Hay
una última pista que los jueces no pudieron contemplar en sus diligencias. El expediente
306/1870, al que tuvo acceso Pedrol Rius, constaba en 1960 de unos 18000
folios. Hoy son sólo 8000. Más de la mitad del
sumario se hizo desaparecer; hojas aisladas y tomos enteros sustraídos intencionadamente; hasta que el juez decano de Madrid
localizó los restos del expediente, hace unos pocos años, en unos archivos olvidados y los
puso a salvo.
Y
ahí tenemos el hecho significativo: que un siglo después siguiera importando
quién pudo estar detrás del asesinato de Prim es precisamente una pista en sí.
Porque descarta a unos e imputa a otros según a quién pudiera preocuparle, tanto tiempo después y en unas circunstancias políticas muy concretas, que se descubriera al verdadero asesino de Prim.
También
nos permite deducir que Pedrol Rius no dio en el clavo. Si lo hubiera hecho no
tenía sentido que nadie se hubiera dedicado después a "distraer"
documentación del expediente. Ya fuera porque no supo, no pudo o no quiso -nada es descartable-,
Pedrol Rius no remató la faena, pero levantó la liebre y saltaron las alarmas. Es decir, en el expediente 306/1870 había una bomba que aún no estaba desactivada cien años después.
Y
este remate final no podía ser otro que el nombre que movió todos los hilos; el
engarce que cerraba la cúpula de la conspiración y sin el cual ésta no se
aguanta. Alguien que cumpliera dos
condiciones: la primera, haber urdido la trama y cerrar las complicidades
necesarias para poderla lllevar a cabo; la segunda, que aún cien años después,
el régimen franquista tuviera interés en encubrirlo.
A
la vista de lo ocurrido con el sumario, Montpensier o Serrano
pueden descartarse como autores intelectuales del asesinato de Prim. Acaso
pudieran cumplir con la primera condición, pero no con la segunda. Que se
hubiera descubierto que era uno u otro no le afectaba en nada al régimen
franquista. Ni siquiera simbólicamente: ninguno de ellos formaba parte de la
iconografía del régimen. Además, esto ya casi que lo había dicho Pedrol Rius y
se había dicho desde siempre. Pedrol Rius, en realidad, no aportó ninguna novedad significativa. Lo significativo es precisamente que, sin aportar ninguna novedad, incitara noventa años después a la mutilación sistemática del sumario. Esto sí que es significativo.
Ahora bien, esta
pista lo es por una y sólo una razón: ¿Qué interés podía tener el régimen
franquista en impedir que se supiera quien urdió la muerte de Prim? ¿Qué o a quién quería encubrir y por qué?