Interesante conversación
hace unos días con un economista alemán de cierto prestigio. Como diletante en la materia, introduje
el tema en forma de pregunta camuflando mi opinión, tratando así de evitar
pasar por un palurdo: ¿No le parece a
usted que tal vez España debería empezar a considerar seriamente su salida del
euro?"
Debería haberlo hecho ya
hace como mínimo un año. Me replicó. De todos los millones supuestamente
invertidos en rescatar a Irlanda, Grecia o Portugal, ni un euro se ha quedado
allí. Para ser más exactos, ni un euro pasó tampoco por allí. Todos fueron
directamente a pagar parte de la deuda de estos países con los bancos alemanes.
La parte de deuda que les permite, con la complicidad del Estado alemán,
maquillar su bancarrota real. Y con el estado actual de las primas de riesgo
para estos países, que no hace más que aumentar con creces la deuda que se
suponía que el rescate iba a enjuagar, la situación es completamente
insostenible para ellos a corto plazo. Y aquí se incluyen España e Italia. En nuestro
caso, con un mal disimulado rescate bancario escandaloso e ineficaz. Y la hipócritamente
denominada "devaluación interna" -el "modelo" español para permanecer
en la crisis- no es nada más que una subida de los impuestos que paraliza el
consumo interno y destruye empleo sin que se compense con exportaciones ni con
nada. Dicho en otras palabras, cada vez tendré que recortar más porque cada vez
estaré recaudando menos.
Prosigue. El problema de
fondo no es sólo estrictamente económico, sino también político. Europa se ha
dotado de unas estructuras ineficaces cuyo esclerótico funcionamiento sólo sirve
para, en todo caso, entorpecer. La democracia está secuestrada por los partidos
y la pretensión de "Federación" en la zona euro es una quimera. Hay
emisor de moneda, pero no autoridad monetaria real. Y una misma moneda no sirve
a la vez para Grecia y para Holanda. Son realidades económicas demasiado
distintas. Al euro como moneda le augura no más de dos años. Y contra más se
demore, más traumática será su finiquitación.
La Unión Europea sólo puede
aspirar a una especie de confederación. El problema político es la corrupción y
la esclerotización del sistema. Me asegura que no es sólo un problema español o
italiano. Los partidos políticos están en todas partes igualmente corruptos,
véase por ejemplo lo que está empezando a salir en Francia. Y lo mismo puede
suceder en Alemania. Puede que en algunos países, al estar en primera línea de
la crisis, el panorama de la corrupción haya sido más patente, más explícito, pero
no se trata en absoluto de ningún fenómeno inherente a la "idiosincrasia
mediterránea". Al menos en este caso.
La democracia en Europa ha
sido secuestrada por unos partidos políticos enquistados en el sistema. Hoy en
día, el ciudadano no tiene posibilidad real de elección a la hora de votar.
Salvando matices, superfluos en la mayoría de los casos o de orden menor en lo
referente a la crisis que estamos padeciendo, en las grandes cuestiones no hay,
en realidad, opciones alternativas entre las cuales uno pueda decidir.
¿Y cómo ve el futuro más
allá del colapso del euro? le pregunto. Sólo puede haber futuro desde la
recuperación de la democracia y de la conciencia democrática por parte de los
ciudadanos. Que la ciudadanía recupere el control de algo que nunca debió
perder. De lo contrario, me asegura, lo que tendremos es fascismo en toda
Europa. Más o menos camuflado, pero fascismo.
¿Y cómo se puede recuperar
esta conciencia activa ciudadana? le insisto. El problema no son las
estructuras formales de las democracias, sino los partidos que han viciado el
sistema. Afirma ver con gran simpatía el movimiento de Beppe Grillo en Italia,
y que en Alemania se está preparando algo parecido para las próximas elecciones.
¿Y por aquí qué podemos
esperar? España, me responde, no tiene la estructura productiva de Italia, por
ejemplo, pero algo puede hacer si sabe reorientarse hacia el mercado
latinoamericano, que sería algo así como su destino natural. Eso sí, ya podemos
ir olvidándonos de aumentar significativamente nuestras exportaciones a Francia
o cualquier otro país avanzado. Pero recuperando su propia moneda y actuando
con cierta inteligencia -lo cual veo muy difícil, con franqueza (eso lo digo
yo)- podría salir del atolladero en un tiempo prudencial. Dejando, eso sí, de
comprarles Mercedes y AVEs a los alemanes y volviendo al SEAT y al Talgo.
Se me olvidó preguntarle
cómo iba quedar el tema de la deuda
después del euro. Pero a raíz de todo demás, intuyo que los bancos alemanes
tendrán que comérsela en pesetas, liras y dracmas...
Lo dicho. Es tajante en
que al euro le quedan como mucho dos años. Y sería antes si no fuera por la
proximidad de las elecciones en Alemania. Merkel intentará aguantar por todos
los medios hasta entonces, a menos que no ocurra en el ínterin algo inesperado.
Y España, cuanto más tarde en largarse del euro, peor.
Bueno. En alguna próxima entrega haré algunos comentarios.