A la izquierda con Israel le
pasa lo mismo que a la derecha con Rusia, que no pueden con ella, mande quien
mande allí, a menos que sea un político títere de trastienda, como lo fue
Yeltsin. La izquierda con respecto a Israel, por su parte, tampoco transige con
correligionarios, y su equivalente a político de trastienda a lo Yeltsin sería
un inexistente masoquismo, patológicamente pusilánime, con propensiones
compulsivas hacia la autodestrucción; algo que no parece que la ciudadanía
israelí contemple hoy por hoy, ni aunque fuera para darle gusto a la izquierda.
Se puede entender que desde
la construcción del discurso mediático de la derecha neoliberal interese seguir
manteniendo cierto colorido bolchevique en Putin, de cara a la propia galería,
aunque sólo fuera para amortizar la inversión en propaganda de cuarenta años de
guerra fría, por más que Putin y su sistema político sean tan de derechas como
el que más, y que el conflicto sea de hegemonía imperial, no de clase. Pero no
se puede entender que la izquierda caiga en lo mismo, porque es de suponer que
no se corresponde con su discurso, sino que es un simple tropismo heredado de
los aspectos geopolíticos de la guerra fría, y no precisamente de la lucha de
clases, que digamos.
Me estoy refiriendo, claro,
a la izquierda realmente existente, es decir, la izquierda étnica y
culturalista, ésa que tiró a un pozo la maleta con los apuntes de la izquierda
de clase, y ahora se maravilla ante rituales supuestamente precolombinos
análogos a las misas cristianas que denosta, o a cuyo combativo feminismo
radical y de cuota se le caen las bragas al suelo ante cualquier dictadorzuelo
con aires de macho alfa en estado de naturaleza, si odia a Israel, claro, y aunque
que fomente la clitoridectomía, bajo el eufemismo de que tales mutilaciones
pertenecen ancestralmente al acervo cultural de su pueblo.
Qué pecado cometió Occidente
para merecer esta izquierda es algo que ignoro, pero intuyo que sólo se puede
entender como némesis de una derecha que, siempre que ha podido, ha destacado
por su mezquindad.
Para la izquierda y el
buenismo, Israel no tiene derecho a existir, y por eso, precisamente por eso,
no tiene derecho a quejarse de las agresiones de que es objeto ni, mucho menos
aún, reaccionar contra ellas, porque constitutiva e históricamente, su pecado
original le deslegitima frente a todo lo que no sea la pura y simple
pusilanimidad ante unos «héroes» que se dedican a bombardearlos con misiles o a
ametrallar a los niños que van en sus autobuses escolares. Para unos, todo vale,
para los otros, nada.
Que el estado de Israel sea
lo único parecido a una democracia en aquella región no parece que tenga
demasiada importancia para esta izquierda, como tampoco que la mayoría de
regímenes vecinos sean regímenes teocráticos, en muchos de los cuales pervive y
goza de buena salud la esclavitud como régimen moral. No, nada de eso parece
preocupar a los entusiastas militantes de la izquierda boba. Contumaces y «contumazas» ellos y ellas, el, la, lo...
Pero lo peor de todo es el repugnante
tratamiento informativo con que los medios de comunicación se ceban en el tema,
sectario y partidista, a base de retazos lacrimógenos e informaciones sesgadas,
en una bazofia informativa generalizada en la cual coinciden plenamente, qué
curioso, desde TVE hasta TV3, donde hay un bueno muy bueno, los palestinos, y
unos criminales de guerra execrables, los israelíes.
A ver si nos enteramos de
una vez. Lo que es un crimen es la guerra, una vez dentro de la cual, la lógica
es otra que fuera de ella. Quien no entienda esto no ha entendido nada. Y de lo
que se trata en una guerra es de ganarla, porque de lo contrario se pierde; no
hay opción. Cuando los costes que puede suponer ganarla se ven superiores a los
beneficios que la victoria comportaría, se negocia. Igualmente desde el otro
bando cuando, desde una posición de debilidad, pero no de postración, se puede
negociar la minimización de la derrota a partir de la disposición en que la
premisa anterior ha situado al que está en una posición más favorable.
