Quizás sólo con orígenes
judeo-franco-alemanes, y la firme convicción de que uno es de donde hizo el
bachillerato, se puede llegar a tan perspicaz y adecuada descripción de un
paisano, abundando en aquello en lo que otro como él no repararía por compartirlo.
No creo que sea una descripción anacrónica ni trasnochada. Al contrario,
rabiosamente actual. Quién, mutatis mutandi,
es decir, cambiando lo que corresponda –valenciano por mesetario, catalán,
vasco…-, no ha conocido personajes tan «idiosincráticos» como el paisano que
nos describe Max Aub:
“Don
Enrique Barberá Comas es carlista, pertenece a un círculo tradicional y lee el
Correo catalán. Tiene gran desprecio por todos sus coterráneos, pero este
desprecio es grano de anís en comparación del que siente por el resto de los
españoles, excepto a los navarros. Sus viajantes no pasan de la Gran Cataluña,
don Enrique tiene en menos comerciar con quien no entiende el catalán. Es
posible que sea difícil explicar cómo un monárquico absolutista puede sentirse
tan unilateralmente arraigado a Cataluña, es posible que él mismo no se lo
explique, seguramente no ha querido intentar explicárselo. Se encuentra bien y
así vive.
(Campo
Cerrado)
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