«Sengakuji Ronin Graves»
Vamos a dejar de lado la lapidaria
frase pronunciada por Mas, que reza textualmente: “Hemos logrado lo que las urnas no nos dieron”. Y la dejaremos de
lado por lo mucho de subliminal que, no ya insinúa, sino que manifiesta
explícitamente. Se trata, en cualquier caso, de la construcción de una mayoría sobre
la cual, parlamentariamente hablando, poco hay a objetar en cuanto a tal. Otra
cosa es cómo se ha conseguido, cuál es el precio, a quiénes estafa, y la
utilización de dicha mayoría con una significación plebiscitaria de la que
carece, porque, como referéndum, éste se perdió por más vueltas que se le den. En Cataluña hay un parlamento con mayoría independentista surgida de unas
elecciones presentadas como plebiscitarias, en las cuales este referéndum se
perdió –se quedó en un 47,7%-. Y esto, pura aritmética, es así lo diga Agamenón
o su porquero. Lo contrario es fraude, engaño. Punto.
También es una suerte que la
presidencia de la Generalitat no sea una
subasta de pescado, en tan célebres como desafortunadas palabras del
«pseudocesante» President. De serlo,
igual hubiera recaído la presidencia en el parlamentario cantautor de la
gorrita, siempre dispuesto a sacrificarse pujando para ser utilizado por la causa. No, no
ha sido una subasta, sino un «dedazo» que ha descubierto al «tapado» en el
mejor estilo del PRI mexicano de sus grandes tiempos. Ha sido, en definitiva,
un tamayazo revestido de patriotismo trilero, donde los burlados han sido las CUP
y, sobre todo, sus votantes. Unas CUP cuya falta de inteligencia, política y la
«otra», eso hay que reconocerlo, no ha decepcionado. Queda por ver
la reacción de sus bases.
Al final, los aparatchik han forzado a Mas para que se
eche momentáneamente a un lado y poder así mantener sus prebendas –que de eso
va todo nacionalismo que en el mundo ha sido-, dándole a la CUP una cabeza que
no se ha cortado, y exigiéndole, en contrapartida, un arrepentimiento público
por sus veleidades en forma de autoinmolación como formación
política. La solvencia ideológica y la catadura moral de quienes hayan podido
suscribir un acuerdo así, y por qué, es algo que ya se irá viendo. Pero basta
con echarle un vistazo al acuerdo para entender que las CUP han perpetrado su
propio harakiri. Un harakiri que hay que entender desde el modelo «oibara» o «tsuifuku»,
que consistía en la práctica de seguir al amo en la muerte. Una muerte política
que exigían los propios servidores como condición para serlo. Sólo que, en este caso, el Tantō del amo resbala sobre la cota de malla que
casualmente llevaba puesta, y los rōnin
de la CUP se dan cuenta del engaño cuando ya están sangrando desventrados;
los muy pardillos, que lo último que alcanzan a ver es la cínica sonrisa del
patrón mostrando sus colmillos afilados.
Que a estas alturas los
anticapitalistas y antisistema supuestamente más genuinos no sepan que el sistema
es una hidra de siete cabezas que crecen de nuevo cuando las cortas, hasta que
no le aciertes al bicho de lleno con la lanza en el corazón, es algo que no
debería llamarnos excesivamente la atención, aunque no deje de sorprender por
la estulticia implícita que incorpora. Es el triunfo de las escuelas de gestión
sobre la LOGSE del pueblo y para el pueblo, diseñada para que el ignorante lo siga siendo y se lleve
a engaño con un timo elemental. Sin la segunda, no colarían las primeras. Son
las víctimas propiciatorias de un sistema que los ceba para sacrificarlos
cuando convenga; como el pavo inductivista de Russell, el pobrecillo; o los émulos de Esaú,
el personaje bíblico que vendió su primogenitura por un plato de lentejas a su
espabilado hermano Jacob… porque en aquel preciso momento tenía hambre.
Veamos sino. La CUP desaparece
fácticamente como grupo parlamentario y asume el papel de Don Tancredo. Votarán
a favor del gobierno en todo aquello que éste considere trascendente o decisivo
–presupuestos incluidos-, a la vez que se compromete a no votar junto a los
partidos contrarios al «Procés»
-todos, menos los del gobierno y ellos mismos-. Y eso con los ocho diputados que
le quedan, porque los dos restantes se integrarán en el grupo de «JxS»,
asegurando así el recurrente resultado de 64 a 63, más las ocho abstenciones de
las «Doñas Tancredas» -por utilizar su propio registro femenino del plural genérico, tan de su gusto-. Y
por si esto fuera poco, además hay expiación pública de sus excesos con «JxS» y
Mas, en forma de disculpas y sambenitos de dimisiones de diputados cuperos que
más se han ensañado con la derecha. Vamos, que ni una conversión paulina…
¿Quién puede ser tan retrasado
mental como para doblegarse ante un acuerdo que sólo le obliga a él, a cambio
de una cabeza de cartón? ¿Qué les han dado? ¿Qué van a hacer dos diputados de
supuesta extrema izquierda en un grupo de derecha neoliberal, participando en
sus reuniones y votando con él? ¿Una modalidad buffa de neoentrismo trostkista? Y es que, encima, Mas no se va. O,
mejor, se va pero no se va. Los que sí que se van son ellos... al garete. Puede
que estuvieran heridos de muerte ya antes del acuerdo, pero que encima te
humillen de esta manera… Claro que puede también que algunos, conscientes de que
tenían por delante un futuro más negro que la conciencia de un pirata, hayan
pensado aquello de dame pan y dime tonto, total, “para lo que me queda en el convento…” En fin… Patético.
Dijeron los jueces fascistas
que encarcelaron a Gramsci, y tuvieron la desfachatez de proclamarlo así, que
había que evitar a toda costa que aquel cerebro siguiera funcionando durante los
siguientes treinta años. El sistema -la hidra de siete cabezas-, se lo aplicó y
aprendió de ello. No parece que el sistema tenga hoy en día el menor problema con el funcionamiento cerebral de los líderes de la CUP.
¿Cerebral y de la CUP? Ya lo dudo. El acuerdo que firmaron ayer, al que mejor deberíamos llamar capitulación, encierra unas dosis de autoflagelación y menosprecio de sí mismos tan tremendas que hace pensar que estos señores no tienen la menor autoestima; la sumisión con que al final se han puesto de rodillas ante los otros los retrata o como unos inconsecuentes, unos pusilánimes o... unos esbirros que al final se han quitado la careta. En cuanto a la frase de Mas que citas al principio, es tan elocuente acerca de lo poco que este señor valora la democracia que está claro que la pronunció en un momento en que tenía la guardia baja.
ResponEliminaHablaba de cerebros a lo Gramsci. Por eso lo encarcelaron. A ésos basta con invitarles a un vino de garrafón. Luego, mi querido Guachimán, estamos de acuerdo ¿A que sí?
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