La lógica de la guerra es ésta,
dejémonos de monsergas timoratas: lo que se persigue es el aniquilamiento del
enemigo, y si alguien ha de morir, es el enemigo. No hay guerras limpias ni
humanitarias porque la guerra es sucia por definición. Quien sostenga lo contrario
es, simple y llanamente, un cretino.
Lo de «crímenes» y
«criminales» de guerra, en cambio, es otra cosa. En principio, diríase que
estamos incurriendo en una definición tautológica de dicho concepto, pues se
aplica y se define sobre sí mismo. Pero, aun así, tiene sentido aplicado a
ciertos ámbitos incluso dentro de la propia lógica de la guerra.
Lamentablemente, el pacatismo timorato propio del buenismo ha conseguido
desgastar tanto el concepto de «criminal» de guerra que, hoy en día, no
distingue en qué ámbitos, dentro de la lógica de la guerra, se puede hablar de
crímenes y criminales de guerra. Con el concepto de criminal de guerra ha
ocurrido algo similar que con el de «facha» o «fascista». Estamos tan
acostumbrados a utilizarlo contra cualquiera que nos lleve la contraria -Rajoy
es facha, no lo olviden Vds.- que al final no sabremos distinguir al auténtico
fascismo cuando lo tengamos delante de las narices. Y eso sí es peligroso. Muy peligroso.
Como decía Kant, una
república de diablos también tendría sus leyes. Y lo más sensato es pensar que,
aunque ciertamente bajo otros parámetros, dichas leyes no se distinguirían demasiado,
en lo formal, de las que adoptaría una república de ángeles. Como mínimo en la
medida que ambas comunidades se dotarían de normas que regularan sus
respectivos funcionamientos. Es difícil, por ejemplo, concebir un mandato legal
que, al contrario que el del quinto mandamiento -«no matarás»-, ordenara, por
ejemplo, «matarás». Simplemente porque para eso no harían falta leyes, ya que,
en función de su propio concepto, las leyes están pensadas para la pervivencia
de un determinado orden de cosas, no para su destrucción.
Pues bien, la lógica de la guerra
no encaja ni con la república de diablos ni con la de ángeles, fundamentalmente
en función de que en ambos casos, lo que se pretende evitar es el conflicto
interno, mientras que en la guerra lo que se pretende es la resolución de un
conflicto externo (con independencia, aclaro, de que se sea agresor o agredido).
Es decir, la lógica de la guerra se implantaría automáticamente tan pronto la
república de los diablos y la de los ángeles entraran en guerra una contra la
otra.
Para poder hablar de
crímenes y criminales de guerra en una situación, la guerra, que de por sí es
la institucionalización del crimen, hemos de reparar en un concepto hoy en día
en desuso, debido precisamente a la generalización chabacana que de él ha hecho
el buenismo. Este concepto es el de «crueldad innecesaria».
De entrada, podría parecer
un contra concepto, y en realidad lo es. Sólo que su dominio no viene dado por
referencia al primer término, la crueldad, que se supone constitutiva de una
situación de guerra, sino por su condición de necesaria o no necesaria, en su
sentido de evitable, siempre de acuerdo a la lógica de la guerra. Tal vez,
pues, podríamos decir que en la guerra todos son criminales, pero algunos,
además, son criminales de guerra. Porque en el crimen de guerra es la fría
crueldad del que sabe que está cometiendo un acto inútil para el resultado del
conflicto y, aun así, lo lleva a cabo. Se requiere sin duda ser un psicópata.
El caso más famoso de crímenes de guerra es, evidentemente, el genocidio
llevado a cabo por los nazis con los judíos. Pero no es el único, ni mucho menos.
La pregunta frente a los que
acusan ahora a Israel de crímenes de guerra sería la siguiente, y no me
contesten que cualquier acto de guerra es un crimen, porque esto ya lo sabemos
¿Qué crímenes de guerra ha cometido Israel en la reciente ofensiva sobre Gaza?
Es decir ¿Qué actos de crueldad innecesaria que no influyan en el desarrollo
del conflicto?
Y la contra pregunta: ¿Es un
crimen de guerra utilizar escudos humanos civiles para proteger a los
militares, o situar fuerzas militares en espacios como hospitales para desde
allí hacer la guerra?
Con franqueza, negarle a
alguien, como se le niega a Israel, el derecho a defenderse, es negarle el
derecho a la existencia. Sin más.