Hacia la segunda mitad de los cuarenta del siglo XX, en pleno paradigma
conductista y con Skinner (¿o fue Watson?) y Chomsky liándose a tortazo limpio,
una pareja de psicólogos metidos a etólogos «adoptó» a una cría hembra de
chimpancé con la finalidad de experimentar sobre el atávico parentesco entre el
hombre y el mono. Estímulo-reflejo y todo esto.
Bajo la tutela humana, la mona Vicky -así se la conoció- hizo grandes
progresos. Era capaz de distinguir las imágenes fotográficas que se le
presentaban, identificándolas mediante el procedimiento de agruparlas según
criterios de clasificación. A saber, a un lado las fotos de los animales y al
otro las de los humanos. Sabía distingir entre los humanos a sus «tutores», a
los amigos de sus tutores y hasta distinguirse ella misma de las fotos de otros
monos. Sólo había un pequeño problema: cada vez que aparecía su foto, la
depositaba en el grupo de los humanos.
Introduce hoy Jorge en su blog, a propósito de la acumulación retórica que se da en el actual contencioso entre los secessionistas catalanes y el Estado español, una interesante
aportación sobre la construcción de la realidad y su eventual condición ficticia,
aunque no por esto menos real. Alude para ello al denominado «teorema de
Thomas», según el cual, "If men define situations as real, they are real in
their consequences". Dada una
situación considerada como real, lo es en la medida que, actuando de acuerdo a
ella, provocará consecuencias reales.
En lógica formal, un enunciado condicional es
válido no sólo si el antecedente y el consecuente son materialmente verdaderos,
sino también cuando ambos son falsos y, lo importante, cuando el antecedente es
falso, siempre que el consecuente sea verdadero. Verbigracia: el enunciado “si
llueve, cogeré el paraguas”, es válido si es verdad que está lloviendo y
cojo efectivamente el paraguas, si ni llueve ni cojo el paraguas, y también si,
aunque no llueva, cojo igualmente el paraguas.
En este último supuesto el enunciado sigue siendo
válido porque, diríamos en lenguaje más coloquial, lo importante de lo que
anuncio es que cogeré el paraguas. Bajo una condición, sí, pero no es
una condición sine qua non, como sería el bicondicional “si y sólo si”,
en cuyo caso, si no llueve y, aun así, cojo el paraguas, el enunciado ya no
sería formalmente válido.
Desde el plano estrictamente lógico, lo de menos es
si yo pienso que está lloviendo o no, lo importante es la
estructura del enunciado, y que coja el paraguas.
Pero desde el punto de vista del psiquismo en base al cual decido si está
lloviendo o no, resulta que yo puedo pensar que llueve sin que en realidad esté
lloviendo, y que por eso coja el paraguas, con lo cual que yo piense que esté
lloviendo o no, sí que es relevante. Porque lo que yo piense como verdadero y
me induzca a actuar, determinará mi
decisión y acarreará ciertas consecuencias materialmente «reales». Tal y como
afirma Thomas sociológicamente.
Supongamos que yo me asomo a la ventana y a
continuación afirmo delante de las personas que están conmigo la proposición “está
lloviendo”. Y supongamos que todos al unísono me replican: “no está
lloviendo, hace un sol radiante”. Así las cosas, la verificación de mi
enunciado es una simple cuestión de contrastación empírica, cuál de las dos
proposiciones se adecua al estado de cosas en cuestión. Pero aunque haga un sol
radiante, ello no quita que sea «verdad» que yo piense que está efectivamente lloviendo.
Por qué razones yo pueda haber llegado a tal conclusión es ahora mismo lo de
menos, pero es evidente que, desde mi asunción que está lloviendo como algo
verdadero, mis decisiones en función de ello acarrearán consecuencias perfectamente
reales, aunque se basen en una ficción.
En esta simplificación, si resulta que yo pienso
que llueve cuando todos los demás coinciden en que hace un sol radiante, y
prescindiendo de que estén haciendo un experimento conmigo, entonces lo cierto
es que yo tendría, como mínimo, un problema de percepción sensorial.
Ahora bien, si en lugar de tratarse de una
alteración de mi percepción sensorial, el problema es de construcción del "yo" o del "nosotros", entonces estamos ante un déficit de fundamentación
epistemológica en la construcción de la propia identidad, individual o colectiva, desde la
autorreferencia en relación a un contexto dado. Sociológicamente, estaríamos ante
un imaginario intersubjetivo consistente en una identidad colectiva –Thomas utiliza
el plural “men”- acaso no debidamente contrastada y, en cualquier caso,
sesgada en la medida que «nuestra» autorreferencia no se adecue al contexto. Es
decir, un constructo ficticio.
Y sí, es verdad que una ficción construida puede
hacerse verdadera en sus consecuencias. Como lo es también que una cosa es lo
que somos –o consideremos que somos- «ontológicamente», y otra lo que somos «sociológicamente»,
es decir, lo que contextualmente se considera que somos (y que no somos),
siendo esta última la que cuenta, sociológica y políticamente hablando.
Dentro de parámetros más o menos razonables, que
haya una cierta inadecuación entre lo que pensamos que somos y lo que se nos
considera, es normal. Al fin y al cabo, no estamos hablando de verdades
últimas, sino fácticas en la medida que contextuales y protocolarias, así como,
en el ámbito político, de correlación de fuerzas. Pero si esta inadecuación
traspasa los umbrales de lo razonable, entonces estamos ante un delirio patológico,
psicológica y/o sociológicamente, según el caso.
Volviendo a la mona «Vicky» con la cual iniciábamos
este post. Una cosa serían las razones que la indujeron a considerarse humana y
a agrupar sus fotos con las de los humanos; otra, decisiva al fin y al cabo, que
la atribución de tal condición no depende de ella. Vicky tenía un problema de
autorreferencia. Hoy por aquí tenemos un problema parecido. Lo preocupante son
las consecuencias, esas sí, rabiosamente reales.
Las consecuencias son, sí, muy reales, pero no proceden de ninguna argumentación lógica, de que nadie haya convencido a nadie de nada con argumentos. Se trata, primero, de que alguien se ha hecho con el control de la educación durante décadas y se ha inventado un universo paralelo en el que Cataluña era un estado invadido por una potencia extranjera, algo sustentado en una historia falsificada desde Güifred el Pelós hasta la actuación del catalanismo durante la segunda república. Los que fueron educados en esa falacia creen mayoritariamente y seguro que de buena fe que la independencia es un fin noble. Y, segundo, de que los sucesivos gobiernos catalanistas han aprovechado sus medios y la debilidad de los gobiernos de España para conseguir hacerse con el control de la mayoría de la opinión pública, hasta un punto tan surrealista que los más izquierdistas del panorama político catalán apoyan al gobierno más de derechas en la península ibérica.
ResponEliminaNo, claro, no estamos en el terreno de la argumentación, y de eso precisamente se trataba. Por eso cuando se pretende argumentar, entramos en el surrealismo. O en la mona Vicky.
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