En mi última entrega
transcribía la introducción de Isaac Asimov a su obra “Los Griegos”. Sin ser
considerado un intelectual, es uno de los más geniales polígrafos del siglo XX.
Además, siendo de formación inicialmente científica, queda fuera de toda
sospecha de estar defendiendo eso que tan despectivamente los burro-tecnócratas
llaman «Letras», por no llamarle «inutilidades», que es lo que piensan en
realidad. Gentes que, como Machado refiriéndose a Castilla, “desprecian cuanto ignoran”. Unos
fragmentos, los de Asimov, que me parecieron plenamente adecuados al momento
actual por el que se está haciendo pasar a los helenos.
Leo también un muy
recomendable artículo de Julio Llamazares en “El País”, abundando sobre lo
mismo desde otra perspectiva: ¿Y cuánto le debe Europa, Occidente, a Grecia? Hay
más, muchos más. Habermas, sí, Jürgen
Habermas, nos recordaba hace dos días en “La Europa de los banqueros” que a
Alemania, en 1954 (Tratado de Londres), se le perdonó la mitad de su deuda
externa –no era la primera vez, por cierto- y eso sin contar las
indemnizaciones de guerra que nunca pagaron… por ejemplo a Grecia. Paul Krugman
a su vez, postula el "no" en el referéndum griego y denuncia los abusos a que se
han visto sometidos los griegos. Otro premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz,
lo plantea en términos similares: no se está rescatando a Grecia, sino a los bancos alemanes. Hasta Obama está pidiendo sensatez...
Sí, claro, alguien dirá que se
trata, todos ellos y tantos más, de bolcheviques emboscados. A quién piense
así, sólo puedo decirle que la equidistancia entre dos extremos se rompe cuando
uno de éstos se desplaza. Y en este sentido, lo que hoy se nos está vendiendo
desde del IV Reich y sus amanuenses periféricos, léase FAES y correveidiles de
toda laya y jaez, es ni más ni menos que, como denunciaba hace poco Manuel
Castells, una Tecnodictadura que, si no se detiene a tiempo, acabará por
liquidar lo que queda de la democracia occidental, cuyos orígenes, por cierto,
se encuentran en la antigua Grecia. Hasta su nombre le debe Europa a Grecia. Como es sabido, los alemanes, que tantas y tan
grandes figuras han aportado a la cultura europea, no han destacado nunca colectivamente
por su sentido democrático. Más bien lo contrario, y muchas de estas figuras
acabaron, o proscritas o en el exilio. El problema es que no hay contrapoder.
Alemania ha conocido la
democracia en dos ocasiones, ambas por la fuerza de las armas… extranjeras, a
raíz de sus derrotas en la I y II guerras mundiales, respectivamente. Siempre
hubo un contrapoder que acabara poniendo coto a sus veleidades. En estos
momentos, no lo hay. Alguien ha dicho recientemente que han dimitido más
concejales de PODEMOS por sus cuentas en twitter, que del PP (o de CIU) por las
suyas en Andorra o Suiza; de la misma manera, no hay dinero para los griegos,
pero sí para los neonazis ucranianos. Aunque parezcan comparaciones chabacanas,
no por ello son menos indicativas de los tiempos que corre en esta Europa
convertida en un Duty Free de
aeropuerto al que los residentes tienen vetado el acceso. Un modelo en su
tiempo objeto de aceradas críticas, cuando eran la URSS o Cuba quiénes lo
practicaban, pero que cuando lo ponen en práctica sus antiguos detractores,
antaño defensores de la libertad, resulta entonces que son las leyes del
mercado que hay que acatar, so pena de ser tildado de bolchevique.
Lo más triste de todo no es la
mezquina actitud de Alemania, esperable al fin y al cabo, sino el servilismo vergonzante con que están actuando Francia,
Italia y España, en orden de importancia, no necesariamente de bajeza moral.
