Comentaba Larra (Fígaro, “Mi
nombre y mis propósitos”) el caso del general que, estando en su posición,
recibió el aviso que llegaba el enemigo. “Déjele
que se acerque”, instruyó el general. “¡Señor,
que ya se le ve!”, le dijo el edecán al cabo de un rato. “Cierto, ya se le ve”, replicó el
general. “¿Y qué hacemos?”, preguntó
el edecán. “Mire usted”, contestó el
general como hombre resuelto, “mande
usted que le tiren un cañonazo, veremos cómo lo toma”. “¿Un cañonazo, mi general? Están muy lejos aún”, arguyó el
edecán. “No importa, un cañonazo he dicho”, repuso el general. “Pero, señor, un cañonazo no alcanza”, contestó
el edecán despechado. “¿No alcanza?” interrumpió
furioso el general con tono de hombre que desata la dificultad “¿No alcanza un cañonazo?”. “No, señor, no alcanza”. “Pues bien”, concluyó su excelencia, “que tiren dos”.
Todo un personaje debía ser,
el tal general, pero lo cierto es que su proceder recuerda las actitudes y
acciones que con demasiada frecuencia podemos detectar en las soluciones que se
proponen para resolver problemas que más bien parecen ser ellas mismas parte
del problema. Es algo que ocurre, sin ir más lejos, en el ámbito educativo. Cualquier medida o propuesta que no coadyuve a
atajar el tema, o cuya ineficacia se haya demostrado reiteradamente, sigue
siendo esgrimida con ejemplar contumacia, o substituida por otras de naturaleza
similar que no contribuyen sino a dejar las cosas como estaban o incluso a
empeorarlas.
Una muestra de ellos es la
cerrazón dogmática e irracional de que, a raíz de los luctuosos hechos de esta
semana, han hecho alarde los sindicatos docentes mayoritarios, las autoridades
educativas y políticas, y el resto de agentes que confluyen en este magma
sincrético que es la llamada comunidad educativa.
No se trata ahora de hurgar en
estos hechos. No, lo que aquí interesa es la negativa apriorística a aceptar la
posibilidad de que tal vez no estemos en el mejor de los sistemas educativos
posibles, ni siquiera como hipótesis de trabajo, y cómo este enroque lleva
necesariamente a las hipócritas y vergonzantes reacciones oficiales que se han
producido. Porque cuando algo es frágil, el menor cuestionamiento puede ser
fatal para la verdad oficial. Y admitir siquiera la remota posibilidad de que
acaso nuestras leyes educativas sean excesivamente garantistas y permisivas
para con ciertos tip0s de conductas, o que el sistema educativo presenta ciertas
disfunciones, admitirlo aun como posibilidad, puede acabar abriendo una vía de
agua que ni la del Titanic, y dar al traste con el modelo educativo en su
totalidad.
De ahí la necesidad de
agarrarse al clavo ardiendo del hecho aislado, a partir de la verdad
estadística según la cual es, ciertamente, la primera vez que algo así ocurre
en nuestro país. Y de ahí también la obsesiva obstinación en negarse a
reconocer una realidad educativa que, vista contextualmente, acaso presentaría
dicho hecho hasta ahora inédito como un aumento de grado, con fatal resultado
de muerte, en un contexto donde la violencia física no es, ciertamente, un
hecho aislado.
Por eso han de negar también
este último extremo. Porque de lo contrario, se cae el castillo de naipes.
Igual que los dos cañonazos ordenados por el general no añadirán ni quitarán
nada a la realidad de un enemigo aproximándose, pero con dos en lugar de uno,
parece que se lo tome más en serio. Si no basta con un cañonazo, pues dos,
porque el problema es que parezca que se hace algo, no si está o no fuera de
alcance. Así venimos funcionando educativamente desde hace demasiados años. Y
así nos va. Pero reconocerlo implica reconocer un fracaso cuyos costes nadie
está dispuesto a asumir.
Es como si ante una
epidemia cuyo origen es el agua infectada que la población está bebiendo, nos
limitamos a reclamar más médicos, enfermeras, hospitales y camas, lo cual no es,
ciertamente, irrazonable… pero nos negamos a cambiar el suministro de agua y a
analizar el pozo infectado.
Articulazo, Xavier.
ResponEliminaMuy bien traído el ejemplo. No acabo de entender por qué no se admite que el problema no es la falta de medios, sino la de fines.
ResponEliminaPorque si lo admitieran, estarían reconociendo que detrás se su jerga no hay nada.
ResponElimina¿Admitir que uno estaba equivocado y reconocer el error? Por favor, esto es España. Eso aquí no se estila.
ResponEliminaEl error dejará de serlo cuando no quede nadie para detectarlo; eso sí lo tienen estudiado.
ResponEliminaHola Xavier.
ResponEliminaGràcies per la teva honestedat a opinar sobre la mort de l’Abel. El que dius en els diferents mitjans i en el teu Blog és el que pensem moltíssim professors i professores que estem, dia a dia, a les aules i patis (com l’Abel). Tots podríem haver estat objectiu d’aquell punyal. La tràgica casualitat va fer que fos ell, la diana de l’agressió.
L’Abel va treballar al meu Institut pràcticament tot el primer trimestre i vàrem compartir taula alguns dimarts entre la darrera classe i les reunions de la tarda. Era un home molt atent, intel•ligent, una bona persona i un bon professor.
Penso molt en els seus pares com es deuen sentir després de tants anys ajudant pendents del fill i il•lusionats amb la seva formació i ara que per fi treballava, ara, els hi tornen mort. Terrible.
Quan vaig identificar la víctima, vaig posar els meus records en ordre. Tenia sentit de d’humor i (crec) una visió bastant compartida de la realitat. Durant aquets dinars ens comentava la seva precarietat laboral, cobrant menys que el professor titular, però amb les mateixes obligacions la seva preocupació per la poca actitud d’estudi de molts alumnes. També els cursos que havia fet i faria per tal de guanyar mèrits i competir per més estabilitat laboral. En definitiva, la biografia de molts professors substituts atrapats per una compacta i prepotent burocràcia educativa i amb poques ofertes de treball.
Com tu has dit, ràpidament tota la nomenclatura de l’administració ha tancat files per tapar l’escletxa en el sistema, perquè aquesta vegada ha estat massa gruixut i podria trencar-se la imatge idíl•lica de les escoles i els instituts.
Tot el sistema ha actuat amb celeritat per apaivagar i contemporitzar la tossuda realitat. Només tu has estat la veu discordant, la nostra veu.
Gràcies de nou i ànims. Jaume Pont ( afiliat ASPEPC- SPS).
Si em permets i per acabar. Només demano a qui pertoqui que analitzin els fets amb profunditat carregats d’ètica i honestedat (i amb la mínima ideologia i dogmatisme que els hi permeti el seu posicionament davant el món i la vida). Analitzin el succés amb profunditat i cerquin i trobin les solucions perquè una barbaritat com aquesta no es repeteixi mai més.
Gràcies a tu, Jaume, pels teus comentaris. Ajuden a seguir. I això de veritat que no té preu.
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