Acaba de afirmar Pablo
Iglesias, en directo, que la estrategia de las confluencias se ha manifestado
como la más adecuada y que en ella van a perseverar. Pues discrepo, aunque yo
no sea nadie como para discrepar: más bien pienso que éste ha sido el error que
le ha llevado hasta el revolcón de hoy; al menos «revolcón» según las
expectativas autoproclamadas.
Es duro tener que decirle a un
líder político de izquierdas que aspiraba al «sorpasso», y que además es profesor
universitario en ciencias políticas, que el electorado de izquierdas es en el
fondo jacobino; es lo único que le une, la vieja conciencia de clase, aunque
esté algo desclasado y, por supuesto, pero precisamente por ello, escasamente
proclive a convertir a la izquierda en una jaula de grillos, o de confluencias de
intereses inconfesables. Bastaba con ver, o escuchar, pocos minutos antes, las
declaraciones de la que tiene por nombre el de la madre de San Agustín –y tan
parecida a ella en talante-, o las de la (H)Ada convencida de sus poderes futuribles, para
entender que lo de las confluencias es el peor error que cometió Podemos desde
sus más tiernos inicios. No se trata de negar identidades, pero menos de
regodearse en ellas a lo Susana «Díez» (lo del PSOE lo dejo para otro día).
Hubiera sido un buen momento para la autocrítica que no apareció… ¿No querías
sopa, pues dos platos? Eso sí, sin deberes… Es decir, sin autocrítica. Luego, si no se aprende de los errores, de qué se aprenderá ¿de los éxitos hipnagógicos?
Es también duro, pero no exento
de comicidad, tener que recordar que el término «sorpasso» en estas elecciones
ya concluidas, ha estado falseado y adulterado «pro domo sua» por los medios de siempre, y que los genios
mediáticos de la confluencia podemita mordieron el anzuelo como pardillos.
Porque el «sorpasso» en la Italia del momento, era que el PCI adelantara en
resultados a la DCI, no al PSI que, pobrecillo, se comía las migajas de la
izquierda y las ostras de la derecha que le ofrecía la DCI –véase el caso
Bettino Craxi-. Vamos, que si erre que erre, aquí no se corrige nada.
Hay un vencedor, Mariano
Rajoy. El mismo al que el canal que hoy babeaba por su «éxito», puso a caer de
un burro hace una semana por negarse a asistir a un patético espectáculo
debatiendo con la familia Cebolla-Sarasa –entre otras-, al cual se prestaron
gustosamente los otros tres candidatos. Y augurándole los coach’s y los tertulianos profesionales, por este desprecio a las
«familias», que esto le iba a costar muy caro electoralmente. Al final, la
seriedad, aun fingida, sale rentable.
Conclusión: hay derecha,
pero no es C’s; y no hay izquierda… sigue sin haberla.
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