
tiene por título “Sensación de Poder”.
Es la sensación de poder que les estamos negando a las futuras generaciones
cuyo único objetivo hemos decidido que sea la información sin formación.
Cierto, la información nunca es neutral, y el procesamiento que hacemos de ella
de acuerdo con nuestra formación, seguramente que tampoco. Pero el paradigma de
la información sin formación, no es que no sea neutral, es simplemente perverso.
Enhorabuena, Xavier, por ambos artículos (este y el anterior sobre la información sin formación). Lo de la educación no tiene buena pinta...No la salva ningún partido. O la salvamos nosotros en algo semejante a una guerra de guerrillas o se nos echa a perder.
ResponEliminaMe temo que ya se echó a perder para unas cuantas generaciones.
EliminaMuy de acuerdo con usted, Don Xavier. Pero me temo que predica en el desierto. Callejeando este verano por París, comenté ante mi hija de 15 años quien era el Colbert que daba nombre a la vía por la que transitábamos. Se me quedó mirando y me preguntó de qué servía saber todas esas cosas. Me quedé un poco perplejo y no sé que demonios le contesté, pero su mirada condescendiente lo dijo todo. Creo que hoy, tras leer esto que usted escribe, podré tomarme la revancha. O no, que diría Rajoy.
ResponEliminaClaro, porque hay cosas que cuesta llegar a entender, como el ejemplo que usted mismo pone, mi querido anónimo. ¿Para qué sirve saber que Colbert fue ministro de marina de Luis XIV? ¿O Fouchet un defenestrado emblemático en la misma corte? Hoy lo que no sirve para lo inmediato, se descarta de entrada. Y eso mismo ya es un acto de ignorancia. En niños y adolescentes, es normal, están en proceso de formación; lo aberrante es que esto se propague desde los propios educadores y desde el mismo sistema. Entonces sí que estamos perdidos.
EliminaMagnífica la entrada, igual que la anterior. Me parece especialmente acertado esto último que apuntas, Xavier. A menudo se nos viene con la matraca de que los alumnos de antes tampoco estaban interesados en, por seguir con el mismo ejemplo, quién fue Colbert. ¡Pues claro que no! Nadie pide que los niños no sean niños o los alumnos no sean alumnos. Un niño prefiere jugar. Que lo prefiera el maestro es lo preocupante. Si un adolescente prefiere el botellón a saber quién fue Colbert, no deberíamos sorprendernos, pero tampoco asumirlo y decir que lo tienen en Internet. Si el sistema no sólo lo admite sino que, como bien dices, lo propaga, apaga y vámonos.
EliminaCompletamente de acuerdo. Y, ya puestos, ¿conoce usted esa propuesta de los jesuitas de un modelo educativo un tanto, digamos, asambleario?. Y si es así, ¿qué opinión le merece?. A mí, de entrada, me resulta muy chocante. Pero lo cierto es que, según mi criterio, cualquier cosa que provenga de esa Orden suele tener su enjundia.
EliminaY perdone que firme como anónimo, pero es que este artefacto no me permitía ayer entrar de otra manera. Soy Enrique Alvarez y ya hice alguna incursión por aquí en su serie sobre Prim.
Reciba un cordial saludo
Pues encantado de verle de nuevo por aquí, Enrique. Sí, con respecto a eso de los jesuitas, algo he oído, pero no mucho. Y ciertamente, a mí también me sorprende por las mismas razones que a usted. Con todas las prevenciones de rigor, diría que tal vez se trate de una operación propagandística y luego a ver como se traduce todo esto, porque juegos de palabras también saben hacerlos y muy bien. Por otro lado, y ya digo, a la espera de informarme algo mejor, me gustaría saber si hay un programa piloto y, en caso de ser así, dónde lo aplican y con alumnos de qué extracción social. En otras palabras ¿Cuentan con que sus futuros generales salgan de este proyecto? ¿O está concebido para otro tipo de sectores y con otras finalidades?
EliminaPues he podido ver un artículo en el digital El Confidencial. La iniciativa es de la red Jesuites Educació, paisanos suyos, como ve.. Aparece en la sección Alma, Corazón y Vida y describe una dinámica sin clases magistrales, tres tutores por grupo... En fin, échele usted un vistazo si lo cree oportuno
Elimina.Parece una especie de modelo autogestionario que, en mi opinión, requiere unos grados de responsabilidad y madurez que, francamente, no alcanzo a ver en nuestros ciberhedonistas jóvenes.
Pero, insisto, esta gente ha sido siempre rompedora. De manera que quien sabe...
Así es, Alberto, como bien sabes. El problema no es que los niños o los adolescentes sigan siendo niños y adolescentes, sino que muchos adultos sigan comportándose como ellos. Y esto me recuerda aquel chiste sobre la falange en el cuál se preguntaba qué era una centuria del frente de juventudes: 99 niños vestidos de mayores y un mayor vestido de jilipollas.
ResponElimina"Puede ser que en las renovadas escuelas de hoy, al niño le enseñen de tal forma que grite de placer a la vista de un acento griego. Pero me temo que es mucho más probable que las escuelas modernas se hayan librado del acento griego librándose del griego"
ResponEliminaDe la autobiografía de Chesterton, citado en el blog http://compostela.blogspot.com.es/search/label/leer%20griego
Claro. La mejor manera de resolver que las matemáticas dejen de ser un problema es dejar de explicar matemáticas.
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