Cada día que pasa se estrecha
más el cerco sobre Oriol Junqueras. Todo el aparato mediático, los paniaguados
y hasta algunos de sus allegados, más o menos quintacolumnistas unos,
descaradamente otros, están en ello. De momento sigue resistiéndose, pero está
pagando un precio muy alto: pasar por el hombre que saboteó el proceso
independentista. Dirigida sólo retóricamente a todos los políticos
independentistas, la amenaza proferida ayer por la Marine Le Pen con barretina,
empeñada en ejercer de Jeanne
d’Arc, está muy clara: o se ponen de acuerdo los políticos, o “la gente les pasará por encima”. O te
apuntas a la lista de Mas o eres un traidor, chaval. Aquí no hay matices, que
la patria está por encima de TODO.
Porque lo que aquí se está
ventilando es la hegemonía en el campo independentista. Otra cosa es que la
disputa sea personal o ideológica. Ignoro si Junqueras cree posible la
diferencia ideológica que postula dentro del campo independentista entre CDC y
ERC. La verdad es que hasta ahora no la ha explicitado más allá de meras
declaraciones de intenciones, pero vamos a concederle el beneficio de la duda y
supongamos que sí. Asumamos pues que Junqueras tiene un proyecto progresista
para la nueva Cataluña independiente y que, en la tesitura de doblegarse ante la
cleptocracia convergente y a la
lista PP (Partir del «President»…Mas cómo no), prefiere guardar sus cartas para
jugarlas en otro momento; en las elecciones municipales, en las generales… y
también en las catalanas anticipadas, pero con su propia lista, para que quede
claro a quién el sector independentista catalán designa para liderar el «procés».
Ante esto, Mas se enroca y anuncia
que, o hay lista única, encabezada por él, o sigue con los dos años que le
quedan de legislatura y cuántos pueda, pero cargando en la conciencia del pobre
Junqueras haber abortado la gran oportunidad, por culpa de sus egoístas
intereses partidistas y personales. Ahí es nada. Que la patria no entiende de
ideologías, sólo de Patria.
Porque... ¿qué más da, dice Mas,
el liderazgo del proceso? ¿A qué viene ahora cuestionarlo? ¿No ha
sido él el ungido? ¿No es él el presidente de la Generalitat? ¿Y quién está subvencionando las plataformas
ciudadanas que arropan al «procés»?
¿Quién, sino él, es el «procés»?
¡Vamos hombre! Y a esas alturas…
Lo curioso del caso es que, en
cierto modo, parece estarse reproduciendo dentro del campo independentista un
escenario parecido al que Mas ha generado a nivel español con su propuesta de
referéndum, pero con los papeles invertidos. Porque mientras que Mas reclama
una consulta que Rajoy le niega, aquí es Junqueras el que la reclama y Mas el
que la rechaza. Curioso sentido democrático el de algunos... siempre según les vaya en el baile.
Porque si asumimos
provisionalmente como hipótesis de trabajo que hay, como mínimo, dos proyectos
distintos de futuro estado catalán ¿Qué habría de malo en que se decidiera
democráticamente cuál ha de ser el hegemónico? ¿No es más o menos lo mismo que
Mas argumenta para defender su consulta frente al gobierno español?
ERC, o mejor, Junqueras,
piensa que puede ser la fuerza mayoritaria en unas elecciones anticipadas. La
legislatura se agotó el 9-N y la lista "PPresident" más bien parece un ardid destinado a
seguir manteniendo el control de un proceso por parte de aquellos que no tienen
nada claro que lo fueran a revalidar democráticamente en solitario.
El nacionalismo es igual en
todas partes. Y las apelaciones a grandes listas cesaristas no son
sino una forma de perpetuar el control y el dominio social por parte de unos
grupos frente a otros; de unas clases frente a otras. Los ingenuo es más bien pensar que pueda
haber matices ideológicos dentro del nacionalismo. Porque es ignorar lo que es el nacionalismo en esencia, cualquiera de ellos. Pensar que un movimiento de
liberación nacional puede ser a la vez una revolución social –como piensan las
CUP- es acaso el gran error de Junqueras si de verdad se lo cree. La adhesión a la patria ha de ser
incondicional, así está escrito.
Aquí pasa lo mismo -¿se acuerdan?- que con
aquello de «antes una España roja que
rota», que simplemente es mentira y que no se lo creen ni quienes lo proclaman; una
divisa para consumo de parroquianos, y un mecanismo de reforzamiento del
control social y económico de unos grupos sobre otros. Y si eso peligra, se
rompe lo que sea para salvar lo que se pueda. Así es como funciona, al revés de
como se anuncia. Así es como están funcionando Mas y su corte áulica: o
nosotros o nadie. O lista única o no hay elecciones. ¿Qué os habíais pensado?
Claro que a lo mejor no se trata de proyectos
políticos en disputa, sino personales. Ignoro, por mi parte, si la actitud de Junqueras obedece a lo uno o a lo otro. Pero parece evidente que por ahora no quiere hacer el papel de conserje
que le han adjudicado cuando sabe que puede ganar las elecciones. Pero en el
caso de que se lo crea de verdad, está listo. Se lo comerán con patatas por
traidor y por ambicioso. O eso o a pasar por el tubo. El cerco sigue estrechándose.
La situación recuerda, con todos los respetos, la unión de las fuerzas supuestamente partidarias de la democracia durante el franquismo. Allá veríades a los comunistas dirigirse a los católicos de base pidiendo reconciliación, a los ayer falangistas declararse ora democristianos, ora socialistas, pero casi todos con una notable aceptación de las diferencias, respeto al otro. Hoy, bien establecidas las libertades políticas, tales cosas ni se plantean. Contra Franco vivían -políticamente- mejor, porque lo que les unía -como enemigo común- era muy fuerte. Lo mismo podría decirse de la Unión Soviética por un lado y los Estados Unidos y sus aliados por otro: amigos hasta que vencieron al Eje.
ResponEliminaA estos la lucha contra el estado español -según Mas, el enemigo- les ha ido manteniendo unidos, a pesar de su esencial diferencia. Y a mi lo que me parece chocante es que Junqueras lleva ya bastante tiempo pactando con quien debería ser su diablo, sacrificando la ideología, aceptando una imagen especular del "mejor roja que rota": con tal de romper España, apoyo al partido más de derechas en lo económico del estado español.