Una cosa es creer algo, y otra
creerse algo. No es exactamente lo mismo creer una cosa que creerse una cosa.
Que se lo pregunten sino a C’s, que parecen creer en algunas y creerse otras.
El partido de Rivera parece creer en las virtudes de un pacto cuyas condiciones
a la baja van a incidir positivamente en la voluntad regeneradora de la vida
política por parte de Susana Díaz y del PSOE andaluz –¿Son sólo pardillos o
también quieren tirar del momio?-; lo mismo en aquellos lugares donde ha
investido al candidato del PP, muy especialmente en la Comunidad de Madrid,
aupando a Cristina Cifuentes.
Parecen creerse también que
dichos pactos no les van a pasar factura, y que van a ser inmunes a la dinámica
absorbente, con riesgo de centrifugación, en que se van a ver envueltos por los
poderosos aparatos de ambos partidos, tan avezados en este tipo de lides. Es
verdad que no van a participar en gobiernos de coalición, sino que se han
limitado a facilitar la investidura de la lista más votada. En lugar de marca
blanca del PP, ahora serán la marca blanca del poder; como el famoso FPD, el
Partido Liberal Alemán, que durante decenios dio sus voto indistintamente al
SPD o a la CDU, según quien estuviera en condiciones de facilitarle mayores cuotas
de poder. A eso se le llama ejercer de bisagra. Es legítimo, pero tiene sus
límites y sus riesgos. A ver cómo lo entiende el electorado. Porque programa,
lo que es programa ¿Lo tiene C’s?
Le sorprende a uno también que
el pacto firmado en Andalucía prevé la creación de algo así como setenta
«embajadas» andaluzas en el mundo, en el mejor estilo de las «embajadas»
catalanas de la Generalitat. Y más sorprende aún que al ser preguntado «Niño»
Ribera por qué razones las acepta para Andalucía y las rechaza para Cataluña,
su respuesta fue que Andalucía no busca con ellas la independencia, mientras
que Cataluña sí. Y más allá de que uno crea recordar que la posición de C’s era
que toda proyección exterior debe hacerse bajo cobertura estatal, lo cierto es
que sigue siendo un argumento políticamente muy endeble. Porque por esta misma
regla de tres, Ribera podría sostener también que Andalucía se dote de un
ejército propio, mientras que Cataluña, no. O si me lo permiten, que si uno
manifiesta su intención de no divorciarse, se permita el adulterio. Y ello me
parece a mí que equivale a no haber entendido nada, o a haberlo entendido
demasiado bien, es decir, pasándose diez pueblos. Porque las cosas se pueden
entender más o menos, pero nunca, nunca, demasiado bien.
Claro que a lo mejor, resulta
que C’s tendrá una cuota entre los representantes diplomáticos andaluces
destinados al exterior, y eso siempre suena bien. ¿Pero para hacer qué? Uno no
puede olvidar lo que le comentó Muñoz Molina durante una cena en Pamplona, con
motivo de una conferencia que dio en dicha ciudad, a la cual fui amablemente
invitado por Alberto. Sí, el Profesor Atticus. Pues nada, resulta que en la época
que Muñoz Molina estuvo en el Instituto Cervantes de Nueva York, la Junta de
Andalucía pergeñó una campaña para difundir la Semana Santa andaluza en el
barrio de Harleem ¿Se imaginan la reacción de los habitantes del tradicional
barrio negro de Nueva York, ante casullas y capirotes como las del Ku Klux
Klan? Pues eso.
Una vez más, parece que
lo que ha habido sea más bien un intercambio de cromos. Como siempre.
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