En este valle de bergantes
que es la piel de toro, la verdad es que, al final, ni nada es lo que parece,
ni lo que parece guarda la menor semblanza con lo que se supone que aparenta.
Ahora el gobierno en pleno se rasga públicamente las vestiduras por la
sentencia de Estrasburgo sobre la doctrina Parot, según la cual, la redención
de condena no puede aplicarse al total de la suma de las penas acumuladas por
varios delitos, sino sólo a los años máximos de permanencia en prisión que la
ley establece, a saber, treinta. Como resultado de esta sentencia, un buen
número de etarras y algún delincuente común están siendo excarcelados.
Nos lo recordaba Manolo en
una excelente entrega hace unos días, “Justicia, que no venganza”, a propósito de un magnífico artículo de Ignacio Escobar. Nada más
cierto. Precisamente, el concepto de justicia excluye el de venganza. La
venganza es personal y, por más fría que se sirva, obedece a la pasión; ya se
trate de Edmundo Dantés o de Don Mendo; la Justicia, por su parte, es Derecho y, al menos en democracia,
emana de la sociedad que se dota de unas normas de convivencia, prescribiendo y
proscribiendo acciones cuya transgresión se penaliza. Justicia es que el Estado dispone del monopolio de la
violencia, que ejerce, se supone, precisamente contra estas transgresiones.
Otra cosa es que el entramado jurídico esté bien estructurado o que sea una
chapuza.
Pero como tantas veces se
dice en “El Padrino” cuando a uno le van a dar los papeles, “no es nada personal”. Por eso la
justicia es ciega, dicen, porque no trata de singularidades personales, ni de
sentimientos ni pasiones, sino sólo de las transgresiones objetivas. Otros
dicen que es ciega porque no se entera, pero eso ya es harina de otro costal. Pero lo que no es de recibo, es celebrarla cuando te favorece y denostarla cuando
no conviene a tus intereses.
Este es un país de
componendas y de apaños. Es decir, de chapuzas. Aquí la Ilustración pasó de
largo dejando sólo rudimentos. Aquí se hicieron unas leyes permisivas y
garantistas al máximo, a la vez que el propio Estado organizaba cuadrillas de
sicarios cuyo comportamiento no difería en nada de los grupos a los que
combatían. Si, cierto, todos los estados lo han hecho alguna vez, pero no se lo
encomendaban, como aquí, a rufianes ludópatas y puteros... Un fiasco
monumental que acabó con ministros y
altos cargos de seguridad en la cárcel.
Vamos, que nos gusta
presumir de tener el sistema penal más «avanzado» de Europa, pero luego, cuando
la cosa no funciona, tiramos del apaño. Y así un buen día resultó que había un
tío con tropecientos años de pena de cárcel con varias condenas por delitos de
sangre –un tal Parot, mercenario francés al servicio de ETA-, que en aplicación
estricta de la remisión de condena, iba a salir a la calle sin haber cumplido
el máximo de 30 años establecido por la ley. Y de nuevo la componenda y la
chapuza. Pues nada, para que “éste” no salga de la cárcel, hacemos que la
remisión de condena sea sobre la totalidad de la pena –los tropecientos años- y
no sólo sobre el máximo de treinta que estaba hasta ahora establecido. Tiempo
después, con de Juana Chaos, el mismo
bochorno jurídico, se hace una ley ex
professo para un tío. Nada, a tirar palante
y al que objete que esto es una chapuza que contradice el corpus jurídico penal
español, se le cuelga el sanbenito –otra de las grandes aficiones patrias- de
proetarra y punto.
Y ahora, cuando el Tribunal
Europeo de Estrasburgo nos ha recordado lo que es un estado de derecho, salen Ansar, Tristón y demás patulea, atizando el escabroso fuego de las pasiones
más primarias, soliviantando al personal contra Europa y contra el gobierno
“títere” que la obedece «sin rechistar»; y el gobierno, claro, a hacer confesión
pública consternación y repugnancia por la sentencia; que si van a mirar la
forma de no aplicarla, que si esto, que si aquello… Hasta se permiten
manifestarse abiertamente contra la decisión de la Audiencia Nacional por la
reciente excarcelación de 9 etarras, acordada ni más ni menos que con el voto
de calidad de uno de los magistrados que más ha hecho contra ETA, Grande
Marlaska, ayer héroe, hoy villano.
Se lo dijo De Gaulle a los pieds noirs que venían de la Argelia
descolonizada: "A veces, hay
víctimas históricas". Y toca apechugar. Porque una minoría, por más justamente
que esté resentida, no puede hipotecar a todo un país. ETA ha sido derrotada
militarmente, y lo que procede ahora es saber ganar, algo a lo que parece que
algunos no están dispuestos. Las víctimas y familiares del terrorismo tienen,
ciertamente, todo el derecho del mundo a protestar, como las víctimas de la
dictadura. Pero que políticos en activo o con vocación de activos, se estén apuntando
al linchamiento mediático de los magistrados de Estrasburgo o de Grande
Marlaska y la Audiencia Nacional, es de una irresponsabilidad torticera que les
descalifica como políticos. Aquí, algunos parece que todavía no han
entendido que aquello de DURA LEX SED LEX,
reza para todos.
A mí, desde luego que no
me hace ninguna gracia que ciertos tipejos salgan a la calle, pero entonces, no
haber sido tan chapuzas en su momento. Presumir del sistema penal más permisivo
y garantista de Europa tiene su precio. Estrasburgo nos lo ha recordado.