dimarts, 15 d’agost del 2023


DEL PEDAGOGISMO Y EL SANTO GRIAL


El que lo quiere todo, nunca tendrá bastante. La pedagogía, tal como hoy la conocemos, es pedagogismo, o sea, la consideración de aquélla como el sanctasanctórum y la génesis de toda posible educación, su alfa y omega; su causa material, formal, eficiente y final. Todo lo demás –transmisión del conocimiento, aprendizaje y adquisición de aptitudes, valores, currículo, el binomio docente/discente, socialización…-, todo, está supeditado y subordinado al despliegue de la idea que exige su realización desde su propia génesis conceptual, son momentos de ésta cuya única significación es que están allí para llevarnos hasta aquélla.

Es el modelo de Fichte, por ejemplo, en su génesis del derecho (Fundamentos del derecho natural según los principios de la teoría de la ciencia, Leipzig, 1796). De forma análoga a cómo este autor no distingue entre derecho y moral -no puede hacerlo en aras a lo coherencia lógica de su propio modelo de génesis conceptual-, tampoco el pedagogismo distingue entre pedagogía y educación o enseñanza. No puede si quiere mantener la coherencia formal de un modelo que sólo puede beber de sus propias fuentes. Cualquier contrastación, comprobación, verificación, falsación o como queramos llamarlo, ha de quedar descartada de antemano. Desde una verdad empírica, particular o individual, no se puede cuestionar la verdad absoluta, general o universal.

Esto es así por las mismas razones que en Fichte la libertad individual, particular, queda absorbida, diluida y negada por su subsunción en la idea del  universal, del concepto de libertad (absoluta). La única función de cualquier «hecho» es que sea metabolizable, que tenga un encaje en ella. Y lo que no lo tiene, o lo que en un mundo más epagógico y fenoménico diríamos que cuestiona, refuta o «falsa» la teoría, aquí simplemente se niega porque no es integrable en los esquemas categoriales propios del modelo. Y de lo que se trata, lo que se requiere fácticamente, es que se carezca, que no se «disponga» de dichos esquemas categoriales, porque sin ellos, tales «hechos» carecen de concepto, no «son». La proscripción y la prescripción se retroalimentan en un círculo perfecto.

En sus concreciones prácticas, hay variedad de fórmulas literarias que nos explicitan en qué se resuelve todo esto y cómo. Brave New World (1932), de Aldous Huxley, o Nineteen Eighty-Four (1949), de George Orwell, son sin duda algunas de las más brillantes y conocidas. Pero también tenemos otra cuyo modelo no ha sido tan cuestionado, muy probablemente porque es precisamente el que está resultando triunfante, escrita por un psicólogo profesional que es, además, uno de los fundadores del behaviorismo: Walden Two (B. F.Skinner, 1948). En realidad, la única diferencia entre las dos primeras y la tercera consiste en que, en Brave New World, la determinación del individuo se lleva a cabo mediante la manipulación genética –dicho en términos hodiernos adaptados- previa a su «nacimiento». Con ello, nos «sale» el individuo que queremos, desde un alpha hasta un épsilon. En Nineteen Eighty-Four es mediante la arbitrariamente planificada y organizada coerción y represión, cuyo mensaje acaba interiorizado en el psiquismo del individuo. En Walden Two es por medio de la educación, con sus técnicas de modificación de conducta mediante la administración dirigida y mediada de la ecuación E → R.

Tenemos también las brillantes reflexiones de Leonardo Sciascia en un pasaje de su magistral relato/novela Il contesto (1971), que entroncan directamente con la generación de la idea de derecho en Fichte y su proyección sobre el modelo pedagogista -con el añadido de la posverdad contemporánea que lúcidamente anticipa-, que han sido objeto de especial tratamiento en mi último libro, aún no publicado.

Dejémoslo como empezamos. El que aspira a todo, nunca tendrá bastante. El pedagogismo aspira a todo y, aunque nunca tendrá bastante, seguirá persiguiéndolo como un Santo Grial en cuya creencia consiste su única justificación (probablemente moral), sin la cual carecería de enjundia y se manifestaría como lo que es: un discurso pseudocientífico y trufado de majaderías milagreras que, ello no obstante, le va muy bien al modelo que desde el poder –el de verdad- se ha decidido para nuestra sociedad postindutrial, posmoderna, posdemocrática, posverdadera y «post» no sé cuántas cosas más.

Y aunque a veces acierte, o nos lo parezca, no lo olvidemos: un reloj parado también da bien la hora dos veces al día, una con pantalla en formato UTC. Podemos incluso creérnoslo si sólo nos muestran la hora en estos precisos instantes. Pero el reloj está parado. El otro, el que funciona, ése está a buen recaudo.

 

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