Porque, vamos a ver, y
hablando de España. He oído en boca del ministro que fue el hombre de Lemann
Brothers, que España también es acreedora de Grecia. Y he leído hoy que la
cantidad que «nos» adeuda Grecia es de veintiséis mil millones de euros, que
no es moco de pavo. De ahí a los argumentos triFAESicos y resto de variantes
aplaudiendo estultamente la fulminación de Grecia, va un paso falazmente
lógico: que paguen los griegos, porque si no nosotros también pringamos…
Pregunto. En un país como
España, cuya deuda externa desde que comenzó la crisis ascendió en apenas cinco
años del 35,50% (2007) del PIB hasta el 102% actual –y sigue subiendo- ¿Quién prestó el
dinero a los bancos españoles para que se lo prestáramos a los bancos griegos?
Porque de eso iría la cosa, digo yo. Y lo de la solidaridad, vale; lo de quijotes,
pues también, venga; pero que nos engañen como los duques a Sancho para que nos
creamos por unos días gobernadores de la ínsula Barataria, es decir, que nos
estén tomando el pelo, pues no, por eso ya no se puede pasar… a menos que
seamos cotolengos sin remedio.
Porque esa deuda contraída por
los bancos griegos con los bancos españoles, para solaz de los usureros y los
«mercados», es la misma que se «nacionalizó» -en eso sí son intervencionistas-, como lo hizo Alemania con la de sus bancos, para así podérselo
exigir a la nación griega, y no a los chorizos que la dilapidaron con la
aquiescencia plena, y hasta las indicaciones previas, de los hoy tan inflexibles
acreedores. Porque los bancos, los alemanes y los españoles, ya han cobrado, no
lo olvidemos. Y su recuperación la hemos estado pagando todos los ciudadanos. Bueno,
no todos, la mayoría.
Como tampoco conviene olvidar
que en los peores momentos de la crisis -hasta ahora-, y dadas las
«peculiaridades» del sistema monetario europeo, la «solidaria» y «patriótica» banca
española recibía líquido del BCE al 1%, teóricamente con el objetivo de recuperar
liquidez y aumentar la línea de crédito, que utilizaba para comprar deuda externa
española con la prima de riesgo en sus máximos, hasta el 7 y el 8%. ¿Y ahora
nos vienen con que Grecia también nos debe dinero a nosotros? A ver ¿Se les
prestó como solidaridad o como negocio? Porque si era solidaridad quijotesca,
no vale ahora reclamar, seamos al menos consecuentes; y si era un negocio, pues a apechugar. ¡Y es que
encima han cobrado!
Y mientras tanto, Grecia
está librando sola una batalla que nos incumbe a todos. Porque hay mucho más en juego que lo que
representa un país cuyo PIB es el 2% del de la UE. Mucho más. Como lo había en las Termópilas hace dos mi quinientos años.
Felicidades por el brillante artículo, Xavier. Estupendas las citas, sobre todo a Llamazares (hace un momento que acabo de terminar de saborear su clarividente llaneza) y al nobel Krugman. Llevo tiempo preguntándome dos cosas que no me parecen dignas de olvido: una, ya que estamos como locos, obsesionados con eso de que los griegos tienen que devolver lo prestado, ¿no tendrán ellos, con mayor motivo, que exigir la devolución de todo el patrimonio cultural que les fue sustraído por prácticamente la totalidad de las naciones europeas para llenar sus museos (acompañado por los correspondientes daños y perjuicios y los intereses de demora generados)? Porque eso no fue un préstamo, ¿verdad? Dos, ¿soy el único que sospecha que la unión europea funcionaría mejor si en vez de acosar y expulsar a Grecia, nos deshiciéramos de Alemania? Creo que más que poner límites al nivel de pobreza necesario para pertenecer a la UE, se deberían establecer límites de riqueza para evitar que ésto se convierta en revival de los reinos medievales o en un OK Corral con duelos a golpe de fajo de billetes. Un saludo y enhorabuena de nuevo.
ResponEliminaComo siempre, gracias por tan inmerecidos elogios. Se hace lo que se puede. Un abrazo.
ResponEliminaCotolengos irrestrictos. Sí, eso es.
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