Jugué al ajedrez de
competición en su momento y alcancé ciertos éxitos, dentro de un orden, como
juvenil. Después, seguí jugando más esporádicamente, sobre todo partidas rápidas,
y lo sigo haciendo ciertas veces a través de internet. Me parece un juego
fascinante y maravilloso, aunque no puedo decir lo mismo de los ajedrecistas. Creo
que Bobby Fisher ha sido el mejor jugador de todos los tiempos, pero también
que de no haber padecido Mikhail Tahl los problemas de salud que siempre le aquejaron,
él hubiera sido el mejor. Me aburre el juego posicional y mi apertura favorita
es el Gambito de Rey, que sigo utilizando, por más que hoy en día se la
considere inferior.
Dicho todo esto, sería de
suponer mi total y entusiasta apoyo a la medida adoptada por el Congreso de los Diputados, con
la insólita unanimidad de todos los partidos políticos, consistente en
implantar el ajedrez en el sistema educativo. Ahora en Primaria, pero abriendo también
la puerta a la Secundaria en un futuro próximo. Pues va a ser que no. Y les
diré que me parece una majadería más de tantas que se han perpetrado en nuestro
maltrecho sistema educativo. Como me parece también una solemne memez la
afirmación según la cual "(...) el
ajedrez es una herramienta pedagógica que enseña a pensar y transmitir valores,
sobre todo en la edad de 6 a 9 años (...)". Una cosa sí les puedo
asegurar, quien afirme algo así no sólo no tiene ni idea de educación, tampoco
la tiene de ajedrez o está intentando encontrar trabajo como ajedrecista.
Siempre me ha parecido una
solemne bobada el mito de que el ajedrez desarrolla la inteligencia. Una cosa
es que para ser un buen jugador se requieran unos ciertos niveles de
inteligencia, y otra muy distinta que por el hecho de jugar al ajedrez ya seas
inteligente o te haga más inteligente. Es como si dijéramos que jugar al
baloncesto potencia la estatura. Todo ejercicio intelectual, y el ajedrez lo
es, agiliza sin duda alguna la capacidad y rapidez para la realización de
ciertas operaciones mentales. Pero de desarrollar la inteligencia, nada de nada. Desarrolla en todo caso la
inteligencia ajedrecística, pero no porque un tonto ducho en ajedrez le gane a un
inteligente neófito, el tonto dejará de ser tonto y el inteligente,
inteligente.
¿Y por qué estoy en contra de
la introducción del ajedrez como materia en el sistema educativo? Pues a ver,
de entrada, y creo que con los antecedentes aludidos queda clara mi admiración
y estima por este juego, porque pienso que no se le puede pedir al ajedrez que
resuelva ahora el enorme problema que nuestro sistema educativo tiene, muy
especialmente, en Primaria, que es en la etapa donde se desarrollan los
déficits que luego se van arrastrando y acumulando cual alud de nieve en las
siguientes etapas. Y porque en todo caso, se está confundiendo lo suplementario
con lo complementario, y ambas cosas con lo esencial.
Vamos a ver, hay aquí, me
parece a mí, un error conceptual de base característico de la pedagogía infantiloide
y ramplona que padecemos desde hace ya demasiado tiempo. Contra lo que los
representantes de dicha pedagogía puedan pensar, las actividades que en su
tiempo se realizaban en la enseñanza Primaria no se agotaban en sí mismas ni en
el aprendizaje propedéutico, sino que coadyuvaban a la potenciación de las
facultades mentales mediante un proceso educativo. Parte del cual era a la vez
que de contenidos, de digámosle entrenamiento. Como ya sospechaba David Hume,
el entrenamiento físico no se distingue formalmente del mental. Así, aprenderse
las tablas de multiplicar no sólo sirve para resolver problemas de aritmética,
sino que también a su vez contribuye a desarrollar la facultad de la memoria,
como la resolución de problemas matemáticos o lógicos desarrolla nuestra
capacidad analítica y de razonamiento. Cierto, el ajedrez puede contribuir a
desarrollar cierta capacidad analítica, pero de la misma manera que, en otro
orden, resolver crucigramas sin duda enriquece también otras capacidades
relacionadas con el uso del léxico. Pero no por ello, al menos hasta ahora, se
le ha ocurrido a nadie introducir la resolución de crucigramas como materia
obligatoria en el sistema educativo.
Si queremos poner el énfasis
en la potenciación de las capacidades analíticas del alumnado porque se detecte
que carece de ellas, es muy sencillo, que se vuelva a prácticas anteriores y
que se prime entonces lo que precisamente se proscribió: las tablas de
multiplicar, los problemas aritméticos y lógicos, y todo aquello que estimule y
favorezca el ejercicio intelectual. Porque además, al tiempo que se potencian
las capacidades analíticas y la agilidad mental, se están adquiriendo unos
contenidos de conocimiento que serán imprescindibles en las siguientes etapas de la vida académica de un alumno. No me
sirve de nada que desarrolle inteligencia ajedrecística si no sabe las tablas
de multiplicar o es incapaz de resolver problemas aritméticos elementales. Y
esto es ni más ni menos que lo que está ocurriendo hoy en día.
Si tuviéramos un sistema
educativo que mereciera este nombre, el lugar del ajedrez sería sin duda el que
debe corresponderle, una actividad complementaria más, o suplementaria, para
realizar a la hora del patio o fuera de las horas de clase. Y hasta puede que
algunos aprendieran las artes de tan bello juego. Pero ponerlo en horas
lectivas es pervertirlo, en un sistema intrínsecamente pervertido. Por cierto ¿Sabían que hay una Facultad de
Derecho que ofrece un crédito de Bridge?
Pues eso…
Y hay una última razón,
acaso definitiva. Me aterra la idea del ajedrez manipulado por la Pedagogía.
No, por favor, eso no.
Estás en plena forma, Xavier. Un artículo soberbio.
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