A Montoro se le ha diluido
la sonrisa conejil que lució en su comparecencia ante el Parlamento para
explicar los progresos de Hacienda en la investigación sobre el caso de “los
Pujol”. Ahora dice tener el corazón destrozado. Ha sido a la inversa que con el
inolvidable gato Cheshire, que desaparecía y quedaba sólo su sonrisa; a Montoro
se le fue la sonrisa, sí, pero quedó él. Una lástima.
¿Pero por qué Montoro se
reía tanto hace sólo unos días y ahora no sólo no se ríe, sino que está
destrozado? Montoro está triste ¿Qué tendrá Montoro? ¿Será que se refocilaba
por el momio de “los Pujol”, y ahora que sus más tiernos amigos han sido
pillados tirando de tarjeta negra, tal refocilo se tornó en hieles?
Siempre que se pilla a un
delincuente, la autoridad competente debería, si no reírse como Montoro, sí
como mínimo mostrar su satisfacción por el buen funcionamiento de los cuerpos
encargados de perseguir a tanto golfo como hay por estos pagos; y por el
triunfo de la justicia sobre la delincuencia. Pero ahora se trata de sus
amigos, y no se ríe ¿Hubiera preferido Montoro que no los pillaran?
Porque si Montoro se reía
porque al haber pillado a una familia de chorizos metidos en política que eran
sus rivales, esto iba a favorecer su causa, y ahora no se ríe porque han
trincado a sus amigotes, Montoro no sólo no merece ser ministro, sino que se
sitúa a la misma altura moral que los Pujol, los Blesa o tantos otros que… ya
son demasiados.
Y además, que cada día se
esté confirmando que la corrupción entre la clase política de las Españas es
sistémica, no sé a ustedes, pero a mí, sea quien sea el trincado, no me produce
ninguna risa, sino más bien desazón. Algo muy distinto a la tristeza que ahora
siente Montoro.
¡Montoro! ¿Por qué no
haces como el gato Cheshire? A lo mejor hasta nos acabaría gustando tu sonrisa
sin ti.
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