(Impagable imagen que está circulando por twitter y que tomo prestada)
Si algo me parece destacable
para intentar sacarle una lógica al golpe de estado que se ha producido en el
PSOE, es que obedece a un problema de gestión del tiempo. Un tiempo con una
calendarización que apremiaba, que no permitía seguir con la táctica de
erosionar progresivamente la figura de
Sánchez –aun contando con la dolosa complicidad de los medios- y que ha forzado
la precipitación los acontecimientos. En este caso, la señal (nada) codificada
que activó la operativa del golpe, fueron las declaraciones de Felipe González
manifestando su pesar por haber sido
engañado por Pedro Sánchez -¡qué ignominia, mentirle a González!-. Una vez se
produjo la señal, todo el dispositivo de la conspiración se puso en marcha.
Y si ha de haber sido un
problema de gestión del tiempo, es porque si no es así, entonces no cuadra
nada. Coadyuva ciertamente a tal conclusión la inconsistencia de los argumentos
aportados por los golpistas. Ahora bien ¿de qué tiempo ha sido en realidad el tan
acuciante problema de su gestión? Aparentemente, el de la gestión del partido
hasta la celebración del, por ambas partes, prometido congreso. Pero hay
razones que inducen a pensar que acaso no sea este el tiempo que apremia, sino
otro hecho del material con que se construye la razón de estado.
Que en el PSOE se estaba
gestando desde hacía tiempo una batalla por el poder, es algo que nadie
ignoraba. Desde personalismos y megalomanías, emblematizadas en la rivalidad
entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, hasta distintas concepciones de partido
entre camisas viejas y caminas nuevas, entre sectores más federalistas y otros
más jacobinos, ya hasta si se quiere, en redivivas polémicas debidamente
metamorfoseadas, entre caballeristas y prietistas o «besteiristas». En fin,
todo ello inherente a la heterogeneidad –y heteroclicidad en muchos casos- que
este partido lleva en su dotación genética.
Nada de esto es nuevo; lo
inédito es que en lugar de librar la guerra por los cauces «convencionales» y
las tradicionales estrategias de poner palos en las ruedas desde los poderes
fácticos partitocráticos –como hicieron con Borrell, por ejemplo-, la vieja
guardia haya optado en esta ocasión, directa y abiertamente, por un punch.
Y es que a partir de lo
proclamado por ambos bandos en liza, la verdad es que, más allá de los
personalismos y facciones, no se vislumbra dónde está realmente la diferencia
en los fines que dicen pretender conseguir. La diferencia es táctica, eso está
claro, pronunciamiento o vía institucional, pero ambos sectores parecen
converger en la necesidad de convocar un comité federal que convoque, a su vez,
un congreso y las consiguientes (mal llamadas) primarias para elegir un
secretario general y una nueva dirección.
Tampoco, al menos a partir de
lo proclamado explícitamente y sin leer entre líneas, parece que unos propongan la
abstención en la segunda tentativa de investidura, frente al «no» a Rajoy de
los otros. Se aduce, eso sí, el recurrente tema de no tratar con nacionalistas
(no españoles) y/o separatistas o «terroristas». Pero argüir a estas alturas algo
tan manido y propio de la España más «cañí», sobre todo a la vista de las
hemerotecas, no parece sino que sea una burda maniobra de distracción para desviar
la atención del respetable de otras motivaciones más inconfesables. Entre otras
razones porque ya lo acordó así, y por unanimidad, el comité federal. Entonces ¿dónde
está el problema?
Aparentemente, el problema
estaría en quién controla y administra el tiempo durante este proceso interno
del partido hasta el próximo congreso. Y de allí la polémica sobre la
interpretación de los estatutos, tema proceloso donde los haya. Pero me parece
más bien otra maniobra de distracción -ésta sí, de más envergadura política que
la ramplona alusión a los separatismos-, porque el tiempo que apremia no es el
de la gestión interna del partido por una gestora o quién la constituya -aunque
sin duda también-, sino un tiempo extrínseco a los procesos internos del PSOE y
por completo ajeno a la polémica estatutaria. Un tiempo que viene marcado por
la fecha de la próxima sesión de investidura. Y el auténtico objetivo de los
golpistas no sería tanto hacerse inmediatamente con el poder -o no es éste el
objetivo estratégico prioritario-, sino propiciar una situación de cisma que
esté en su punto álgido cuando se produzca la sesión de investidura. Este es el
auténtico objetivo, porque no debe haber terceras elecciones.
Obviamente, si de paso
consiguen mediante este tour de force
descabalgar a Pedro Sánchez y a los suyos, pues mejor que mejor, miel sobre
hojuelas y a quién Dios de la dé, que San Pedro se la bendiga. Pero el
trasunto ha de ser otro, porque entra dentro de sus cálculos que no sea así,
que Sánchez se enroque y que la cosa vaya para largo. La polémica estatutaria
está servida, pero para lo que nos atañe, es superflua: sólo está para
abrir un escenario de vacío de poder, de cisma.
Así las cosas, el golpe ni
busca hacerse con el poder de forma inmediata, algo que saben que puede ser
largo y complicado, ni es el objetivo estratégico prioritario ahora mismo,
sino un movimiento táctico para producir un cisma interno –pongamos con un Papa
en Madrid/Roma y una Papisa en Sevilla/Avignon- que, a falta de una
legitimación clara, impida la imposición de disciplina parlamentaria y facilite
ciertos votos de «conciencia» -que ni siquiera pasarían por tránsfugas ante el
sobrevenido escenario cismático- que permitan la investidura de Rajoy. Ni más
ni menos. Porque, lo dicho, se ha decidido que no puede haber terceras
elecciones.
¿Por qué razón no puede
haberlas? Pues allá cada cual que especule con la información de que disponga.
Unos dirán que porque si se dan, el PSOE se precipita hacia el abismo. Bien,
una opinión respetable, pero que no me parece del todo convincente a la vista
de lo ocurrido, porque tampoco evitará este supuesto. Un servidor más bien piensa
que si no puede haber terceras elecciones es porque se ha decidido de muy arriba
que no las haya. Razón de estado… o de supra-estado. Algo así anticipaba hace
ya un cierto tiempo en otro post. Solamente que, ahí sí, Pedro Sánchez se les puso de perfil. Ergo, a por él. Todo por la patria.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada